Entrevista | Milagros Molina Psicoanalista

"Convertir a los niños en chicos multitarea sin tiempo para jugar, trae consecuencias psicológicas"

La psicoanalista alerta de que se carga a los niños de multitud de tareas, mientras se les da acceso a las nuevas tecnologías sin ninguna supervisión

Milagros Molina este lunes en Alicante antes de su conferencia en la Sede Universitaria.

Milagros Molina este lunes en Alicante antes de su conferencia en la Sede Universitaria. / Rafa Arjones

J. A. Martínez

J. A. Martínez

Una sociedad que está dejando a los niños sin tiempo para vivir y disfrutar de su infancia. Éste fue el tema de la Mesa Camilla organizada por la Asociación Infancias este lunes en la Sede Universitaria de Alicante y que contó con la psicoanalista Milagro Molina como ponente. Esta experta ha alertado de que estos tiempos acelerados tienen secuelas psicológicas que aparecerán de alguna manera en la adolescencia.

Pregunta: ¿En qué consiste la adultización?

Respuesta: En nuestra sociedad parece que hemos eliminado el tiempo de la infancia, como si estuviéramos quemando etapas aceleradamente. Como si la infancia tuviera que rendir, y exigirles que desde ya sean emprendedores, creativos, que dominen idiomas, que tengan una identidad sexual clara y al mismo tiempo parece que los tenemos que llevar como algo controlado y evaluable. Debemos mirar hacia la infancia como un tiempo para comprender, para desarrollarse, para jugar. Que no se nos olvide que necesitan el acompañamiento, la mirada y la escucha del adulto. No tienen que darse un tiempo acelerado como el que llevamos nosotros. Los hemos convertido muchas veces en chicos multitareas y yo encuentro muchas veces cuando me llegan a la consulta, que tienen que buscar el hueco entre todas las actividades extraescolares, como si una terapia fuera otra extraescolar más. El otro día le preguntaba a un chico de once años que cuándo jugaba y él le dio la risa porque no tenía tiempo para jugar.

P.: ¿Cómo se detectan estos comportamientos?

R.: Es algo que aparece detrás de las consultas que nos hacen, no es que te consulten directamente por esto. Suelen consultar por otros aspectos, por miedo, sintomatologías de tipo obsesivo, o por hiperactividad. Pero lo que vemos detrás en muchas ocasiones es ese no tener tiempo para ser niños. Tenía que ver con otros aspectos porque las ciudades tiene muy poco espacio para salir a la calle tranquilamente. También aparece detrás de ello toda la conexión que hay con las nuevas tecnologías, donde parece que ya no hay filtro. No está el adulto como mediador de algunas cuestiones que no deberían ser de fácil acceso para los niños.

P.: ¿Cómo afloran estos comportamientos?

R.: Es algo que deducimos los terapeutas cuando nos llegan, pero también en la escuela. Muchas veces los profesores detectan cuando un niño va sobreexigido. Lo que ocurre a un niño tiene que ver con lo que le está pasando con los padres, con la familia, con la escuela, en el entorno en el que vive. Los terapeutas lo trabajamos así, no como un síntoma aislado.

«No podemos mantener a los niños con agendas cargadas de actividades y exigirles excelencia en cosas que no logramos en su día»

P.: ¿Qué consecuencias puede traer esta adultización?

R.: Sin ánimo de ser catastrofista, si le mantenemos una agenda de adulto cargada de actividades y les exigimos excelencia la mayoría de las veces en cosas que nosotros mismo nunca hemos logrado, pues si les dejamos solos ante las pantallas, pero sobre todo ante sus miedos, sus angustias, sus conflictos, si no ponemos normas y límites que les ayuden a saberse cuidados y respetados, si les limitamos el tiempo para jugar, para curiosear pues ahí es muy posible que nos encontremos a niños sin infancia y van a aparecer malestares que son más propios de los adultos. Sintomatologías como hiperactivización en muchos ámbitos, sintomatologías obsesivas, depresiones. Si los dejamos un poco huérfanos de padre o madre van a tender como a repetir, porque sí sabemos que lo que no se ha vivido en la infancia, luego se va a reactivar en la adolescencia y ahí puede dar lugar a conflictos más difíciles de resolver o mayor infelicidad.

P.: ¿Pueden estar algunos padres estar usando a sus hijos para cumplir metas que no cumplieron?

