Es recurrente ver en medios y redes sociales publicaciones que recopilan los estadios y campos más recónditos, extraños o singulares que se pueden encontrar en los sitios más insospechados. Monumentales construcciones en algunos casos, humildes pistas en otros, pero todas ellas tienen algo en común: su respeto por el lugar en el que están. Estos campos se integran como un elemento más del relieve y de la historia que posee el paraje que les rodea, y son un buen ejemplo de cómo algo tan minúsculo como el fútbol puede literalmente dejar una positiva huella en el planeta. Templos construidos en honor al balompié a los que se les podría unir una coqueta cancha de fútbol sala que hay en Alicante.  

Entre las pistas que siempre aparecen en los rankings de campos más fascinantes del mundo, se puede encontrar de todo. Algunos parecen el corazón que hace latir el núcleo urbano que les envuelve, otros dan la impresión de ser tesoros que la naturaleza ha decidido esconder entre el mar o la montaña, y hay hasta uno que convive con una vía de tren instalada en el espacio que le separa de la grada y que hoy en día aún está en uso... Todos ellos tienen bien ganada su distinción, pero ninguno está levantado sobre los terrenos de una fortaleza.

Para ser más exactos, sobre el monte en el que se levanta el castillo de Santa Bárbara, icono eterno de la ciudad de Alicante. Así es, la pista a la que nos referimos se puede encontrar al pie de la atalaya, en concreto, en las inmediaciones del Parque de la Tuna, situado en las faldas del Benacantil. La superficie elevada sobre la que está asentada hace que no sea visible desde la Avenida de Jaime II, que discurre a pocos metros de donde se encuentra la cancha, que desde una perspectiva aérea, parece poco más que una pequeña mancha verde en las primeras laderas del cerro alicantino.

Su magnífica ubicación no es lo único que llama la atención de este campo, que cuenta con una pequeña grada y sobre todo, con unas polémicas porterías que también están presentes en otras pistas de la ciudad y que provocaron numerosas quejas el día que se anclaron al suelo. Su innegable parecido con una jaula levantó cierta indignación entre padres y amigos de las pachangas, pero el Ayuntamiento de Alicante lo dejó claro: cumplen la reglamentación de la FIFA y además, son antivandálicas.

Panorámica de Alicante desde la carretera que da acceso al castillo de Santa Bárbara y desde la que se puede ver la cancha Google Maps

Al ser piezas totalmente metálicas, la sensación de marcar un gol en ellas es distinta, ya que se pierde el placer de sentir cómo el balón besa la red. Y evidentemente, esa particularidad resta cierto encanto a la práctica del balompié en esta pista. Pero si hablamos de encanto, la verdad es que este campo tiene razones para ir sobrado de ello.