Cuando el Aeropuerto de Alicante-Elche se transforma en un hogar
Personas sin hogar convierten durante años la terminal alicantina en un lugar seguro y bien acondicionado para vivir, un espacio en el que se resguardan de los peligros de la calle

Rafa Arjones
Un hogar donde menos lo esperas. El Aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández no solo es estos días de verano uno de los espacios de tránsito más importantes de la provincia. Es también un refugio. Como si de una versión real de la película «La Terminal» se tratase, para algunas personas sin hogar, este concurrido aeropuerto se ha convertido en un hogar seguro y acogedor. La terminal alicantina no solo acoge a pasajeros con planes de vacaciones o negocios. Entre sus paredes de vidrio y su suelo de mármol, también habitan personas sin hogar que han transformado la terminal en un hogar permanente.
Aquí, entre turistas apresurados y viajeros con destino fijo, dos personas sin hogar llevan años viviendo en el aeropuerto alicantino. Son Paul, un hombre de origen polaco que lleva siete años residiendo en esta terminal, y Steve, un inglés de 66 años que hace casi un año fijó su domicilio en el aeropuerto alicantino. En los pasillos de la planta de llegadas estos dos hombres han encontrado un lugar en el que, el paso del tiempo se mide no por la llegada de vuelos, sino por la rutina diaria.
Así, los días de Steve y Paul transcurren con cierta previsibilidad. Ambos duermen hasta pasadas las 9.00 horas en unos bancos ubicados en el ala derecha de la planta de llegadas. Un espacio al que llegan pocos viajeros del aeropuerto, cerca de los aseos y de una cafetería y en el que, curiosamente, las pantallas que informan sobre la llegada y salida de vuelos están apagadas. En este espacio es donde estas dos personas sin hogar pasan la mayor parte de sus días y donde han aprendido a convivir con el ruido constante de los aviones que despegan y aterrizan, y con el ir y venir de pasajeros que, en su mayoría, apenas notan su presencia entre la multitud.
Paul es uno de los rostros más conocidos entre el personal del aeropuerto. Polaco de nacimiento, este residente del aeropuerto duerme en un banco junto a sus pertenencias, que guarda cuidadosamente en uno de los carritos destinados a transportar maletas. Su historia comenzó hace casi siete años, cuando llegó a Alicante tras dejar Inglaterra debido al Brexit. «Soy polaco de nacimiento, pero pasé diez años viviendo en Inglaterra. Con el Brexit tuve que irme, como mucha gente, y vine a Alicante. Durante el viaje, perdí mi pasaporte y estuve retenido por la policía en la frontera de este aeropuerto, esperando que me dieran uno nuevo. Cuando lo obtuve, no sabía qué hacer, y desde entonces vivo aquí, desde hace casi siete años», relató Paul.
Para estos habitantes del aeropuerto, el sueño de volar a nuevos destinos no se materializa en billetes de avión, sino en la estabilidad que han encontrado en un espacio donde, paradójicamente, todos los demás están de paso. Para Paul, el aeropuerto no es solo un lugar de tránsito, sino un espacio que le ha brindado una cierta calidad de vida. «El aeropuerto es un gran sitio para vivir. Tengo de todo. Si tienes un poco de dinero, puedes comprar comida, una cerveza o tabaco, y no te falta de nada. La gente ya me conoce porque llevo mucho tiempo; incluso la policía a veces me trae comida, nos hemos hecho amigos. A veces me traen ropa o abrigo, y aquí tenemos aire acondicionado, climatización y baño», explicó el polaco.
A pesar de tener una casa en Polonia y una familia que le espera, Paul no planea regresar. «Tengo casa en Polonia, pero no creo que vuelva allí. Me gusta más estar aquí. Si algún día me echan de este aeropuerto, igual me mudaría al de Murcia; creo que allí también se tiene que estar bien», comentó Paul, dejando claro que ha encontrado en el aeropuerto algo más que un simple refugio.
