Con la lección aprendida: estudiar la carrera entre rejas

Veintidós internos del centro penitenciario de Villena cursan estudios universitarios a distancia desde la prisión mientras cumplen su condena. INFORMACIÓN ha entrado para contarlo

Estudiantes de la UNED de la prisión de Villena posan en el aula de formación con la directora de la cárcel, María Belén López Martínez, (en el centro de la imagen) y, al fondo, la vicerrectora adjunta, Angélica Giordano, junto al asesor de la universidad Jesús Ayala.

Villena: La vida tras los muros del Centro Penitenciario Alicante II, donde el estudio y el trabajo abren caminos hacia la reinserción / Rafa Arjones / Mercedes Gallego

Mercedes Gallego

Mercedes Gallego

Representan poco más del 2 % de la población reclusa del centro penitenciario Alicante II-Villena pero, aun así, hacen realidad con creces el artículo 25 de la Constitución, ese en el que reza que «las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y la reinserción social». Son los presos (una vez dentro el delito pasa a ser algo secundario) matriculados este curso en diferentes grados gracias al Programa de Estudios Universitarios en Centros Penitenciarios (PEUCP), fruto de un convenio suscrito entre los ministerios del Interior y de Defensa y la UNED que, con la inestimable ayuda de la figura del asesor, se encarga de la formación universitaria de los internos: más de un millar (1.087) en el conjunto de las prisiones del país de los que 22 (21 hombres y una mujer) se encuentran cumpliendo condena en la de Villena.

A ellos hay que sumar en este centro los 9 alumnos del curso de acceso a la universidad para mayores de 25 (7) y de 45 (2) al margen de los 350 que acuden a diario a la escuela de la prisión, lo que eleva a más del 35 % los internos que, en diferentes niveles educativos, están aprovechando su tiempo en cautividad para formarse.

Los universitarios

De diferentes nacionalidades (en la prisión hay 46 con el 23 % de foráneos frente al 77 % de nacionales), España es el país que más universitarios aporta a este programa con 18 matriculados seguido de Marruecos (1), Rumanía (1), Chile (1) y Rusia (1).

En cuanto a preferencia de estudios, gana por goleada Derecho con 10 estudiantes («yo quería entender el porqué de mi condena», argumenta uno de ellos). Por ADE este curso se han decantado cuatro, dos por Psicología y hay uno en Trabajo Social, Filosofía, Antropología, Geografía e Historia, Turismo y Pedagogía, que estudia Carolina, la única mujer del grupo de los 22 universitarios de la prisión.

Estudiantes universitarios en el centro penitenciario de Villena.

Estudiantes universitarios en el centro penitenciario de Villena. / INFORMACIÓN

Poco distan de la calle las exigencias tras las rejas en cuanto a formación y requisitos para acceder a una beca. Resultados académicos y nivel económico son la clave. Las condiciones en que se estudia es otro cantar. Objetos de uso cotidiano para ayudar en las largas veladas frente al libro cuando la celda se cierra, como pueden ser un termo con agua caliente para una infusión o un café y un flexo, son un lujo intramuros que ha de solicitarse y, por motivos de seguridad, concederse. O no.

Lo mismo que el acceso libre a internet que, por idénticas razones, está capado y solo permite navegar por la plataforma de la universidad. O la recepción de apuntes u otro material de estudio desde de la calle, sometido también a control ante la imposibilidad de escrutar todo lo que entra, y donde la figura del asesor de la UNED (Jesús Ayala se llama quien desde hace una década viene haciendo de este cometido una de las razones de su vida) cobra un papel esencial. Poder documentarse en fuentes abiertas, como otros estudiantes, o hacer prácticas monopolizan buena parte de unas demandas de difícil solución.

Así es la vida tras los muros de la cárcel de Villena

Uno de los estudiantes de la UNED en la prisión de Villena. / Rafa Arjones

Porque lo de no compartir celda para facilitar el estudio en un penal donde todas son dobles, aunque no siempre es posible, sí que se intenta y se consigue en la mayoría de los casos. Ayuda el hecho de que una prisión con capacidad para 1.300 internos esté ocupada en estos momentos por 1.062 (1.027 hombres y 36 mujeres).

Comenzar desde abajo

Con doce años preso y a trece de que acabe su condena, Óscar Jesús A. es la antítesis del abandono carcelario y el ejemplo más claro de que el camino a la reinserción existe y queda a la voluntad de cada uno seguirlo o no. Porque los medios, al menos en este penal que desde hace tres años dirige María Belén López Martínez, la primera mujer que se pone al frente de una prisión en la provincia, existen.

