"Asusta ver el movimiento en Polonia. Hay muchas caravanas militares por las carreteras y soldados en las calles. Aunque no ocurre nada allí hay un ambiente prebélico que atemoriza". Es la sensación que tuvo el alicantino Óscar Alemany, quien ha realizado con su hijo Carlos un viaje de ida y vuelta de seis mil kilómetros en cuatro días hasta la frontera polaca en una furgoneta cargada de ayuda humanitaria en la que se trajeron a España a seis desplazadas de la guerra, de distintas edades, desde menores a mujeres de edad avanzada.

La acción solidaria de este padre y su hijo tiene su motivación en Alejandra, una vecina ucraniana angustiada porque su hija y nietos estaban atascados en la frontera y no sabía qué hacer para traerlos a Alicante. "No se me quitaba de la cabeza. Por mi situación laboral podía cogerme cuatro días sin trabajar y me decidí". Óscar es empresario y tiene varios gimnasios, donde además le ayudaron a financiar el alquiler de una furgoneta para desplazarse. Se lo comentó a su hijo, que tiene 22 años y estudia ADE en la Universidad de Alicante, y "ni se lo pensó", explica.

La idea era llevar un vehículo con ayuda humanitaria aunque consiguieron tanta que podrían haber llenado tres furgonetas. "Pusimos cartelería en los gimnasios diciendo que era ayuda para los niños en la frontera de Ucrania con Polonia para llevarlo personalmente. Trajeron ropa, medicamentos, juguetes, artículos para bebé...La donación nos desbordó el gimnasio pero como solo teníamos una furgoneta lo que no cabía lo llevamos a Ciudad de la Luz".

El viaje en furgoneta de un alicantino hasta Polonia para traer a unos refugiados de la guerra

El viaje en furgoneta de un alicantino hasta Polonia para traer a unos refugiados de la guerra Jose Navarro

El martes de la semana pasada, día 8 de marzo, partieron desde Alicante hacia la frontera polaca "y lo hicimos casi de tirón". Llegaron el miércoles anocheciendo por lo que no había voluntarios apenas en ese punto y partieron a Cracovia a descargar la ayuda humanitaria.

La familia de su vecina ucraniana logró encontrar transporte antes de lo previsto y ya viajaba hacia Alicante así que a padre e hijo, a través de un grupo de wasap de personas en contacto con ucranianos que residen en España o que tienen amigos en aquel país, les asignaron a varias refugiadas que recogieron en Katowice y otras ciudades; un total de seis mujeres de distintas edades con destino final en Barcelona, Madrid y Málaga.

"Los ucranianos esperan que no dure mucho el conflicto, esperan quedarse unas semanas en Polonia y volver. A menos que tengan familia o amigos en España no quieren venir porque está muy lejos para ellos. Confían en que se arregle pronto", señala Óscar Alemany.

Padre e hijo se trajeron en la furgoneta de alquiler a una madre con su hija, a una señora mayor con su nieto, a dos chicas jóvenes, y a otra mujer cuyo hijo reside en Málaga, que vino a Alicante a recogerla. El resto se quedaron en Barcelona, aunque una madre y su niña pensaban viajar de allí a Madrid, donde tienen familia.

Recuerda con pesar que tuvo que dejar en tierra a otra madre con una niña porque la furgoneta tenía solo 9 plazas y no podía arriesgarse a una sanción o un accidente. En este punto señala que hay gente que va por libre, sin referencias, a la frontera y les cuesta llenar los vehículos, por lo que cree que hay que saber a quien buscar y tener allí a enlaces que sepan dónde está la gente necesitada. De ahí que él recogiera a las mujeres de las que les dieron el contacto y la foto.

Solidaridad

Tras esta experiencia, el alicantino solidario señala que en general "la gente es muy buena, todo el mundo quería venirse y eso me llamó la atención". Afirma que Polonia se está portando "de manera espectacular. En todos los autobuses hay carteles para los refugiados ucranianos. Está llena de mujeres y niños con maletas que buscan sitio para dormir y la mayoría de hoteles no les cobran. Entre los voluntarios hay muchos españoles, más que alemanes o franceses pese a estar estos más cerca. La gente es muy solidaria". Sin embargo, echó de menos autobuses fletados por los gobiernos.

Nunca olvidará el frío que han pasado, al que no están acostumbrados en una tierra a la que no le importaría volver, "si fuera necesario lo haría. El tema de la ayuda humanitaria está bastante abierto pero en la recogida de refugiados queda trabajo por hacer".

Ir a Polonia no le parecía tan descabellado porque es motero y ya había estado allí con anterioridad. "Son 3.000 kilómetros. Vas despacito, y se llega perfectamente. No siento haber hecho nada especial, no tiene tanto mérito, sé que todo el mundo lo haría".

Alemany destaca el comportamiento de los refugiados. "Imagínate como estás si tienes que dejar a tu marido allí, a tu padre. Los hombres se tienen que quedar 5 kilómetros antes de la frontera, los piquetes ucranianos no dejan que se acerquen a la frontera, y las mujeres tienen que hacer ese camino a pie con la maleta. Están en shock".

Sus pasajeras solo hablaban ucraniano y ruso, nada de inglés ni español, "no decían nada, no pedían nada, dejaron el coche limpio....". Se pudo entender con ellas a través de una amiga ucraniana con la que se comunicaba por teléfono a cualquier hora, incluso de madrugada, que traducía las conversaciones.