Veintisiete años después de su alternativa en la Monumental de México, no queda nada por contar del torero, pero muy poco sabemos de la persona. El lenguaje de la tauromaquia, tan imantado al epíteto y la hipérbole, es, cuando hablamos de la leyenda, del mito y del genio, inversamente proporcional al José Tomás que tan poco conocemos como hombre y cuyo perfil, entonces, se precipita en adjetivos más de andar por los recovecos opacos del lenguaje: complejo, introvertido, reservado. En José Tomás (Galapagar, 46 años), más que en ningún otro matador de toros, aparece tan nítida la línea que separa al hombre de la fábula que se diría que no son lo mismo, aunque ninguno se entiende sin el otro, y es muy probable que en esa imposible disociación se halle la explicación de por qué para muchos aficionados, se diría que este torero no pisa el albero, sino que manda y templa levitando en el interior de un aura que lo convierte en semidiós.

Sus vecinos de Galapagar (Madrid) cuentan que nunca se propuso ser torero, sino futbolista y del Atleti, forofo de aquella plantilla de los 80 cuyo ideal de sangre era Juan Carlos Arteche, aquel central contundente con fama de duro. Fue su abuelo, Celestino Román, fallecido a los 90 años en 2009, quien se obcecó en que José Tomás cambiara las botas por las manoletinas. Chófer de toreros en su juventud, el abuelo del diestro nunca cejó en el empeño de ver a su nieto de luces, hasta el punto de recomendarlo para el concurso de novilleros de Antena 3, cuando la fe del niño en los toros volvió a flaquear en favor del balón. Ganó el abuelo y lo demás es historia. El sueño infantil de vestir de colchonero se redujo a su participación en algún partido de famosos, con JT en el Atlético y Enrique Ponce en el Madrid.

Reservado. Se desconoce si profesa la tradicional religiosidad de los toreros. Ni se santigua en el paseíllo ni visita la capilla antes de la lidia. A caballo entre Galapagar y Estepona (Málaga), fue en esta última localidad donde conoció a Isabel, la que ha sido su pareja durante 20 años y madre de su hijo, de 12. Se conocieron cuando él entro en la tienda de fotografía donde ella trabajaba. Celoso de su intimidad, en internet se pueden encontrar un puñado de fotos de «paparazzi» y alguna del acto oficial de entrega de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, que el matador recibió de Juan Carlos I en 2007.

Complejo. La devolvió al año siguiente. Él y Paco Camino. ¿La razón? El Gobierno distinguió en 2008 a Francisco Rivera Ordóñez. Ambos diestros apelaron a la «vergüenza torera» y no ahorraron argumentos para recordarle al Ministerio de Cultura que «el concepto de arte del toreo lo están ustedes degenerando». 

Momento de máxima concentración en la corrida de José Tomás, este domingo en Alicante HECTOR FUENTES

Introvertido. Episodios como el reseñado y los sonados triunfos cosechados a lo largo de su carrera en Madrid (siete veces abrió la puerta grande de Las Ventas como matador y una como novillero) dan cuenta de la personalidad de un torero que solo se expresa mediante gaoneras, estatuarios o naturales. Muy poco por escrito, como en el caso de la Medalla. En 27 años, las entrevistas han sido contadas. No afirma, no opina, no hace declaraciones, y puede que ese rechazo a los focos tenga que ver con que a finales del siglo pasado enarbolara con Joselito (el torero con quien más tardes ha compartido) la bandera de los derechos televisivos, que hasta entonces negociaban los empresarios de las plazas. Ganó o perdió la batalla, según se mire, pero sus corridas dejaron de emitirse y las empresas optaron por cumplir los contratos de televisión, por lo que José Tomás comenzó a desaparecer de las principales ferias, Sevilla y Madrid incluidas.

Esta circunstancia y sus varias retiradas constituyen la causa de la gran paradoja. La leyenda, el mito, «el más grande desde Manolete» ha sido en muy contadas ocasiones (y nunca por el listado oficial de actuaciones) número uno del escalafón, un ránking elaborado a partir del número de corridas toreadas y de rabos y orejas obtenidos en la plaza. Y cuanto más se dilata la vuelta, más sonado es su regreso y mayor el precio por verle torear. En Alicante, segunda de las dos únicas tardes previstas este año en España (la primera fue Jaén), las entradas se agotaron en apenas 30 minutos. Pese a su importante caché -algunos medios hablan de 800.000 euros por encerrarse con cuatro toros- el retorno por donde pasa es incuestionable. Hoteles y restaurantes completos, taxistas trabajando a destajo, el comercio abierto antes y después de la faena, movimiento en la calle.

Aunque siempre evitó las ganaderías duras (Miura, Victorino,…), se le tacha de torear al límite de su integridad, lo que cimentó el absurdo mito de que deseaba morir en el ruedo, leyenda que su admirado Juan Belmonte, al que se atribuía idéntica falacia, dejó claro a Valle Inclán: 

- ¡Juanito, no te falta más que morir en la plaza!

- Se hará lo que se pueda, don Ramón.

Decía Belmonte que «se torea como se es». Baste la frase para saber, por tanto, que José Tomás también debe de ser como torea, aunque como atribuyen a Rafael Guerra que dijo sobre el Pasmo de Triana, «darse prisa a verlo torear, porque el que no lo vea pronto no lo ve».