Las culturales de Alicante: crónica de una agónica resistencia

En los años cuarenta las sociedades culturales y deportivas aparecieron con fuerza en los barrios de Alicante, centralizaron la actividad lúdica vecinal y fueron punto de encuentro para los jóvenes. Décadas después perdieron fuerza ante la amplia oferta de ocio y hoy apenas sobrevive una decena de ellas

Así es la SCD Pla de Alicante

Así es la SCD Pla de Alicante / Jose Navarro

Ramón Pérez

Ramón Pérez

El repique del dado en el cubilete, un tapete verde y una estantería repleta de trofeos, fotos en las paredes y un café a punto de servir. Las culturales son el reducto de una Alicante que cuesta encontrar, la del asociacionismo y el poder vecinal, la del sentimiento de pertenencia y la democratización del barrio. 

Las sociedades culturales y deportivas, conocidas simplemente como culturales y abreviadas por las siglas SCD, surgieron en los años cuarenta y fueron la gran obra de aquellos vecinos que habían protagonizado una honda migración de lo rural a lo urbano. Necesitados de espacios donde compartir, los barrios de Alicante constituyeron aquellas culturales donde se jugaba a las cartas, al ajedrez o al dominó, donde se montaban competiciones de pesca o fútbol y donde se vertebraba un vínculo intergeneracional que no se ha vuelto a repetir.

Con el paso de las décadas perdieron fuerza, el ocio se diversificó, los jóvenes encontraron otros lugares de reunión y la sociedad tendió al individualismo. Algunas culturales se reinventaron, alquilaron la cafetería del local, crearon bingos e invirtieron en futbolines y billares para hacer frente al boom de los recreativos de los años setenta y ochenta. También perdieron adeptos a partir de los años noventa, cuando los ayuntamientos comenzaron a ofrecer a la comunidad los servicios de los centros sociales y comunitarios (concretamente, en Alicante, cinco centros sociales, 19 sociocomunitarios y 19 centros de mayores). Sin embargo, aquello no llegó a todos los barrios, ni siquiera en la actualidad, y algunas culturales se aferraron a su singularidad.

El ejemplo de la SCD Carolinas y la SCD San Blas, todavía en marcha y monopolizando buena parte de la actividad cultural del barrio, son un rara avis. Otras desaparecieron tras el descenso de socios y la imposibilidad de costear los gastos de los locales. Así se diluyeron la Benaluense, la de Portuarios o la de Sagrada Familia y otras quedaron reducidas a mínimos, como la SCD Tómbola o la SCD Marina, con sede frente al playa del Cocó.

Esa pérdida de puntos de encuentro vecinales escenifica la falta de poder vecinal y barrial con la que convive hoy la ciudad. «Es capital que la gente de los barrios pueda decidir sobre sus barrios, sin eso no hay comunidad», explica Daniel Millor, coordinador en el programa Asertos desde Quatorze y Arquitectura Sin Fronteras.

Así es la SCD Carolinas de Alicante

Jose Navarro

En el barrio de Carolinas la Cultural, fundada en 1949, estrechó vínculos con la comunidad hasta límites insospechados. «Aquí siguen pagando la cuota socios que no viven en el barrio, simplemente porque en su momento la cultural les prestó dinero para pagar la hipoteca», confiesa Reme Martínez, secretaria de una cultural que llegó a tener una escuela de primaria subvencionada por la Generalitat. También su banda de música es uno de sus buques insignia, aunque el mejor embajador de la SCD Carolinas es su equipo de baloncesto, que lleva 75 años ininterrumpidos compitiendo en una cancha singular ubicada en un patio de vecinos. «Es un ejemplo de autogestión, se necesitaba un espacio y se acordó por unanimidad, los vecinos estaban concienciados», apunta Millor.

La secretaria de la cultural, Reme Martínez, pone el foco en la profesionalización de estas sociedades para su supervivencia: «El gran problema del asociacionismo es que el voluntariado no funciona. Si no se cobra, al final se acaba dejando». La SCD Carolinas cuenta con 25 empleados dados de alta en la Seguridad Social, toda una rareza sustentada en la creación del bingo que todavía hoy sigue en activo y en una gestión de los locales de varias manzanas de pisos que en su día promovieron como cooperativa. También gracias a las subvenciones de un Ayuntamiento que, por medio de la concejala de Participación Ciudadana, Cristina García, desvela que las subvenciones a las asociaciones entre las que se incluyen las culturales alcanzaron los 280.000 euros en 2024.

