Retratos urbanos

Una leyenda del fútbol

El alcoyano Jorge Molina ha marcado más de 300 goles durante sus 23 años como futbolista profesional

El exfutbolista Jorge Molina Vidal posa en el jardín de su casa de Alcoy.

El exfutbolista Jorge Molina Vidal posa en el jardín de su casa de Alcoy. / Pepe Soto

Pepe Soto

Pepe Soto

Ha pisado el césped y tierra de campos de fútbol durante más de 60.000 minutos en sus 23 años como profesional. Ha marcado más de 300 goles desde que debutó a los 17 años con el Deportivo Alcoyano. Ha vivido seis ascensos: Benidorm, Polideportivo Ejido, dos con el Betis, Getafe y Granada. Tiene dos carreras universitarias y espera volver al fútbol un día de estos como entrenador o director deportivo. Hace sólo una temporada que dejó de jugar con el balón. Es una leyenda del balompié. Puede ser uno de los mejores futbolistas alicantinos de la historia, de Alcoy, seguro, con permiso de José Luis Pérez-Payá (Alcoy, 1928 - Madrid, 2022). Un fenómeno.

Jorge Molina Vidal (Alcoy, 1982) estudió en el colegio San Vicente de Paúl regido por monjas. En su patio dio sus primeras patadas y disputó el balón con otros chavales. Sus padres, Bruno, trabajador de la industria textil, y Juani, pronto se dieron cuenta de la pasión de su hijo menor (tiene dos hermanas) por el fútbol. En el instituto Andreu Sempere destacó por su físico e inteligencia en el campo.

El técnico Pepe Aroca, también alcoyano, se dio cuenta del talento de Jorge, de 14 años entonces, que fue a parar al equipo de cadetes del Ontinyent. Dos temporadas más tarde regresó a su pueblo, al Alcoyano Juvenil, que entrenaba José Miguel Antolí. Creció como futbolista y como persona. Debutó con el primer equipo a los 17 años, el 7 de mayo de 1999. Estuvo varias campañas jugando por campitos de la Tercera División con las camisetas del Alcoyano, Benidorm y Gandía, al tiempo que estudiaba Magisterio. En la temporada 2007-2008 fichó por el Polideportivo Ejido, como su amigo Juli Cerdá. Tras su gran trabajo en el conjunto almeriense, Molina fichó por el Elche, en 2010, donde continuó su excelente relación con el gol. En su estancia en el club franjiverde, con Juli como media punta, anotó 26 goles y fue máximo goleador en Segunda División. Su capacidad para finalizar jugadas y su juego aéreo lo convirtieron en una amenaza constante para los defensores rivales. «Moli es un gran compañero y muy profesional; excepcional: nadie le ha regalado nada. Tengo la fortuna de ser su amigo desde nuestros inicios como futbolistas», dice Juli.

En el campeonato 2011-2012, Molina firmó contrato con el Real Betis, que militaba en Segunda División. Su adaptación fue inmediata. Se convirtió en el referente ofensivo formando pareja con otro pistolero del área: Rubén Castro. Debutó en Primera División con 29 años. Durante su etapa en el Betis, Jorge destacó por su inteligencia en el terreno de juego, su habilidad para desmarcarse y su capacidad para anotar goles decisivos. Su liderazgo en el campo y su espíritu competitivo lo convirtieron en un ídolo: 213 partidos y 77 goles en seis campañas. Y capitán.

Molina fichó por el Getafe entrenado por José Bordalás. Tenía 36 abriles. Calidad y experiencia. Su llegada al club coincidió con el regreso de los madrileños a Primera División. Fue fundamental para mantener al Getafe en la élite del fútbol español en las cuatro temporadas en las que vistió la camiseta azulona. Fue pieza clave en el éxito del conjunto en las siguientes ligas, con goles importantes: un espejo al que mirarse los jugadores más jóvenes. «Jorge Molina es el ejemplo de lo que significa ser un profesional dentro y fuera del campo: su compromiso, trabajo y la capacidad de liderar con esfuerzo lo convirtieron en un jugador extraordinario. Ha sido un privilegio haber compartido tantos momentos con él por su calidad humana y futbolística», declara Pepe Bordalás. El último club al que perteneció fue el Granada, con el que estuvo tres temporadas en Primera, con 31 goles en su casillero. Tras una grave lesión colgó las botas y ocupó un puesto de auxiliar técnico del entonces entrenador, Paco López. Pero tiene hazañas pendientes.

«Si me tuviera que quedar con mis mejores temporadas, creo que una sería la del Getafe en 2019 y otra con el Betis que nos clasificamos para Europa. Aunque parezca raro, por eso de la edad, en Getafe creo que ha sido una de mis mejores temporadas no a nivel táctico o de goles, sino a nivel físico también. Hay un momento en mi carrera muy importante que es cuando acabo una etapa muy bonita en el Betis después de seis años maravillosos y bajo a Segunda fichando por el Getafe. Era un reto muy bonito volver a conseguir otro ascenso y demostrar que aún me seguían quedando años de fútbol», asegura Molina, que también el licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.

Ha dejado amigos en todas sus estancias en el fútbol: Fernando Martín, Portillo, Jaime Mata, Molinero, Rubén Castro, Ángel, Soldado, Joaquín y Juli, claro; aficionados y utilleros. Cree que el mejor gol de su carrera futbolística fue en el Coliseum de Getafe el 8 de febrero de 2020 ante el Valencia (3-0). Ha disputado 634 partidos oficiales, o tal vez más, en todas las competiciones; es decir, 60.000 minutos sobre el césped sorteando patadas y empujones. Ha marcado la impresionante cifra de 300 goles y asistió a sus compañeros en 52 o ocasiones. En nueve temporadas en Primera División jugó 289 partidos oficiales y envió el balón a las mallas cientos de veces. Además de sus 28 goles en 52 en la Copa del Rey. Tiene experiencia en la Europa League: disputó 22 encuentros y anotó 5 tantos. Dice que Diego Godín es el defensor más duro y correoso con el que disputó balones por el aire y a ras del suelo.

Hace unos ratos que reapareció en los prolegómenos del partido Betis-Getafe, los dos clubes que más le recuerdan y donde forjó gran parte de su leyenda como uno de los futbolistas más longevos y buenos de la liga española. La afición del Benito Villamarín, puesta en pie, se rindió al alcoyano cuando saltó al césped para recibir un cálido homenaje acompañado por otra leyenda bética, Rafael Gordillo. Jorge volvió a pisar la hierba nuevamente, ya sin fusil, acompañado de su mujer, Aitana Silvestre Vicent, y de sus tres hijos: Mía, la mayor, y los mellizos, Dídac y Chloe, dos simpáticos trastos.

Jorge Molina, además de dos titulaciones académicas, tiene formación como entrenador y director deportivo para abrir otra etapa a pocos centímetros de las líneas de juego. Y buenos amigos. Muchos. «Ya podría estar entrenando, pero no quiero equivocarme». Siempre despacio. Aprendió la lección: en el fútbol, atacar es la mejor manera de defender tu portería. Siempre tuvo la capacidad de estar en el lugar preciso y el momento justo para meter goles. Tal vez le sobraron unos años para ser internacional. Pero da igual. Sus paseos por el fútbol han sido de fábula. Ejemplar. Repartió triunfos y alegrías en las cosas del fútbol en los graderíos y en la distancia. Queda Jorge Molina para rato.

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