Las medidas contra el ruido no silencian el debate en Alicante: sin acuerdo entre vecinos y el sector
Residentes, comerciantes y empresarios discuten sobre los recortes al ocio nocturno aprobados por el Ayuntamiento en Castaños y el Casco Antiguo en un «cara a cara» organizado por INFORMACIÓN

Vecinos y hosteleros opinan de las medidas contra el ruido en Alicante / Pilar Cortés
Alrededor de una mesa, representantes del ocio nocturno, el comercio y los vecinos de Castaños y el Casco Antiguo se sientan por primera vez para debatir sobre las medidas contra el ruido anunciadas por el Ayuntamiento, que incluyen reducir las terrazas de la hostelería a la mitad y adelantar la hora de cierre de los locales en las áreas afectadas. Tras el saludo inicial, tímido y respetuoso, se acabó la cordialidad. Del derecho al descanso de unos y la libertad económica de otros no se movieron las posturas iniciales.
Los únicos puntos de acuerdo, que arrancaron un rotundo «por supuesto» a los presentes, fueron la ausencia de control policial y el hecho de que el conflicto se habría resuelto mucho antes si un encuentro similar se hubiese organizado por parte del gobierno municipal, que declinó participar en la reunión organizada por INFORMACIÓN.
"Los vecinos han desaparecido"
«La prueba del problema con el ruido la tienes en que la mayoría de los vecinos han desaparecido», señalaba José Vicent, portavoz de la asociación de residentes del Centro Tradicional, el colectivo que forzó (por la vía judicial) a que el Ayuntamiento declarase como Zona Acústicamente Saturada la calle Castaños. La decisión del ejecutivo de Luis Barcala (PP), que fue aprobada en Junta de Gobierno esta semana y prevé entrar en vigor tras superar el periodo de alegaciones dentro de un mes, supondrá nuevas restricciones para los negocios de varias calles en el entorno de Castaños y los alrededores de la plaza Quijano, epicentro de la vida nocturna en el Casco Antiguo. Una decisión que aplaudieron los residentes de ambos barrios, quienes ven «de justicia» que se vaya a reducir el ruido derivado del ocio nocturno para facilitar su descanso.
Al igual que Vicent, el presidente de la asociación de vecinos del Casco Antiguo «Laderas del Benacantil», Joaquín Gangoso, recordaba la lucha vecinal que ha propiciado el recorte del ocio nocturno: «Llevamos reclamando muchísimos años que no podemos descansar por la noche y hemos pedido que se tomen medidas. Las ZAS son el primer paso para intentar normalizar un problema que existe con el ruido en el Casco Antiguo», defendía. Gangoso afirmó también que el hecho de que hay que tomar medidas «es impepinable» y reconoció que le habría gustado «un poco más de empatía» por la situación: «Llevamos quejándonos de que no podemos dormir diez, doce o quince años».
"Medida desproporcionada e injustificada"
Los hosteleros, en cambio, ven la decisión desproporcionada y confían en frenar la iniciativa en los tribunales: «Es el tercer intento de ZAS que viene sobre nosotros y nuestra postura es la misma que en los dos anteriores: intentar gestionarlo con argumentos técnicos y jurídicos para que no se llegue a poner en práctica» señalaba el presidente de la Asociación de Locales de Ocio y Restauración de Alicante (Alroa), Javier Galdeano. El representante del sector se mostraba tan confiado del escaso recorrido que tendrán las nuevas ZAS que se atrevía a aventurar que «cuando se aplique, Luis Barcala ya no será alcalde de Alicante».
Sus principales argumentos se basan en que la decisión municipal es «arbitraria e injustificada», así como en que supone un agravio comparativo entre los negocios afectados por las ZAS y los que «escapan» de las medidas, que en algunos casos se sitúan a solo unos metros. «El trato tiene que ser el mismo, se está perjudicando intencionadamente a algunos locales», consideraba Galdeano.
En la misma línea se pronunciaban Alfonso Ortiz (propietario de varios negocios en la plaza Quijano) y Jonathan Carricondo, trabajador del sector en la misma zona. «Es algo injustificado porque favorece a unos y perjudica a otros indiscriminadamente cuando debería afectar a todos por igual», indicaba Ortiz, quien también destacaba que, en los últimos años, «hay locales que se han reconvertido a un modelo más de restauración y el ruido se ha rebajado muchísimo». Por su parte, Carricondo apreciaba las medidas «muy restrictivas» y defendía que «están limitando la libertad de la gente a un ocio de calidad», algo de lo que responsabilizaba al envejecimiento de la población: «Los que fueron jóvenes en los 80 ya no se acuerdan de que ellos también querían salir y pasarlo bien».
