Tienen enfermedades graves y su vida depende de una máquina de oxígeno o de una mascarilla para poder dormir, pero las subidas constantes en el precio de la luz están provocando que muchos pacientes tengan que elegir entre el tratamiento o pagar la factura eléctrica. Unas 39.000 personas en la provincia de Alicante usan terapias respiratorias domiciliarias para tratar problemas neumológicos, como son la enfermedad pulmonar obstructiva o la apnea del sueño.
“Nos encontramos que mucha gente no cubre el mínimo de los tratamientos y llegan al hospital porque se han descompensado de sus enfermedades. Lo usan seis horas cuando deberían ser 15 y cuando les preguntas te cuentan que no pueden hacer frente al pago en el recibo de la luz que supone la terapia”, explica Eusebi Chiner, jefe del servicio de Neumología del Hospital de Sant Joan. Una situación que también se constata en otros centros sanitarios, como en el vecino Hospital Doctor Balmis, según neumólogos consultados por este diario.
Chiner, junto a neumólogos de Madrid, Barcelona y València, han calculado el sobrecoste que está suponiendo el aumento de la factura eléctrica en el bolsillo de sus pacientes, muchos de ellos personas ya jubiladas con pensiones bajas. Así, tomando como referencia los precios de una comercializadora eléctrica en julio del 2021, han estimado que el sobrecoste energético mensual para un uso de seis horas de la llamada CPAP, que es el dispositivo que utilizan los enfermos con apnea para poder respirar bien por las noches, ronda los 3,4 euros.
Para los pacientes que requieren de oxígeno entre 15 y 24 horas diarias, el sobrecoste oscila entre 26,70 y los 46,81 euros. Para la denominada ventilación mecánica no invasiva los enfermos están teniendo que desembolsar entre 8,06 y 14,88 euros más todos los meses por entre 8 y 12 horas de tratamiento diario. Para un ventilador de alta dependencia durante 24 horas hay que sumar 31,21 euros más a la factura.
Hasta un 15% de los pacientes, generalmente los más frágiles y los más dependientes, combinan distintas terapias, lo que incrementa el coste final, “por lo que de media se pueden estar pagando unos 50 euros más desde que empezó a subir el precio de la luz”, señala Chiner.
Estos cálculos se han hecho para la editorial de la revista científica de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica. En este editorial, los neumólogos llaman la atención sobre “cómo han crecido exponencialmente” los índices de pobreza energética del ciudadano y se calcula que la sufre más del 40% de la población española. Sin embargo, “pocas personas, ni siquiera los profesionales sanitarios, tienen en consideración los costes de la energía eléctrica consumida de los pacientes respiratorios crónicos”.
Unas 39.000 personas en la provincia hacen uso de dispositivos en casa para problemas neumológicos, cuyo uso oscila entre 5 y 24 horas diarias
En la Comunidad Valenciana, la Conselleria de Sanidad da una ayuda de 15 euros a quien necesita oxígeno las 24 horas del día. Una ayuda “escasa” que no está ayudando a solucionar el sobrecoste eléctrico para las familias, según han explicado trabajadoras sociales consultadas por este periódico. Una de estas profesionales explica que también está habiendo problemas con los bonos sociales de la luz destinados a las familias con menos recursos. “Tardan mucho en llegar, la documentación que se exige es enorme y muchos de los trámites tienen que hacerse por internet, lo que ahonda en la brecha digital que sufren las personas pobres”, señalaba este viernes una trabajadora social de Alicante.
Para los neumólogos, los pacientes respiratorios crónicos, principalmente quienes dependen del oxígeno las 24 horas del día, “son un claro exponente de población escondida dentro de esta pobreza energética, que no parece tener perspectivas de mejorar, a pesar de los avances en la tecnología de estas terapias y del progreso en la atención clínica diaria”. El incumplimiento terapéutico por motivo socioeconómico “está poco reconocido en las guías clínicas”, lamentan. Recuerdan además que a los pacientes que no cumplen con la pauta mínima marcada pueden llegar a perder estos dispositivos. Un estigma, bajo amenaza de suspensión de una terapia necesaria para su supervivencia, “que puede ser el punto final para muchos de nuestros pacientes”, sostienen.
