HACE 50 AÑOS | Del 2 al 8 de septiembre de 1974
Al Raval Roig le toca rezar a distancia

Rafa Arjones / Perfecto Arjones
Un barrio engalanado, la calle Madrid decorada para la ocasión, los turistas se detienen porque los vecinos celebran. Todavía hace calor y pocos resisten a mirar y no mojarse. Enfrente, la playa del Postiguet y a la espalda, el Castillo de Santa Bárbara. El Raval Roig celebra sus fiestas de 1974, hay cucaña y niños que apuran el verano mirando de reojo la vuelta al cole, tan deprimente. Las tradiciones se aferran al barrio de Virgen del Socorro, tan singular y auténtico, parte inquebrantable de la Alicante que un día fue y de la que cada vez queda menos.
De un vistazo, se ven jóvenes disfrutando de las carreras de sacos, también hay competición de disfraces e incluso sobreviven los cantarelles, unos botijos llenos de agua que hay que romper a bastonazos y con los ojos cerrados. Diversión. Cae la tarde, se va el sol, tiempo de verbena, aparecen los bocatas. Calamares, mayonesa, una bebida fresca, el aire que no molesta. De noche, un castillo de fuegos. Luego, si se tercia, xocolatà. Entre toda esa paz, una reivindicación vecinal: no hay donde rezar. El Raval Roig necesita una ermita y nadie ha reparado en ello desde la demolición de la primitiva para construir unos edificios.
«La ermita la tiraron y nos prometieron que en seguida estaría construida la nueva, estamos que botamos, es el problema más grave que tiene el barrio», dicen las voces más autorizadas entre los vecinos, todos ellos de origen pescador, como el propio barrio. Aquí todos tienen un mote, seguramente heredado: el americano, el rechol, el meloso, el manco, el casola, el roig de l’illa... Por el momento, quien quiera rezar en un templo deberá ir a Santa María. Hay disparidad de opiniones: «Son quatre carrers», dicen unos. «Ningú vol tornar-se’n per la costereta amunt que pega després», los otros. La pelota, en el tejado del Ayuntamiento.
Sin alejarse del barrio, el resumen del verano que hace Alicante tiene un claro ganador: el castillo de Santa Bárbara. Ha sido el lugar elegido por los turistas, nacionales y foráneos, y en el mes de agosto lo visitaron unas 60.000 personas. En aquel verano de 1974, con septiembre y todo lo que ello conlleva arrancando a cámara lenta, la ciudad veía cómo se modificaba el tráfico en la plaza del Caudillo (hoy, Montañeta). Se anunciaba aquella obra como una urbanización total de la plaza, aunque realmente la gran novedad era la posibilidad de girar con el coche hacia la izquierda en lugar de tener que salir a la Cruz de los Caídos. Además, en esta reforma se añadiría una pantalla de árboles que separaría dicha plaza con la de Calvo Sotelo (solo los alicantinos de pedigrí la reconocerán también como la plaza de las palomas).
Entre tanto, otro de los temas de las tertulias de café era el subidón de precios que había efectuado el parking del aeropuerto. La tarifa había subido de 5 a 75 pesetas, un aumento del 1.500%. Además, los afectados denunciaban que los mejores sitios ya estaban reservados para taxis, empleados y para las empresas de alquiler de vehículos sin conductor. Todo aquello llegaba para quedarse. Otra de las noticias era la llegada de la ley de igualdad jurídica del marido y la mujer. «Es un paso adelante», decía la abogada alicantina Carmen Ayela Samper. Por desgracia, aún quedaban tantos derechos por igualar...
En ese septiembre de 1974 dos acontecimientos deportivos alteraban el monótono ritmo de la provincia. El Club Ciclista Noveldense organizaba el campeonato de España de ciclismo por regiones. El ganador sería el añorado conjunto Kas. También era Alicante el lugar elegido para llevar a cabo el Mundial de petanca. Los participantes (Francia, Mónaco, Túnez, Marruecos, Argelia...) se hospedarían en el Meliá y serían recibidos en un evento especial en el Castillo. Las partidas, de entrada gratuita, se llevarían a cabo en el Club Atlético Montemar. De todas formas, el epicentro deportivo giraría aquel fin de semana en torno al Hércules, que regresaba a Primera División con un partido en el Rico Pérez contra el Murcia. El resultado, mejorable como siempre, un empate a dos. En aquel encuentro no jugaría el recién fichado Giuliano, un defensor argentino que marcaría una época en el club.
Además, el norte de la provincia seguía revolucionada por la presencia de un animal que había asesinado a varios perros en una semana. Ahora un vecino de Callosa d’en Sarrià aseguraba haber visto a un puma paseando por el pueblo. «És un gos gran amb cara de gat», decía el hombre. Los responsables municipales se lamentaban de la difícil orografía del lugar para dar una caza precisa de un animal que calculaban que pesaría unos 60 kilos.
También en Gorga, Millena y Benillup, tres municipios que contaban con 622 habitantes en total, estaban alerta porque Alcoy, Cocentaina y Muro querían depositar en sus aledaños 80 toneladas diarias de basura. Los alcaldes pusieron aquellos días el grito en el cielo. Por su parte, en la Vega Baja el tema era el Segura, siempre mirándolo con recelo por todo lo que dependía de él. Esta vez se acometía una buena limpieza del río para evitar inundaciones y eliminar meandros.
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