Ese buen estado de salud de la cultural de Carolinas choca con otras como la de Tómbola, donde apenas hay movimiento y cuya sede no es de su propiedad, sino una cesión de Cáritas mientras exista la asociación. «Aguantamos como podemos, la gente se va yendo y los ingresos son pocos, algo de la lotería y poco más», añade su presidente, Jesús Muñoz, que a su vez ofrece el local, de más de 500 metros cuadrados, para que el barrio celebre comuniones o cumpleaños. Es una de las últimas fórmulas que propone una cultural que llegó a tener 400 socios en los años setenta y que ahora cuenta con 30. «Las videoconsolas alejaron a los chiquillos de las culturales», lamenta.

Por su parte, la SCD Pla también trata de resistir. Sostenida por el alquiler de la cafetería, su sede del pasaje Navarra, junto a Padre Esplá, busca resurgir mientras todavía acoge partidas de mus y dominó y que se enorgullece de contar con una coral que actúa gratis en las residencias de tercera edad. Sus 169 socios, que pagan seis euros al mes, no pueden permitir que el equipo directivo cobre. «Esto se hace por amor al arte, ahora queremos reabrir la sede al barrio y ya se están haciendo reuniones de vecinos y de barracas en el bar», explica Pepe Larios, presidente y un histórico del asociacionismo de la ciudad.

Betis Florida y San Blas

Varias asociaciones cogieron el testigo de las culturales desaparecidas y el mejor ejemplo es la vitalidad del Templete, en Benalúa, que tratan de dar vida al barrio con diversas actividades mientras esperan un centro social.«Hacemos lo que podemos, nos lo prometieron en 1999 y seguimos esperando», dice su presidente Ernest Gil.

Otros casos de éxito en la comunidad son los barrios de San Blas y la Florida. En el primero, su cultural, fundada en 1946, recogió las inquietudes deportivas y culturales de una sociedad donde no había las oportunidades de ocio actuales. Hoy, al filo de su 80 aniversario, y con un restaurante en pleno funcionamiento, todavía mantiene actividades como fútbol, baile, gimnasia o dominó y reconocida es su labor en cultura. La SCDSan Blas organiza charlas de historia del barrio, proyectos contra el cambio climático, visitas guiadas y teje relaciones con colegios e institutos del barrio. También fue puntera su sección de ajedrez Chaturanga.

Por otra parte, buena parte de la vida social del barrio de La Florida gira en torno al Betis, creado por el equipo de fútbol en 1928, pero que con el paso de los años abrió su oferta. A partir de los cincuenta hubo conciertos, exposiciones y representaciones teatrales. Hoy su sede reúne diariamente a muchos vecinos para varias actividades.

El intento por atraer a los jóvenes a las culturales es garantizarse el futuro. «Ahora la gente tiene la distracción en casa, hay que proponer planes lúdicos como un gimnasio, si no, esto se apagará», cuenta Raúl Brotons, presidente de la SCDSan Blas. «Hay trabajo por delante», coincide Andrés Olmo, su homónimo en Carolinas.

Envejecidas, resistiendo ante un futuro más que incierto y sin fórmula de éxito asegurada, las culturales, sin embargo, podrían ser la respuesta a muchos de los problemas de la sociedad actual. «En algún momento habrá que recuperarlas, sabemos a nivel científico y empírico que hace falta más cohesión social y más poder barrial. Necesitamos espacios donde la comunidad se consolide y las culturales son precisamente eso», concluye DanielMillor.

Así es el Racing San Gabriel de Alicante

Jose Navarro

Una millonaria herencia para la excepción del Racing San Gabriel

Desde 1941 el Racing San Gabriel ejerce como punto neurálgico de un barrio alejado de la ciudad, donde muchas de las mejores nacieron de la propuesta e iniciativa de los vecinos. La sede del club, que ejerce de facto como una cultural, ofreció todo tipo de servicios. «Aquí hasta se llegó a casar a gente porque la iglesia del barrio aún no se había construido», cuenta Isidro Gómez, presidente de la entidad.

El Racing es una excepción en la temblorosa hoja de ruta de las culturales alicantinas, principalmente en lo que a sede se refiere. La suya, moderna y de varias plantas, responde a la herencia de un socio, el constructor Francisco Bonmatí, que destinó un millón de euros a la entidad. Aquella inyección remozó un edificio que es hoy la envidia de las asociaciones de la ciudad. En él hay un bar, donde los vecinos se juntan a diario a jugar al chinchón, al billar o a los dardos. «Se genera convivencia, esto es un pueblecito», explica el presidente. En la sede se imparte zumba o gimnasia y es un trasiego de jóvenes por la sección de fútbol de la entidad. También se planifica habilitar una zona para que los jóvenes estudien ya que San Gabriel todavía no cuenta con biblioteca municipal.

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