Gent de la Terreta

El Jabonero y la finca de la Marquesa

Paco Marcos: Presidente y Fundador del Grupo Marcos

El Jabonero y la finca de la Marquesa

El Jabonero y la finca de la Marquesa

Toni Cabot

Toni Cabot

«Con el arte de Curro Romero y el valor de El Cordobés ha nacido un torero: De nombre, El Jabonero».

La crónica taurina del «Dígame», una revista semanal de la España del franquismo, alimentó el sueño durante un tiempo, pero el novillero Paquito Marcos, apodado «El Jabonero», no tardó mucho en aceptar que en el mundo del toro una cosa es la afición y otra vencer al miedo.

Nacido en Media Legua, una pedanía compartida por Orihuela y Redován, al menor y único varón de los siete descendientes de Antonio Marcos -un tratante de ganado que había heredado el apodo de su padre, vendedor de jabones- y Rosario Ferrer, una hermosa mujer de la familia de los Chulibes-, se le metió bien pronto entre ceja y ceja la obsesión de torear para convertir en realidad el sueño de su padre: comprar la finca de la Marquesa de Arróspide, conocida como Finca Lo Valenciano, la mejor hacienda de regadío de la Huerta.

No fue fácil convencer a Antonio, pero al final, tras una fuga quinceañera para tentar en una finca de Albacete, el cabeza de familia acabó cediendo:

-Está bien, hazte torero. Pero mira lo que te digo, Paquito: Si le pasa algo a tu madre, te mato.

Por ahí empezó una corta aventura taurina, con debut con picadores en la plaza de Orihuela completando cartel con Tinín, Pepe Teruel y la rejoneadora Amina Asís, hasta hacer el paseíllo con suerte dispar en una docena de ruedos junto a su inseparable Pepiso, un banderillero oriolano que apostó por un triunfo que nunca llegó.

Fue Corrochano, uno de los grandes críticos taurinos de la época, el primero que abrió los ojos al joven Paquito durante una tertulia taurina en la cervecería Alemana de la madrileña plaza de Santa Ana.

-Mira, chaval, este mundo es muy difícil. Lo mejor que hay en la plaza es el toro… y siempre sale arrastrado.

Con todo, lo que realmente alejó al Jabonero del arte de Cúchares fue el miedo, la percepción del peligro real que le provocaba llagas en la boca cada vez que se disponía a salir al ruedo. En esos instantes, nada más dejar el hotel, el toreo perdía todo su encanto.

Así que «El Jabonero» acabó aceptando la realidad, colgó los trastos, se cortó la coleta sin tomar la alternativa y regresó a Orihuela para trabajar en Frimar, un taller mecánico dedicado a la compraventa de coches que su padre había puesto en marcha junto a uno de sus yernos.

En ese punto de salida comenzó una carrera fulgurante en los negocios, centrada en el mundo del motor, que se inició comprando automóviles de segunda mano en Barcelona para revenderlos en la Vega Baja, partiendo de una póliza de cien mil pesetas.

La desenvoltura de Paquito en esas lides, fajada siendo un niño de la mano del padre -del que aprendió, incluso, a desenvolverse con soltura en caló gitano durante la primera época de tratante de ganado- suplantó la formación académica. De hecho, no tardaron en llegar las ofertas para asegurar el futuro. La primera, la de la casa Citröen, que le puso delante un sustancioso contrato como delegado provincial.

Sin embargo, por ahí volvió a emerger la figura de Antonio, que, viendo las trazas de su único hijo varón, le dejó caer si estaba dispuesto a conformarse a esas alturas de su vida únicamente con un buen salario, descartando toda posibilidad de prosperar más allá.

El comentario provocó el efecto deseado, así que Paco siguió camino por su cuenta hasta caer en gracia a Juan Echevarría, presidente de Nissan Motor Ibérica -exsuegro de Joan Laporta, actual presidente del FC Barcelona- a quien convenció para quedarse como concesionario de Motor Ibérica-Ebro y la Morris para Orihuela y comarca, marcas que le catapultaron en el mundillo de la locomoción y allanaron el camino hacia su sueño dorado: la compra de la finca Lo Valenciano en la Media Legua.

Aquella anhelada operación llegó en la década de los setenta, tras pagar 257.000 pesetas por cada una de las 500 tahullas de una hacienda que su padre, fallecido unos años antes, no pudo disfrutar como suya. Por ello, nada más firmar la escritura de la nueva propiedad, Paco, invadido por la emoción, buscó a su madre para dar un paseo en coche sin desvelar el destino.

-Paquito ¿qué hacemos aquí? Estos son los terrenos de la Marquesa.

-No, madre. Esta finca ahora es suya.

A esas alturas, el empresario oriolano ya circulaba sin freno en el mundo del motor. La red de venta de coches siguió creciendo y se amplió con Nissan, Peugeot, Citröen, Pegaso, Audi, Volkswagen y Opel, entre otros, alcanzando los cinco mil vehículos y 600 empleados en 1999, con la empresa colocada en el ranking de las mil sociedades con mayor facturación del país.

Aquel año, antes de estrenar el nuevo siglo, Paco decidió ceder el testigo del negocio del motor a su hijo mayor, ahora convertido en un destacado empresario que, dos décadas después, ha multiplicado las cifras hasta colocar el listón en 40.000 coches, dos mil cien empleos y más de mil millones de euros de facturación anual.

Mientras tanto, durante las últimas dos décadas, el otrora torero volcó su tiempo y esfuerzo en la promoción de suelo.

Marcos ya había hecho sus pinitos en el sector del ladrillo al frente de Procumasa junto a Valentín Botella, etapa que le valió para acumular experiencia, así que cuando se empleó de lleno en el sector, puso sus cinco sentidos en promover en las playas de Orihuela.

Por ese tiempo tomó forma su proyecto estrella: La construcción de la Zenia, el mayor centro comercial de la Comunidad Valenciana, su gran apuesta en la costa oriolana.

Un viaje a Estados Unidos, concretamente a Los Ángeles, para sondear el mercado, inclinó la elección tras quedar prendado del complejo Fashion Island, un lujoso centro de compras en Newport Beach.

Así nació La Zenia, 250.000 metros cuadrados de centro comercial al aire libre, cien mil metros para arrendar y 3.700 plazas de aparcamiento.

Las atractivas cifras del complejo oriolano captaron la atención del grupo Mulliez -familia francesa propietaria de Alcampo, Leroy Merlin y Decatlon-, que, a través de la sociedad Inmochan, realizó una oferta y llegó a un acuerdo para adquirir el proyecto diseñado por Paco Marcos.

Hoy, La Zenia luce como un centro comercial de referencia tras registrar 14,6 millones de visitas en 2022, convirtiéndose, según directivos de la empresa, en uno de los más destacados de los 350 que poseen los Mulliez.

Mientras tanto, Paco sigue a lo suyo, y en lo suyo («cuando el pato sale del agua hace el ganso», suele decir), incapaz de parar («lo que he hecho no hubiera sido posible sin trabajar catorce horas al día», aclara), combinando negocios, familia y amigos, y mirando de reojo a la agricultura, otra de sus pasiones, con el cultivo de 270 hectáreas de limón, mandarina y naranja entre Torrevieja, Orihuela y Torremendo, un negocio que reporta más satisfacción que beneficio.

Pero no importa, la tierra le toca la fibra. No en vano todo empezó con un sueño, un deseo hecho realidad: el de la finca de la Marquesa de Arróspide.