Discapacidad en Alicante: Protagonistas de sus vidas

El centro San Rafael de Alicante cumple cuarenta años trabajando para que personas con discapacidad puedan llevar una vida lo más independiente posible

J. A. Martínez

J. A. Martínez

Que cada persona con discapacidad puede tener su propio proyecto de vida. Éste ha sido uno de los principios con los que ha venido funcionando el Centro San Rafael de Alicante que este año se prepara para celebrar los eventos por su 40 aniversario. Cuando se va a acercando al medio siglo de funcionamiento, en la actualidad atiende a un total de 120 personas con discapacidad entre la residencia, el centro de día, los pisos y otras actividades que buscan facilitar su integración social. La directora del centro Ana Carratalá admite que ninguno de ellos llegará a tener una vida autosuficiente, pero el objetivo es conseguir que puedan ser independientes para poder tomar decisiones sobre su propia vida. Y darles un hogar donde sean felices.

El centro empezó a funcionar el 3 de diciembre de 1982. Casualmente, años después el 3 de diciembre pasó a ser el Día Internacional de la Discapacidad. El paréntesis que impuso la pandemia impidió que la efemérides por este aniversario redondo pudiera celebrarse en condiciones en San Rafael. Ni siquiera pudieron plantar la Hoguera que tradicionalmente se levantaba en el recinto, a causa de un brote. Y el año anterior, el virus se llevó a tres de sus residentes. Con el 2023, se disponen a celebrar este cumpleaños por todo lo alto, con actos a lo largo de todo el año. Y una de las actividades previstas será la publicación de un cuento que pretende ser el legado de la vida de quienes han encontrado estas cuatro décadas un hogar entre sus muros. Cómo ha cambiado la mirada de un grupo que empezó atendiendo a discapacitados y ahora atienden a personas.

Las circunstancias de la puesta en marcha de estas instalaciones tuvieron un tinte más dramático y forma parte de oscuros pasajes de la historia de esta provincia. La apertura fue consecuencia del cierre de otras instalaciones en El Verger, donde vivían algunos de ellos en unas lamentables condiciones de abandono. Una voluntaria y un hermano jesuita empezaron a moverse para buscar ayuda a estos internos y así contactaron con el Patronato San Francisco de Borja, que gestionaba el sanatorio de leprosos de Fontilles. Aunque no sabían nada sobre la discapacidad, se involucraron en tratar de ayudar y así se constituyó el Patronato San Francisco de Borja, que logró que la Diputación les cediera en la Santa Faz el suelo donde hoy se levanta el Centro San Rafael. Una parcela de 30.000 metros cuadrados. La residencia ocupa 4.000 metros y el centro de día, donde realizan actividades los discapacitados que viven con sus familias, otros 700 metros. Se trata de una fundación privada sin ánimo de lucro que cuenta entre sus miembros tanto con la Diputación como con el Ayuntamiento de Alicante. En el centro trabajan 125 personas entre cuidadores, monitores, personal administrativo y de limpieza, para garantizar los cuidados las 24 horas del día, los 365 días del año.

En total llegaron cuarenta personas con discapacidad del centro clausurado, una población que con los años ha ido creciendo hasta formar una verdadera gran familia, con personas de entre 18 y 92 años de edad. Algunos de aquellos primeros residentes todavía siguen allí. Entre los internos hay personas con distintas discapacidades intelectuales de variadas etiologías: síndrome de Down, autismo, parálisis cerebral... y que requieren de muchas necesidades de apoyo por problemas motrices o neurológicos. Un porcentaje importante incluso además de su discapacidad presentan problemas de enfermedades mentales y trastornos de conducta que provoca que necesiten apoyo continuo para evitar que puedan hacerse daños a ellos mismos o a otras personas.

Ana Carratalá habla sobre los 40 años de Centro San Rafael

Pilar Cortés

Cambio social

No faltan los casos en los que el interno no tiene familia, a veces por abandono, otras porque murieron. Pero conforme han pasado los años, las situaciones de desamparo son cada vez más excepcionales. En ocasiones, algunos de los que acudían a ellos se trataba de familias que se veían desbordadas porque nadie les había explicado o formado para hacerse cargo de ellos. "Ha habido una evolución en las familias que acuden a nosotros. Antes los traían a la residencia para protegerlos, ponerlos a salvo", señaló la directora del centro. Ahora, se reclaman unas atenciones más inclusivas.

En primer lugar, en el centro se les ofrecen actividades terapéuticas, como fisioterapia, acompañamiento psicológico, enfermería, etcétera. El otro gran bloque de actividades son las ocupacionales, con talleres que pueden ser artesanía, cocina, lavandería, cocina, cerámica, jardinería... "Se trata de que encajen con los gustos de la persona y que puedan aprender habilidades", explica Ana Carratalá. Hay programas personalizados que van más allá de las meras manualidades.

Por último se desarrollan toda una serie de actividades lúdicas que incluyen música, danza, teatro, todo lo que tiene que ver con lo creativo de la persona. Entre estas se incluyen también el deporte, ocio, salidas para ir de compras o a tomar algo. En este sentido cada vez cobran más importancia las actividades que se hacen en la comunidad. Entre ellas destaca la ayuda a entidades como Cruz Roja o Cáritas para ayudarles a repartir bolsas con alimentos entre los más necesitados; o ir de visitas a residencias de ancianos. Entre las personas con discapacidad que ya han empezado a vivir en los dos pisos de Alicante que dependen de la fundación, han llegado a aprender a prepararse su propia comida y otras actividades domésticas.

Socializar

Tan importante como estas actividades es el conseguir crear entre todos ellos vínculos afectivos y que socialicen. "El setenta por ciento de las personas discapacitadas no tienen amigos", señala Carratalá, motivo por el que esta faceta social está muy presente, potenciando el que puedan celebrar el cumpleaños, o puedan salir al cine, de excursión o a tomar un café y pasar un rato con otras personas. En San Rafael han encontrado un lugar donde ser felices y ser protagonistas de sus propias vidas.