R.: A veces es lo que nos encontramos. No quiero demonizar la situación de nadie. Ser padre no es fácil, no lo ha sido nunca y ahora incluso es algo más complejo. Destacaría que me encuentro cada vez más, padres hombres cada vez más cuidadores y que se atreven más a mostrar lo afectivo. Pero en otras ocasiones, sí que es "tu vas a jugar al futbol, como yo no pude triunfar", "tu vas a jugar a este deporte como yo no pude". No de forma consciente, es algo que nos sale inconscientemente y es muy humano.

P.: ¿Se podría evitar de alguna manera?

R.: Cuando acuden al terapeuta, a los psicólogos a veces también con otros profesionales , los padres lo hablan. A partir de decir en voz en alta cuando llevan una preocupación por el hijo, la escucha pone en evidencia lo que cada uno lleva dentro. Y ahí empezamos a mover otras cosas.

«Que un niño sepa usar un móvil, no quiere decir que le vaya a hacer un buen uso, debe ser con supervisión adulta»

P.: ¿Qué criterios tiene que seguir un padre a la hora de poner límite a las nuevas tecnologías para sus hijos?

R.: Cada vez vemos más a niños de menos de dos años con el móvil en la mano, con la idea de que se entretienen o de que es muy listo porque sabe usarlo. Pero el que sepan usarlo no significa que sepan hacer un buen uso. Y desde luego no solos. La OMS recomienda que nunca antes de los dos años y medio se les deje solos ante las pantallas, sino que se les facilite el juego y la interacción con los adultos. En la escuela, cada vez más se usan tablets, pantallas digitales, pero ahí lo hacen de la mano y el acompañamiento de un maestro. En casa también, si se utilizan tiene que ser con la supervisión de los padres. De lo contrario, los ponemos al cuidado de algo virtual. La mayoría de las veces desconocido para los padres y eso es peligroso. Porque no sabemos en la mayoría de los casos a veces dónde se meten, precisamente porque saben. Por ejemplo había un estudio de la ONU de 2015 que ya decía que los mayores consumidores de pornografía eran niños de entre 9 y 12 años.

P.: ¿Entran los videojuegos en esta categoría de cosas que no son adecuadas a la edad pese a que es una manera de jugar?

R.: Hay que saber cuáles son apropiados para la edad y cuáles no. Yo no demoniza a los videojuegos, es un medio más de nuestra época y hay algunos muy divertidos. Pero los padres son los que tienen que saber para qué edad. Está bien que los padres prueben primero, observen primero, para si entran dentro de sus valores de la ética de cada familia.

P.: ¿Las adicciones a la tecnología son otra manifestación de la adultización?

R.: Si hay una adicción, quizá es que ha habido una sobreexposición sin esa ayuda del adulto, Quizá se están agarrando a algo porque hay algo que falla interiormente. Posiblemente van de la mano. No quiero decir que cada vez que haya un abuso de la tecnología eso vaya a derivar en una adicción. Influyen otras muchas cosas pero si no hay ese acompañamiento para que el adulto tenga una mirada sobre lo que ve el hijo, también sobre el hijo y escucharle, pues ahí sí que lo dejamos un poco perdidos ante lo desconocido.

«Tener fijados unos límites claros, ayuda a nuestros hijos a sentirse seguros y en buenas manos, no al contrario»

P.: ¿Qué otros riesgos tienen ese uso sin control de las nuevas tecnologías?

R.: Es importante que miremos que también les convierten en consumidores, que los padres nos hemos convertido muchas veces en proveedores. Recibimos mensajes publicitarios por todas partes y ellos también. Como si no nos atreviéramos a poner normas y límites adecuados a cada edad, sino llevamos ese acompañamiento y ese control se acostumbran a no tolerar frustraciones porque todo está alcance de un clic. Tener límites claros les ayuda a sentirse seguros y en buenas manos, no al contrario.

P.: ¿Se han convertido los influencers en educadores de estos niños?

R.: Es un problema para los adolescentes y, especialmente, para las chicas porque lo que ven en pantalla se asume que es algo que es así. Como pasaba antes con la televisión. Causa estragos en cómo los exponemos y las redes y todo lo que tiene que ver con la imagen, lo que a veces lleva a problemas de acoso, con la alimentación.