«En mi infancia, por mis circunstancias, no estudié. Me quedé en sumar y restar fracciones y comencé aquí desde abajo. Me saqué el Graduado Escolar, luego la Secundaria, el acceso a la Universidad y ahora estoy con asignaturas de segundo y tercero de Derecho», explica Óscar sin ocultar su orgullo porque hace unos días pudo disfrutar de su primer permiso «y mis amigos se han quedado perplejos al ver el vocabulario, la formación y el cambio que he experimentado. Mi familia está muy orgullosa y yo mismo lo estoy porque lo que no hice en la infancia, como sacar un sobresaliente, lo he conseguido aquí».

Además de aplicado, este hombre de 40 años oriundo de una pedanía de Orihuela, es pura gratitud. Hacia el centro, «que nos ha dado autorización para estudiar en la celda»; hacia la UNED, «porque nos han ampliado el número de ordenadores y nos facilita libros cuyo coste es elevado»; y especialmente al asesor, Jesús Ayala, «que hace una gran labor porque nos ayuda muchísimo, hasta puntos inalcanzables. La oficina de formación siempre está a nuestra disposición y la verdad que nos lo ponen todo bastante fácil», relata de corrido.

¿Su objetivo en libertad? «Quiero ejercer la Abogacía y quiero agradecer a Elena, una vecina de mi pueblo y abogada que me está ayudando y se ha ofrecido para que haga prácticas de cara a incorporarme al mundo sociolaboral y poder hacer mi sueño, que es defender a quien lo necesite».

La única mujer

Carolina D., a su lado, le escucha embelesada. Con cinco años cumplidos y dos por cumplir, la única representante femenina de este curso tiene claro que «estar en la cárcel no significa perder tiempo, sino que hay que avanzar como lo haríamos en la calle y no dejar que esto se nos quede en un trauma. Además de lo que supone para la autoestima». Estudiante de segundo de Pedagogía, le gustaría que más mujeres se animaran a estudiar y, cuando salga, quiere colaborar con una ONG, «porque hay mucho por hacer», sentencia.

No muy lejos de ellos, en esa aula donde se han reunido los universitarios que a esas horas no están trabajando para recibir en su primera visita a esta prisión a la vicerrectora adjunta de Estudiantes y Centros Penitenciarios de la UNED, Angélica Giordano, otro interno-estudiante, Amado P., introduce el concepto de «oportunidad». Y lo explica: «Para mí esto ha sido una oportunidad. Ya que debía pagar a la sociedad lo que tenía pendiente, disponer de la opción de crecer a nivel cultural y en títulos... la verdad es que es un privilegio. Dentro de lo malo estoy muy agradecido. Y creo que la formación sí que te cambia, te cambia la mente, porque te la amplía, y eso te da herramientas a la hora de expresarte. Porque al no saber hacerlo como es debido, muchos de nosotros hemos utilizado de alguna manera la violencia».

Estructura del centro penitenciario de Villena.

Estructura del centro penitenciario de Villena. / INFORMACIÓN

Oportunidad y resiliencia

Matriculado en tres asignaturas de Derecho, está convencido de que su vida va a cambiar «totalmente» tras esta etapa de encierro formativo. «Y no solo la mía, sino la de mis hijos y la de mi entorno. La verdad es que a mis hijos no es lo que les diga, es el ejemplo que les estoy dando. Antes de entrar en prisión ya estudiaba y, desde que estoy aquí, les mando periódicamente los objetivos que voy logrando. ‘Mira, he sacado estos estudios superiores; mira, tengo acceso a la universidad; o mira, cuando me saqué lo de los idiomas…’ Entonces ellos dicen, ‘hostia, si mi padre está haciendo eso allí dentro, ¿por qué no lo voy a poder hacer yo?’. La resiliencia que les enseño es lo que les impulsa a continuar. Y ellos están en comunión conmigo y enseñándome también sus pequeños logros y sus metas. No tienen el mismo apoyo que cuando estaba fuera, pero siguen estudiando y creo que el ejemplo es lo más importante. Todos los que estamos aquí (estudiando) es de una manera voluntaria, lo hemos hecho porque hemos querido hacerlo».

Grados para todos los gustos

Es el caso, entre otros, de Jhon Charlie L., de 45 años y origen chileno, en prisión desde hace cuatro años, a once de su libertad y matriculado en asignaturas de primero de Derecho. O de Pedro Samuel M., un año mayor, procedente de Algeciras, quien ya venía con formación en Comercio Internacional y se ha decidido por ADE. O del rumano Finias P., a tres años y siete meses vista del fin de su condena tras haber cumplido más de cuatro y quien a sus 30 cursa cuatro asignaturas de Derecho. De Carlos (nombre ficticio de otro interno que prefiere no ser identificado), que este curso se ha atrevido con ocho materias de Geografía e Historia a sus 47. Y del que más cerca está de alcanzar su objetivo: Esteban, en cuarto de Derecho recién estrenada la cuarentena y con un bufete que ya le está esperando para cuando salga, aunque para eso aún quede.

