Fallece Toni, el del Forat, el alma libre de la movida alicantina

El hostelero y activista abrió en 1974 el icónico local El Forat, referente de la libertad y lo transgresor en la noche alicantina. Combativo y visceral, lideró la lucha contra la homofobia y por los derechos LGTBI.

Toni, tras la barra del icónico Forat.

Toni, tras la barra del icónico Forat. / ARXIU DE LA DEMOCRÀCIA DE LA UA

Ramón Pérez

Ramón Pérez

«Para que un hombre salga a la calle vestido de alicantina debe tener poca vergüenza, para hacerlo en 1977 hace falta ser inconsciente». Así, con su tono de hechicero, recordaba a quien esto escribe hace un par de semanas Toni Brotons Hernández (Alicante, 1950) una de las innumerables anécdotas con las que hiló una vida como para no aburrirse.

Aquella osadía, excéntrica en la biografía de cualquier hijo de vecino, podría pasar perfectamente de largo en las memorias del incatalogable Toni, el propietario del bar El Forat, icono de la libertad y lo transgresor, epicentro de la movida alicantina y lugar sacro de la lucha por los derechos LGTBI.

Antes de abrir aquel célebre pub en el Barrio, Toni hizo de casi todo. Creció en el casco antiguo, donde vivía con sus cuatro hermanos y en el que su padre y su madre regentaban un kiosko y un pequeño bar de comidas, la Casa Tomasa, que incluso llegó a ser objeto de un reportaje en el New York Times. Dejó joven los estudios, cuando un cura trató de abusar de él, como en tantas ocasiones denunció cuando tuvo un micrófono delante. Se forjó a sí mismo: se ganaba unas pelas consiguiendo taxis a las prostitutas que entonces trabajaban en su barrio, limpió latas en el horno de Ripoll y repartió periódicos. Como tantos otros españoles vio en Alemania un buen lugar para emigrar y trabajó en una fábrica de tejidos. 

En Jaca, durante la mili, se liberó. «Conoció a un chico de Barcelona y su vida cambió», cuenta su hermana Isabel, todavía atónita por el infarto que acabó en el mediodía de este viernes con el excéntrico y querido Toni en Ibiza, ciudad donde vivía desde hacía 14 años y en la que trabajaba cada fin de semana en un rastro vendiendo ropa de segunda mano y sus propias creaciones.

Una de las últimas fotos que Toni subió a su perfil de Facebook.

Una de las últimas fotos que Toni subió a su perfil de Facebook. / INFORMACIÓN

El gran cambio en su vida llegó, como no podía ser de otra manera, desde la extravagante Benidorm. Allí su tía Isabel tenía una boutique americana y a Toni le sedujo la idea de vivir entre pantalones de campana y fulares. Con ese propósito visitó un local en la calle Cisneros, le maravilló su singularidad, pero vio que la humedad le estropearía el género. «Tenía que montar un bar», contaba Toni. Las estrecheces del local le inspiraron para llamarlo El Niu, pero en la reforma agujerearon una pared que daba al salón de la vecina. «M’heu fet un forat!», les atropelló de inmediato. Y así se bautizó para siempre, con la muletilla de la Quica, una folclórica que lucía todavía en un marco de fotos que los anteriores propietarios habían abandonado.

Era 1974, sorteó la censura y el sambenito de vago y de maleante que le sobrevolaba. «Ni más casas de putas ni un bar de maricones», así recordaba Toni las palabras de las autoridades que le obstaculizaban la apertura. Al final, licencia de un bar con música en directo.

En seguida El Forat fue una extensión de su propietario, un foco de libertad que huía de las etiquetas y de los guetos. «Odiaba los cuartos oscuros, decía que esconderse era involucionar en la lucha por los derechos. En su local si te apetecía darte un beso con alguien te lo dabas, fuera un hombre o una mujer, nadie te iba a mirar», recuerda su hermana Isabel. El pub acogió reuniones clandestinas del Partido Comunista y también visitas de infinidad de caras conocidas que buscaban otra manera de pasárselo bien. Almodóvar, Miki Molina, Tierno Galván o Antonio Banderas estuvieron en El Forat, aunque seguramente el salto al estrellato nacional del local fue la visita del programa La Edad de Oro, de Paloma Chamorro, en el que actuaron Morticia y los Decrépitos.

Provocador, reivindicativo, pionero; su imagen vestido de miliciano de la CNT sujetando la pancarta de «Libertad sexual» en el primero de mayo de 1977 representa a la perfección quién fue Toni Brotons, al que su familia prepara un homenaje en la plaza de Quijano, una despedida alegre en la que se beberá por última vez una de sus invenciones maestras, el agua de Alicante.

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