Las otras fiestas de Alicante: más allá de las Hogueras

Una treintena de celebraciones populares de los barrios reivindica su autenticidad e influencia en actos mayores, como los Moros y Cristianos, les Fogueres o la Semana Santa

Carrera de galeras en las fiestas de San Antón de este 2025.

Carrera de galeras en las fiestas de San Antón de este 2025. / Alex Domínguez

Ramón Pérez

Ramón Pérez

Cucañas, fuegos de artificio, banyàs, dolçainas y tabalets, danzas o carreras de sacos. Todos ellos, signos inequívocos de fiesta en Alicante. De la auténtica, de la que vertebra un territorio de punta a punta. Fiesta antes de la Fiesta. Las Hogueras de Sant Joan, celebración por excelencia de la ciudad e innegables embajadoras de la ciudad, cumplen 97 años en este 2025. Las fiestas de los barrios de Alicante se atribuyen siglos de antigüedad e inspiración.

El Porrate de San Antón asegura que este mes de enero cumple 515 años de historia. Las fiestas de otros barrios de la ciudad son también ampliamente centenarias. De lo que hay constancia por escrito es que las fiestas en la calle se remontan en Alicante a principios del siglo XIX, cuando por motivos de alumbramientos, bodas o incluso visitas reales los vecinos comenzaron a organizar ciertos festejos. «Hay constancia en 1820 de una celebración para solemnizar la restauración del sistema constitucional», explica Óscar Llopis, estudioso sobre las fiestas populares de la ciudad.

Esas celebraciones en los barrios fueron el eje de la diversión durante buena parte del siglo XIX y principios del XX. Fueron precursoras de las Hogueras, que pese a inspirarse en las Fallas valencianas, también bebieron mucho de las las tradicionales fiestas que llevaban ya celebrándose décadas en las calles alicantinas, donde eran habituales la pólvora, los desfiles, las flores, la música, el agua, el fuego, las comilonas... «Mantienen nuestras señas de identidad y tradiciones», indicó el alcalde, Luis Barcala, en un acto reciente. 

En la actualidad estas fiestas populares han sido opacadas por la fiesta mayor, las Hogueras, pero también por otras como los Moros y Cristianos, la Semana Santa o la Santa Faz. Por su supervivencia desde hace varios años estas fiestas han sido divididas en dos grupos: las tradicionales y las de barrios y pedanías. 

La tradicional poalà, en una de las fiestas más recientes del Raval Roig.

La tradicional poalà, en una de las fiestas más recientes del Raval Roig. / Alex Domínguez

Las tradicionales, bajo el amparo de una federación creada en 2009, incluye las fiestas de San Antón, las Cruces de Mayo del barrio de Santa Cruz, las celebraciones de Tabarca, las de San Gabriel, las de San Roque y las del Raval Roig. Por otra parte, las fiestas de los barrios y pedanías, cuya federación también fue fundada en el mismo año, comprende 25 asociaciones y sus respectivas celebraciones (La Florida, El Moralet, Villafranqueza, Bacarot, Los Ángeles...). La próxima fiesta en unirse será la de Urbanova.

«Estas fiestas son el origen de todo, han mantenido el folclore de la ciudad durante siglos y es imprescindible que la ciudad las cuide, no se pueden perder nuestras raíces», expone Vicente Giner, presidente de la federación de fiestas tradicionales, consideradas como fiestas de Interés Turístico Local y que reúnen a unas 8.000 personas cada año. Solo mil pertenecen a las de San Gabriel, barrio que este año cumplirá un siglo de celebraciones. Una de las características más importantes de estas fiestas tradicionales es el adorno de las calles, las despertás o las célebres peñas, que relevan a las barracas de Hogueras. La poalà de las fiestas del Raval Roig es uno de los momentos más divertidos de la agenda cultural alicantina, también es de obligación una ruta por el pintoresco Santa Cruz durante las Cruces de Mayo. 

Juan Antonio Javaloyes, presidente de la federación de fiestas de barrios y pedanías (FAFBA), recuerda que estas celebraciones suponen una «forma de vida». Con la excusa de honrar a un patrón, 25 asociaciones llenan de color y alegría las calles de Alicante principalmente en los meses de verano. Las más madrugadoras, en honor a San José, en Villafranqueza para el mes de marzo. Las diferentes fiestas eligen, del mismo modo que las Hogueras con las belleas, a sus reinas y desde hace tres años la FAFBA también proclama una reina mayor. Sin embargo, Javaloyes reclama más cariño y busca celebrar el acto bajo techo. En el último año, celebrado en el parque Lo Morant, unas racha de viento obligaron a cerrarlo precipitadamente. «Estamos consolidando esta celebración, cada vez vamos a más y necesitamos un poco más de atención», añade.

En El Rebolledo, por ejemplo, participan más de 1.000 personas y una orquesta dinamiza la noche del sábado. «Hemos tenido que contar con una ambulancia porque es tanta gente...», cuenta Javaloyes. En Los Ángeles tampoco cabe un alfiler en el «campito» del barrio, donde se suceden las celebraciones y unos juegos populares que varían en cada punto de la ciudad.Las carreras de galeras llevan años siendo la atracción del Porrate, pero no el primero en despertar pasiones. «Los primeros juegos populares fueron unas carreras de pollos en 1844 en Santa Cruz», recuerda Óscar Llopis.

Fuegos y vaquillas en Tabarca

En 1837 los mayordomos del barrio de Santa Cruz solicitaron al Ayuntamiento un permiso para disparar morteretes, tocar la dolçaina y celebrar bailes «en honor a la invención de Santa Cruz». Así lo recoge el historiador de las fiestas Óscar Llopis en uno de sus trabajos. No es el único testimonio de los orígenes de las fiestas populares alicantinas durante el siglo XIX. En 1850 el alcalde pedáneo de Tabarca, se dirige al alcalde de Alicante para lanzar «dos cuerdas de fuegos artificiales». Es la primera referencia sobre las fiestas de la isla.Poco después, en 1879 se pide permiso para «correr una vaca» y se solicita «agentes de orden público»por la creciente visita de gente forastera. Éste es un ejemplo de que aquellas fiestas ya tenían solera y atraían a gente de otros barrios.

El Porrate de San Antón, en 1959.

El Porrate de San Antón, en 1959. / Óscar Llopis

El 26 de septiembre de 1925 se estrenaron las fiestas de San Gabriel con pasacalles, elevación de globos y bailes populares. Aquella noche hubo concierto de música de cuerda y después, disparo de cohetes, como recuerda la historiadora del barrio, Ángeles Gómez Fenollar.

Hoy, como mínimo dos siglos después de que aparecieran en el día a día de los barrios y ante la amenaza actual de la pérdida de identidad, las fiestas tradicionales tienen más sentido que nunca para conservar una idiosincrasia. «Contribuye a la recuperación histórica de todo lo nuestro, de aquello que amamos y sentimos», expresó Ángel Luna en un pregón durante los noventa. Aquellas palabras siguen vigentes.

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