Belén Martínez, directora de la prisión de Villena

María Belén López Martínez, directora de la prisión de Villena. / Rafa Arjones

María Belén López (directora del centro penitenciario): "La formación es una de las herramientas que tenemos para lograr una buena inserción en la sociedad"

Ninguna duda tiene la directora de la prisión del efecto rehabilitador de la educación y la cultura para la población reclusa. «Tanto la formación como la participación en cualquier actividad forma parte de las herramientas que tenemos dentro de la institución penitenciaria para que quienes están bajo nuestra responsabilidad puedan tener elementos para realizar una buena inserción socio laboral o socio familiar cuando vuelvan a la calle. Un ejemplo es la experiencia de vida de muchos de nuestros internos que están estudiando en la UNED (en Villena lo han hecho alrededor de 150 a lo largo de la última década) y cómo han cambiado desde que se abrieron y se dieron la oportunidad de participar en una actividad de este tipo».

Una reincidencia del 20 %

Destaca López el estudio que la Central Penitenciaria de Observación realizó por primera vez sobre la tasa de reincidencia del sistema penitenciario español, para lo que se evaluó a 19.909 excarcelados durante 2009 y su proceso hasta el año 2019. Los resultados, explica, «arrojaron que solo dos de cada diez personas reinciden. Es decir, que solo dos de cada diez que salen en libertad vuelven a entrar en prisión por un nuevo delito. Pueden entrar más, pero por delitos anteriores que tenían pendientes de juicio, pero no por cometer nuevos. Luego algo estamos haciendo bien cuando nuestra tasa de reincidencia no llega al 20 %, porcentaje que baja aún más una vez transcurridos los tres primeros años en libertad».

La música como refugio y esperanza en el patio de la cárcel de Villena: así suenan las guitarras tras los muros

La música como refugio y esperanza en el patio de la cárcel de Villena: así suenan las guitarras tras los muros / Rafa Arjones

Sobre que no en todas las prisiones se puedan desarrollar actividades como la del aula de la UNED (en Fontcalent, por ejemplo, no existe esa posibilidad), la directora de Villena lo explica. «Cada centro tiene sus circunstancias. No es lo mismo, desde el punto de vista arquitectónico, la prisión de Fontcalent que la de Villena. Ni los recursos humanos tampoco. Esta cárcel tiene una plantilla (468 trabajadores entre funcionarios y personal laboral) que es relativamente joven, con una media de 44 años, y que continuamente se está renovando. Eso también influye en no tener un centro con unas pautas muy enquistadas, de épocas pasadas, sino que está abierta al cambio, más receptiva a todo lo que va evolucionando. Pero desde Madrid las pautas son las mismas para todos los centros. Lo de Villena no es un logro mío, es una labor de equipo con los funcionarios que están al pie del cañón las 24 horas del día observando, tratando, aconsejando, escuchando».

Jesús Ayala, asesor de la UNED en la prisión de Villena

Jesús Ayala, asesor de la UNED en la prisión de Villena. / Rafa Arjones

Jesús Ayala (asesor de la UNED en la prisión): «Cada céntimo que se dedique a la reinserción nos beneficia a todos»

No puede ocultar el poso del periodismo al que se dedicó en su adolescencia, pero es el mundo penitenciario el que desde hace tiempo le robó un corazón nacido para ayudar. Funcionario del psiquiátrico penitenciario de Fontcalent y profesor de la UNED en Elche, Jesús Ayala es además, desde hace una década, la correa de transmisión entre esta institución y los internos de la prisión de Villena que cursan estudios de grado. Y viéndoles juntos, no se sabe muy bien quién está más agradecido a quién.

No tiene duda de que «cada céntimo de financiación que se dedique a la reinserción nunca cae en saco roto», y destaca «la función social de primer orden» que cumple la formación en las cárceles (rompe una lanza por la escuela de la prisión y por quienes la conducen) «permitiendo salir adelante a los internos que quieren luchar por un futuro superando los errores del pasado».

Como «la historia de una lucha continua por mejorar las condiciones de nuestros alumnos» define Ayala esta década como asesor, y recuerda cuando en los primeros años no se disponía de aula de la UNED y tenía que ir módulo por módulo para asistir a los estudiantes. 

Ayala, quien de esta actividad ha hecho buena parte de su razón de ser, llama la atención sobre el hecho de que «aunque indiscutiblemente mejora la vida de los presos, no olvidemos que también beneficia a la sociedad en general porque le reintegra ciudadanos preparados para vivir en colectividad. Este no es un juego de suma cero, es una interacción en la que todos ganamos». 

Cientos de anécdotas tiene de estos años, pero recuerda la llamada de un profesor de Madrid para decirle que uno de sus alumnos había hecho el mejor examen de esa convocatoria, incluidos los de la calle. O cuando Esteban, que a punto está de acabar de Derecho, le dijo hace cuatro años que andaba preocupado porque, como trabajaba en el economato, solo le quedaban ocho horas libres al día para estudiar.

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