Un barrio con ojos en el que nadie quiere ver, con rostros que prefieren pasar desapercibidos y con calles que parecen deshabitadas. Algunos vecinos del barrio del Cementerio nos advierten antes de ir de que va a ser difícil poder hablar con alguien, pero que preguntemos a los floristas de la plaza y en el bar. Ni esos vecinos que nos advierten ni ningún otro quieren dar su nombre o salir en las fotos. Los comerciantes, tampoco. Ni el suyo ni el de su negocio, por miedo a las represalias: "No es que tenga que pasar nada, pero prefiero no salir", nos dice el trabajador de una tienda de mármoles. Otro, de su competencia, directamente no quiere mediar palabra: "Si me ve el jefe aquí hablando me va a decir de todo", asegura, aunque no hay clientes ni en ese local ni en ningún otro de la plaza.

El bar sí cuenta con algunos parroquianos almorzando y leyendo el periódico, pero la mitad de las mesas están vacías y los clientes, atendidos. Cuando decimos que queremos hacer un reportaje para el periódico y contar cómo es el barrio más allá del día de Todos los Santos, nos comentan que es una jornada de mucho trabajo y que no pueden hablar.

Un florista prepara unos arreglos ornamentales. PILAR CORTÉS

Una trabajadora de una de las floristerías sí está dispuesta a hablar, pero sin que salga su nombre ni su cara: "Aquí no vienen los taxis por la noche. No podemos ni pedir una pizza si un día salimos tarde", asegura. El negocio de las flores entra ahora en un punto muerto hasta Navidad: "Cada vez hay más personas incineradas. Además, las coronas de flores cuando fallece una persona las hacen las propias aseguradoras. Nosotros solo tenemos peticiones en ese sentido en algunas ocasiones, como cuando fallece una persona joven". Todas las tiendas, sin embargo, cuentan con multitud de ejemplares. Su otro gran problema es el agua. Ahora, asegura que les llega aunque con poca intensidad, pero en otras épocas han tenido que reclamar su suministro.

El otro gran negocio en los aledaños del camposanto es el del mármol, que se ha encontrado con problemas a la hora de relacionarse con algunos de lo vecinos: "Me he encontrado material del negocio en la chatarra. Cada día que abro la persiana no sé cómo me voy a encontrar el local".

Problemas con los comercios

Muchos de los establecimientos cuentan con una parcela que actúa como patio trasero, pero la mayoría de ellos prefieren desentenderse de ella por la cantidad de problemas que genera. "Una vez estaba cortando unos materiales con una radial y la máscara puesta y de repente vi lo que parecía una nube de polvo. Cuando me quito la máscara, vi a un tipo que al verme con la radial salió corriendo y saltó un muro. Salí a la calle y estaba la policía, buscándole a él", relata un marmolista. En uno de los comercios de flores, directamente aseguran que no utilizan el patio trasero porque se cuelan constantemente personas allí.

Un vecino, con palés junto a una vivienda. PILAR CORTÉS

Los vecinos, por su parte, cuentan una historia diferente. Aseguran que es un sitio tranquilo y que no hay problemas, aunque prefieren que no les hagamos fotos. Varias asociaciones trabajan para mejorar la vida de las personas de etnia gitana que allí viven, con tal de reducir la discriminación hacia ellos y que tengan una mejor calidad de vida. Al mismo tiempo, y pese a que es un viernes, en muchas de las casas se asoman niños en edad escolar que no está en el colegio.

Barrio en abandono

La sensación que ofrece el barrio no es la de inseguridad, sino la de abandono. Sofás y palés se acumulan en las aceras, mientras que residentes y comerciantes coinciden en un punto: la falta de actuación salvo en el mes de octubre, antes de Todos los Santos: "Vienen y limpian toda la calle de abajo a arriba, pero el resto del año, ¿cuándo pasan?", se queja uno de los vecinos. El dueño de un establecimiento indica que ahora, tras el festivo, la calle parece limpia, pero vaticina que en unas semanas volverá a estar llena de colchones y de muebles que no se sabrá de dónde han salido. La UTE, por su parte, señala que el barrio del Cementerio se limpia todos los lunes, miércoles y viernes con barrido mecanizado.

La droga es uno de los asuntos que genera más polémica en el barrio. Los residentes que quieren hablar dicen que allí no hay nada de eso, que es un problema que viene de fuera. El dueño de varias naves, sin embargo, relata una situación que tuvo lugar en una de ellas: "Vinieron dos policías de la secreta y me preguntaron si la nave era mía. Yo les dije que sí, pero que no la usaba desde hacía tiempo porque sabía que la gente se colaba y prefería dejarla sin usar. Les ofrecí verla, pero me dijeron que mejor fuera yo solo. Cuando fui a la nave, estaba vacía, como la había dejado, pero los policías me dijeron que habían entrado, la habían utilizado para cultivar marihuana con luz enganchada y la habían sacado en menos de dos meses. Aquí hay que ir con muchos pies de plomo", subraya.

Pobreza en el Cementerio

La renta media por persona es una de las más bajas de todos los barrios de Alicante, 8.382 euros, según el Instituto Nacional de Estadística; y más del 28% de las personas tienen unos ingresos anuales inferiores a los 7.500 euros.

"Aquí estamos abandonados. Sí, hay suciedad, pero entre nosotros tenemos una buena convivencia y es tranquilo, lo que pasa es que nunca se hace nada. No hay parque, lo que se supone que es el parque es un sitio al que yo no llevaría a mis hijos", apunta uno de los vecinos más veteranos del barrio. Otros, directamente, prefieren no decir nada porque están "cansados de las falsas promesas" por parte de los representantes públicos.