Las mil vidas del Castillo de Santa Bárbara

El lugar más visitado de la ciudad, 950.000 personas en 2024, no siempre fue un destino turístico; en su milenaria historia el Castillo de Santa Bárbara perteneció a los árabes, a la Corona de Castilla y a la de Aragón, fue tomado por los ingleses y bombardeado por los cantonalistas. Desde hace décadas pertenece al Ayuntamiento y se explota económicamente

El Castillo de Santa Bárbara, al fondo, desde el Casco Antiguo.

El Castillo de Santa Bárbara, al fondo, desde el Casco Antiguo. / Rafa Arjones

Ramón Pérez

Ramón Pérez

Fortaleza reconquistada, objetivo de bombardeos, mole rocosa abandonada, cárcel de unos y de otros. El Castillo de Santa Bárbara, en sus cientos de años de existencia, las ha vivido de todos los colores hasta ser en la actualidad el principal destino turístico de la ciudad: en 2024 fue visitado por 950.000 personas.

Una investigación del alicantino Santiago Olcina Lagos, doctor en Arqueología, investigador de la UA y especialista en historiografía arqueológica, pormenoriza las diferentes etapas de uno de los símbolos de Alicante, principalmente durante el siglo XX, época en la que el castillo pasó a manos del Ayuntamiento, fue objeto de excavaciones arqueológicas, comenzó a sacar provecho económico de sus instalaciones, barajó propuestas tan peculiares como la del teleférico y acabó siendo declarado como Monumento Histórico-Artístico.

El origen de la fortaleza se remonta a la dominación musulmana, a finales del siglo IX, aunque en su territorio se han encontrado restos arqueológicos diversos originarios de la Edad del Bronce, ibéricos y romanos. Ubicado en el monte Benacantil, sería rebautizado como el Castillo de Santa Bárbara por la festividad del 4 de diciembre, día en que Alfonso X lo tomó a los árabes en 1248. En 1296, y tras una heroica y ensalzada resistencia del alcaide Nicolás Peris, el castillo pasó de la Corona de Castilla a la de Aragón por la ofensiva de Jaume II, conocido como el Justo. Tras ello llegarían varias remodelaciones y su fortificación, y no sería hasta mediados del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, cuando el castillo adoptaría parte de las dependencias que hoy se conocen. 

A principios del siglo XVIII la Guerra de Sucesión provocó que los ingleses tomaran el control de la fortaleza, no sin antes haber sufrido ésta cuantiosos daños, como los continuaría padeciendo durante el XIX. En 1844 la Rebelión de Boné llevó a ocupar el castillo a las fuerzas liberales contrarias a la política del general Espartero y en 1873 volvería a ser objetivo de un bombardeo durante el ataque de los rebeldes cantonalistas de Cartagena. 

Apaciguado, por poco tiempo, el belicismo, el Castillo de Santa Bárbara comenzó a despertar el interés arqueológico de los expertos en gestión patrimonial. «Entre 1922 y 1927 se hicieron varias visitas y prospecciones arqueológicas que acabaron nutriendo de objetos de diferente cronología el fondo fundacional del Museo Provincial», explica el doctor en Arqueología Santiago Olcina Lagos. Aquellas intervenciones realizadas por Pedro Ibarra Ruiz y José Lafuente Vidal no fueron las únicas, poco después, en 1928, José Guardiola Ortiz y José Senent Ibáñez, con el interés de comprobar si bajo la estructura del castillo se encontraban las ruinas de la antigua colonia griega de Ákra Leuké y, por lo tanto, los orígenes de la ciudad de Alicante, llevaron a cabo varias excavaciones. «La imposibilidad de poder llevar a cabo los trabajos de forma continuada y los escasos resultados arqueológicos obtenidos les llevó a dejar en segundo plano esta cuestión y centrar todos sus esfuerzos en la protección y la conservación del castillo», apunta Olcina Lagos.

Todavía en los años veinte la titularidad del castillo recaía en el Ministerio de la Guerra, que albergaba entre sus dependencias internas durante estas últimas décadas su comandancia y destacamento militar. Fue en 1928 cuando el Ayuntamiento de Alicante solicitó la cesión del castillo para ponerlo en valor como elemento identitario de la ciudad. «El hecho de que ya no tuviese condición de plaza fuerte y que ya no existían grandes peligros para la población civil hizo que el Ministerio lo cediera gratuitamente, aunque con la condición de que fuera utilizado como elemento de interés patrimonial con el que recordar el patriotismo acendrado y el heroísmo de los alicantinos», señala Olcina Lagos. Aquella cesión fue también motivada por una serie de reivindicaciones políticas e intelectuales lideradas por el Ayuntamiento y en las que participaron el historiador del arte Luis Pérez Bueno, el historiador y abogado Rafael Altamira o el músico Oscar Esplá.

