Hay que estar prevenidos. Existen muchos asteroides que no se han descubierto todavía. Y en algún momento, como también ha ocurrido en el pasado, aunque no se sabe cuándo, pueden encontrarse en la órbita de la Tierra, con el peligro que conlleva de una posible colisión. Investigadores de la UA integran una misión de la NASA que precisamente lo que persigue es el máximo control posible y previo frente a una colisión espacial de envergadura.

La madrugada de este martes está previsto que una nave auto dirigida colisione de forma controlada con un asteroide, y los científicos de Alicante se pondrá manos a la obra para, en los próximos días y semanas, seguir midiendo los cambios por mínimos que sean del satélite, para enviar posteriormente las conclusiones a la NASA.

Adriano Campo coordina el equipo de Ciencias Planetarias del grupo investigador de Astronomía y Astrofísica de la UA, en el Instituto Universitario de Física Aplicada a las Ciencias y las Tecnologías. Son los que se encargan de estudiar las consecuencias de la citada colisión sobre el asteroide a partir de la toma de imágenes que se obtengan tras este choque controlado.

Ciencia de datos

Campo avanza que aunque como tal la Universidad no es que participe en la citada misión, el trabajo de investigación sobre modelos numéricos que llevan cabo en el equipo de Ciencias Planetarias ayudará a los científicos de la misión Dart a predecir futuras situaciones de este tipo tras interpretar los resultados.

“Son modelos por ordenador para entender la deformación del cuerpo, o la cantidad de polvo que puede salir de la colisión”, explica el científico.

Las mediciones del equipo alicantino se van a prolongar días y hasta semanas, precisa, a través de las imágenes obtenidos por los telescopios, para que se puedan sacar conclusiones sobre el alcance del desvío.

Tanto la sonda de la NASA de la que participan institutos de investigación de EE UU, así como otra más pequeña italiana que se desprenderá, permitirán observar desde lejos los efectos de la colisión a modo de una pluma de fragmentos y así tomar nota de los posibles efectos a partir de los datos que recopilen los científicos desde Alicante.

Los aficionados, por su parte, “podrán observar con sus telescopios el tipo de cola que se forma tras el impacto”, como precisa Campo, algo que resulta bien llamativo también.

Cambio de órbita

Científicos de todo el mundo, por tanto, están pendientes de esta ambiciosa misión internacional cuyo objetivo es comprobar si se puede cambiar la órbita de un asteroide en los casos en que pueda suponer una amenaza para la Tierra.

Pero el trabajo de mayor peso en este proyecto tendrá lugar, como señala Adrián Campo a preguntas de este diario, con la misión europea asociada a la americana prevista en 2024, porque será cuando se lance la nave espacial Hera que está diseñada para medir tanto la masa como la estructura interna y hasta los efectos de la colisión sobre la superficie de Dimorphos, el satélite de unos 160 metros de tamaño donde va a impactar la nave.

Las últimas cuatro horas de vuelo la sonda irá a unos 10.000 kilómetros por hora, de forma ya autónoma, sin órdenes desde la tierra, y su algoritmo tiene que ser capaz tanto de reconocer el objetivo como de colisionar en el asteroide donde toca, abunda Campo.

Lo que ponen en práctica es un test para comprobar “un instante prudente”, en el momento en el que la sonda ya está más cerca del asteroide que la Tierra.

Los científicos quieren demostrar si nuestra civilización tiene la tecnología adecuada como para desviar unos cuantos centenares de metros a un asteroide que figure en la ruta de colisión de la Tierra.

El impacto que van a provocar se anunció en su día para los últimos compases de 2022 y ha llegado el día, o mejor dicho la madrugada.