La opinión del comercio
Como testigo especial (y parte implicada) en este debate se encontraba Vicente Armengol, presidente de la asociación de comerciantes Corazón de Alicante, un sector que ha sufrido en sus propias carnes la transformación del entorno de Castaños y el Casco Antiguo en los últimos años. El representante del colectivo y propietario de un establecimiento en la calle Bailén recordaba como, años atrás, negocios tomaron la decisión de no abrir en fin de semana (para evitar al público del ocio) hasta que, paulatinamente, se fueron marchando.
Otro de los condicionantes que resultaron determinantes a la hora de que el comercio se viese mermado en la zona, según apuntó, fue la «burbuja» de los alquileres: «El dueño del local te decía que para qué te lo iba a alquilar a 1.000 euros para montar tu zapatería si el pub de al lado le daba 5.000».
Sobre las nuevas ZAS anunciadas por el Ayuntamiento, Armengol sostenía que su postura «es desde hace muchos años que esto había que solucionarlo». Sobre si la restricción del ocio supondrá «la solución definitiva», el presidente de Corazón de Alicante opinaba que el resultado se apreciará «en breve». Eso sí, lanzaba un mensaje a los distintos gobiernos que han gestionado este problema: «Lo que sí echamos de menos es que no se haya buscado antes un consenso y una solución buena para el comercio, la hostelería y los vecinos que permita convivir en paz».
¿Horarios razonables?
Uno de los principales puntos de fricción entre los bandos fue, sin duda, el de los horarios. Preguntados sobre qué límite verían razonable para la apertura de negocios en las áreas afectadas por las ZAS, las propuestas de vecinos, hosteleros y comerciantes se distanciaban en hasta tres horas de margen.
José Vicent, del Centro Tradicional, consideraba que todo negocio debe cerrar a la misma hora, como máximo a medianoche, tanto en los veladores como en los interiores de los locales.
Joaquín Gangoso, del Casco Antiguo, recordaba que existe una normativa contra el ruido e incide en que «a las 22:00 ya no puedes dar golpes en tu casa» pero valoraba positivamente las 00:30, hora propuesta por el Ayuntamiento para el cierre de las terrazas con carácter general, como un buen punto de partida.
Para el comerciante Vicente Armengol, el modelo de cierre en una zona como el Centro Tradicional debería asemejarse al que se implanta en otras Zonas Acústicamente Saturadas de ciudades como Madrid o València y situarse entre la medianoche y la 1:00 de la madrugada.
En el sector hostelero, Jonathan Carricondo pedía respetar la libertad de ocio de los jóvenes «como siempre se ha hecho» hasta las 3:30 de la madrugada. Eso sí, no se opone a poner ciertos límites para favorecer el descanso siempre que afecten a todos los negocios por igual.
Alfonso Ortiz, en cambio, realizaba una diferenciación en función del día. «Entre semana sí que cerraría antes, hasta la 1:00. Los fines de semana creo que todo el mundo tiene esos días para hacer lo que quiera», por lo que defendía al igual que su compañero mantener los horarios actuales.
Por último, Javier Galdeano abogaba igualmente por evitar que se produzca un perjuicio a unos locales en beneficio de otros y señalaba que «mientras en el resto de Alicante el horario sea el que es ahora, en las zonas que estamos hablando debería seguir igual».
Sin acuerdo
Dos horas de conversación que, en la práctica, sirvieron principalmente para constatar que más de una década de conflicto por el ruido no ha servido para acercar posturas entre los «bandos». Ahora, tanto vecinos como hosteleros cuentan con una «última bala» para tratar de modificar las normativas a través del proceso de alegaciones. Un trámite en el que el propio alcalde, Luis Barcala, ha asegurado que escucharán las propuestas «con mucho cariño».
Pasado ese proceso, será el momento de poner en práctica unas restricciones ansiadas por los residentes y temidas por los empresarios a partes iguales, y estudiar sus resultado. Eso si no las frena la Justicia.
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