 Un año después, en abril de 1929, el Ministerio de Fomento declaró de «utilidad pública» todo el Monte Benacantil, lo que permitía al Ayuntamiento sacar provecho económico del recinto amurallado. «Los intereses proteccionistas que desde un primer momento habían marcado las condiciones por las que el Ayuntamiento aceptaba la cesión del castillo pasaron a un segundo plano para buscar intencionadamente su explotación económica y turística por encima de todas ellas», advierte Olcina Lagos en su estudio. Comenzaba así una serie de propuestas entre las que destacaría sobremanera una de ellas, que se convertiría en recurrente en el debate político de la ciudad desde entonces hasta hoy. Aquella primera oferta, realizada en febrero de 1931, fue del ingeniero portugués Alfonso Conceiçao de la Cruz, que presentó ante el consistorio un proyecto titulado Parque Benacantil-Estación de invierno, para el que pretendía construir un parque de atracciones que incluyera un teleférico que llegara hasta el Postiguet. Era un macroproyecto que copiaría la exitosa fórmula del Tibidabo de Barcelona y del monte Igueldo de Donostia, realizados en 1901 y 1912 respectivamente. «Se quería dotar a la ciudad de Alicante un nuevo atractivo turístico, pese a que no se contempló una protección específica y con garantías legales de la mayor parte de la fortaleza», explica Olcina.

Sin embargo, en 1935 el Ministerio de la Guerra solicitó de nuevo el castillo para instalar su comandancia y destacamento militar por temor «a que pudiera ser invadido tras los sucesos acaecidos tras los resultados de las terceras elecciones generales celebradas a mediados de febrero de aquel año», según incluye Olcina en su estudio. En el paréntesis de la Guerra Civil la fortaleza mutó en prisión para nacionales durante el conflicto y para republicanos una vez terminada. En 1951 se planteó declarar el castillo de Santa Bárbara como Monumento Histórico-Artístico, pero diferentes trabas, como la aclaración de cuál iba a ser su uso final, obstaculizaron el proceso. La declaración llegaría en 1961, el mismo día en el que también fue reconocida como tal la casa consistorial.

Desde entonces el Castillo de Santa Bárbara fue erigiéndose como el punto más visitado de la ciudad, se abrió al público, se instalaron dos ascensores y en la actualidad cuenta con varias cafeterías y otros servicios como visitas guiadas, incluso teatralizadas, o conciertos de música.

Una fortaleza con wifi y plató de la última película de Amenábar

En constante actualización, el Ayuntamiento busca que el Castillo de Santa Bárbara continúe siendo lugar obligado de visita y, además, sacar un rédito económico por ello. El pasado septiembre se anunció que cobrará a los turistas por entrar en el monumento (se estima que el 70% de los visitantes son extranjeros). En este sentido aseguró que el acceso será gratuito para los residentes en la ciudad y que la medida busca «poner en valor el patrimonio cultural».

Por otra parte, una de las últimas novedades que ha implementado el Ayuntamiento ha sido la instalación de carteles con un código QR -también lo ha hecho en otros puntos de la ciudad- que recoge información de las películas rodadas en el enclave. Con ello se pretende «aprovechar el auge del turismo de pantalla», que mueve a muchos visitantes a descubrir escenarios donde se han grabado películas o series. El primer largometraje que se filmó en el Castillo de Santa Bárbara fue El Conde Drácula, en 1970, y tres años después se rodó Los tres mosqueteros. Pasaron 36 años hasta que en 2006 se volvió a grabar en la fortaleza, fue La dama boba y tras ella, Astérix y los Juegos Olímpicos (2008), Camino a Belén (2023) y la última de Amenábar, El cautivo, rodada en 2024.

Además, el pasado verano a la fortaleza se la dotó con sensores inteligentes para detectar posibles emergencias y generar alarmas en tiempo real que avisen a policía y bomberos. También se instaló una red wifi a la que los usuarios pueden conectarse utilizando su número de teléfono móvil. Dentro de este plan de actualización tecnológica está en marcha un proyecto para que el castillo pueda ser visitado virtualmente. La concejala de Turismo, Ana Poquet, explica que «la fortaleza tiene vida y actividad a diario» y que el Ayuntamiento «se esfuerza por modernizarlo». Además, está en marcha la reconversión de la antigua casa del ingeniero en el centro de recepción de visitantes, un espacio que, entre otras cosas, dispondrá de gafas de realidad virtual para divulgar la riqueza medioambiental y paisajística del monte Benacantil. n

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