Este vecindario «no oficial» está dotado de las comodidades básicas: baños abiertos las 24 horas, agua potable, aire acondicionado en verano y calefacción en invierno, además de la seguridad que proporciona la vigilancia constante del aeropuerto. Las limosnas de los viajeros y las pensiones que algunos reciben les permiten cubrir sus necesidades básicas sin grandes problemas. En muchos aspectos, este espacio es más seguro y confortable que la alternativa que ofrece la vida en las calles de cualquier ciudad de la provincia.
En el banco frente al que duerme Paul se encuentra Steve, un hombre inglés de 66 años, que desde hace casi un año ha encontrado en el aeropuerto de Alicante-Elche un hogar donde pasar sus días como jubilado. «Es mucho mejor dormir aquí que hacerlo en la calle; yo llevo aquí casi un año y no tengo intención de irme a ninguna otra parte», explicó Steve con voz calmada indicando que: «La vida aquí en el aeropuerto está muy bien, no es perfecta, pero es mejor que estar en otra parte o en la calle».
Steve vive en este espacio de la terminal rodeado por sus pertenencias. Una bolsa de deporte, un saco de dormir o una tetera eléctrica en la que calienta agua aprovechando que el banco sobre el que descansa se encuentra junto a un enchufe. «Es el lugar más cómodo que hay. Por ejemplo, yo no tengo donde ir. Soy inglés, tengo 66 años, y aquí dentro tengo todo lo que necesito para tener una vida cómoda: tenemos baño, tenemos aire acondicionado y comida» subrayó Steve, quien recibe una pensión que le permite subsistir sin mayores sobresaltos.
A diferencia de Paul, Steve nunca se vio atrapado en un limbo legal; simplemente eligió este lugar para vivir durante un tiempo y ahora no planea irse. «Tengo familia en Reino Unido que no conoce las circunstancias en las que vivo actualmente, pero no me interesa tampoco volver con ellos. Aquí soy feliz y vivo gracias a mi pensión» afirmó el inglés.
Convivencia
Para los empleados del aeropuerto, la presencia de estas personas sin hogar se ha vuelto parte del paisaje cotidiano. Rebeca Martín, que trabaja en una empresa de alquiler de coches cercana a la zona donde suelen dormir, comenta que «es habitual que duerman aquí. Hay mucha gente que duerme en el aeropuerto, pero no dan ningún problema, ellos están aquí y ya está. Es cierto que van cambiando; cada cierto tiempo se van yendo. Hubo uno que vivió años aquí, pero se murió dentro del baño porque padecía del corazón. No interfieren con nada; nosotros estamos aquí y ellos allí, y la verdad, que muy bien», describió Martín.
Un trabajador del aeropuerto, que prefiere no revelar su identidad, relata que «hace muchos años hubo una persona que estuvo aquí 10 años. Vino a buscarlo su familia; tenía dinero, cobraba una pensión buena de su país, pero quería vivir aquí. Ahora quedan dos o tres personas; ha llegado a haber cinco o seis. Hay dos chicos y una mujer, pero hace tiempo que a ella no la vemos. Pero bueno, es lo que digo siempre: yo si no tuviera donde ir y me quedara en la calle, yo me vendría aquí a vivir. Tienes de todo, no pasas frío, no pasas calor, tienes el baño, tienes seguridad. Seguro que te dan de comer por ahí, es el mejor sitio de todos. Y si tienes una pensión y puedes comprar cosas o coger el autobús para ir a sitios, pues mucho mejor» comentó este trabajador de la terminal.
El contraste entre sus vidas y las de aquellos que pasan por el aeropuerto no podría ser más marcado. Mientras unos están inmersos en la prisa por llegar a su destino, otros, como Steve y Paul, han encontrado en este espacio un lugar donde pueden detenerse y, en cierto modo, empezar de nuevo. Para ellos, el aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández no es solo un lugar de tránsito, sino un refugio, un hogar donde pueden encontrar la seguridad que la vida en la calle les niega. La terminal de llegadas, para muchos un lugar de paso, es para ellos el punto de partida.
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