RETRATOS URBANOS

Escribir para comprender

Paz Castelló Alberola se dedica a la comunicación desde hace más de tres décadas, como escritora, locutora y periodista; desde hace cuatro años ejerce de secretaria judicial

Paz Castelló Alberola posa en el salón de su casa. |  | KEL CASTELLÓ

Paz Castelló Alberola posa en el salón de su casa. | | KEL CASTELLÓ

Pepe Soto

Pepe Soto

Observa la vida con ojos de escritora. Presta atención a cada detalle de las personas. Vive pegada a una ventana indiscreta. «La vida es mi inspiración porque me presta las mejores historias y me brinda a los mejores personajes». Lleva 35 años contando cosas. Ha publicado cinco novelas. Escritora, periodista, comunicadora y locutora con más de tres décadas de trayectoria, desde hace cuatro años ejerce como letrada en tareas de conciliación en el Juzgado de Paz de La Nucia para registrar nacimientos, matrimonios, defunciones y demás. Sigue escribiendo casi tres horas cada día, siempre por las tardes: «Si algún día abandonara la escritura, dejaría de ser yo misma; sería una forma de morir un poco». Escribe para comprender la vida y a sus protagonistas.

Paz Castelló Alberola (Novelda, 1970) es la quinta de seis hermanos. Su familia se trasladó a Alicante y se estableció en un piso de la calle Pintor Velázquez. Tenía nueve meses. Hasta los 14 años aprendió letras y números con las Hermanas Franciscanas, cerca de casa; estudió bachillerato en el instituto Jorge Juan. Siempre tuvo inspiración artística. Se metió en el teatro, en la escena. Estudió Derecho en la Universidad de Alicante. Se presentó a una prueba de locución en Radio Alicante (SER). Sentada ante el micrófono, cara a cara con Emilio Mora, seleccionador de promesas de la emisora a principios de los años ochenta. Sabía transmitir mensajes de manera agradable, nada excesivos en sus oraciones. Su voz le permitió un trabajo en la radio, en Los 40 Principales, una cadena y pionera en un sistema basado en un lenguaje ágil, dinámico, juvenil y desenfadado. Mañanas en la facultad y tardes de radio con una buena cuadrilla de locutores bastante intrépidos de la época: Nieto de Mix, Nieves Martínez La Bruja, Fele con L y Carlos Cardero El Abuelo, entre otros. Con mucho esfuerzo, se licenció en Derecho en 1996. Siempre le gustó escribir; conserva sus diarios de puño y letra de su infancia.

Lleva más de tres décadas en labores de comunicadora. Tras la Ser, siguió contando cosas en Onda Cero, junto a Lola Torrent y Pepe Requena, y en Ràdio 9, emisora autonómica pública en la que presentó y dirigió varios programas. Trabajó en gabinetes de prensa, en despachos, sin micrófonos: Hércules CF, en los ayuntamientos de Alicante y San Vicente del Raspeig y en varias empresas privadas.

Casada con Ernesto Torregrosa, policía y actor, al que conoció de joven en una función teatral, la pareja tiene dos descendientes, que siguen la tradición de sus padres: una chica, Raquel, de 26 años, licenciada en Bellas Artes, profesora y artista, y Víctor, de 22, que estudia un doble grado de Periodismo y Comunicación Audiovisual en Madrid.

Paz era la literatura en puro estado. Siempre quiso contar cosas que sentía o deseaba. Creó un página web y se puso a ello. Sin prisas. «Escribir es una forma de entender el mundo, una manera de interpretarlo con la intención de entenderlo sin que ese objetivo se consiga en la mayoría de las ocasiones. Me atrevería a decir que ser escritora es un modo de vida».

En 2013 publicó su primera novela: La muerte del 9, con un estilo reivindicativo, dinámico, elegante y cuidado. Y llegaron otros cuatro trabajos: Mi nombre escrito en la puerta de un váter (2017), Dieciocho meses y un día (2018), La llave 104 (2019) y Ninguna de nosotras tendrá compasión. Además ha escrito otras dos novelas bajo pseudónimo, la última el pasado agosto. En 2022 le concedieron el Premio Cultura Alicantina Miguel Hernández de la Diputación Provincial por haber llevado sus obras formatos de audiolibro. «Me hizo especial ilusión», dice. Tres años antes recibió el premio a la comunicación Un soplo de aire del Aula de la Mujer del Instituto de Ciencias y Educación por su labor literaria.

Sus obras no escapan a una profunda visión crítica del mundo, desarrollada en los años de su actividad periodística, y mantienen un perfecto equilibrio entre el misterio y momentos vitales de la gente. «Muchas veces la escritura resulta una catarsis, porque, a través de los personajes, de sus sentimientos, sus miedos y sus frustraciones, el escritor inicia un proceso de sanación personal. Plasmar algo sobre el papel en blanco es como ponerte frente a un espejo y hacer un ejercicio de autocrítica. Por eso muchos lectores se sienten tan identificados con mis textos porque, en el fondo, todos sentimos lo mismo ante la angustia, la desesperanza, la deslealtad o la frustración», comenta Paz Castelló.

«Los escritores somos mentirosos profesionales y, al mismo tiempo, desnudamos la verdad de una forma casi obscena. Jugamos a ser quienes no somos, nos apropiamos de las vidas ajenas y aspiramos a ser inmortales porque sabemos que nuestra obra permanecerá más allá de nosotros». Su marido, Ernesto, le dijo en una ocasión que tenía el «don maldito», porque aunque quisiera jamás podría dejar de escribir «porque estoy condenada a hacerlo». «Si algún día abandonara la escritura, dejaría de ser yo misma; sería una forma de morir un poco».

Durante el confinamiento por la pandemia del Covid-19 «no fui nada productiva. Me dediqué a consumir libros y series porque yo misma emocionalmente tampoco estaba... Con esa situación de estrés no estaba productiva». Poco más tarde, tras un contrato en sede judicial de Alicante, consiguió una plaza de letrada en el Juzgado de Paz de La Nucia. Al frente de la secretaría se encarga, entre otras funciones, de conciliar a personas en asuntos civiles, laborales o de familia, además de anotar en el registro nacimientos, bodas, óbitos, incluso registrar cambios de nombre o apellidos y de sexo.

Sigue contando cosas a diario asomada a una tronera para observar plácidamente la vida, a sus paisanos y el paso del tiempo. «Escribir me hace feliz».

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