El rastro de la pandemia en Alicante

El coronavirus cambió el paso a una sociedad que ha consolidado desde entonces costumbres como el pago con tarjeta, la reserva de mesas en los restaurantes y la comida a domicilio. La normalización y la desestigmatización de visitar al psicólogo o las citas previas con las administraciones también llegaron para quedarse tras la pandemia del covid

Un «rider», ayer, durante su jornada de trabajo, pasa por la puerta del Ayuntamiento de Alicante.

Un «rider», ayer, durante su jornada de trabajo, pasa por la puerta del Ayuntamiento de Alicante. / Jose Navarro

Ramón Pérez

Ramón Pérez

El alicantino de a pie hoy apenas maneja dinero en efectivo, paga con tarjeta, incluso con el móvil, se comunica con el colegio de sus hijos a través de internet, cuando queda a cenar con amigos en casa pide a domicilio y si sale fuera sabe que tiene que reservar. Esos gestos, asumidos ya como propios, son sin embargo actitudes adquiridas desde hace cinco años. La pandemia del coronavirus, que dejó unos 4.000 fallecidos en la provincia, reforzó esas prácticas ya existentes, y muchas otras, que desde entonces se han consolidado en el día a día de la ciudad.

La irremediable llegada del covid en el primer trimestre de 2020 cambió de arriba abajo a la sociedad alicantina, que hubo de lidiar a diario con la muerte, la distopía, el confinamiento y sus respectivas desescaladas. Con la vida dada la vuelta de la noche a la mañana, el alicantino hubo de acostumbrarse a aquello que se conoció entonces como la nueva normalidad. Todos los sectores actualizaron su funcionamiento con medidas extravagantes pero válidas para paliar la propagación del virus. De esta manera los ciudadanos se habituaron a las mascarillas, los guantes, los datáfonos, los biombos separadores, los metros de distancia entre comensales, las videollamadas o los turnos incluso para salir a la calle. Muchas de estas disposiciones duraron el tiempo que se alargaron los contagios, la alerta y los fallecidos; otras llegaron para quedarse en una sociedad que quiso olvidar la pandemia una vez inmunizada, pero que asimiló una serie de prácticas que ya no ha abandonado.

Un cliente paga con su móvil en la Plaza Nueva de Alicante.

Un cliente paga con su móvil en la Plaza Nueva de Alicante. / Pilar Cortés

Pese a que el pago con tarjeta era una opción desde hacía décadas en España, la llegada de la pandemia multiplicó su uso, principalmente por la corriente que defendía su aplicación ante el dinero en efectivo, según los expertos, un posible foco de contagio al ir de mano en mano. Así se normalizó aún más el datáfono para las compras en cualquier comercio e independientemente del importe. Hasta entonces era habitual que establecimientos de barrio, como las panaderías,únicamente aceptaran el pago con tarjeta a partir de una determinada cantidad. «Nosotros teníamos un cartel que decía que las compras menores a cinco euros no podían pagarse con tarjeta», explica una trabajadora de un horno de San Blas. «Aun así, hacíamos alguna excepción, pero es que la gente no tenía la costumbre de pagar con tarjeta cantidades pequeñas, no era lo mismo comprar dos croissants que un televisor», cuentan.

Hoy, un gran porcentaje, «alrededor del 60 %» según esta panadería, paga a diario con tarjeta por pequeño que sea el importe. Es una práctica extendida en el día a día de la ciudad y así lo corrobora el BBVA Research, el servicio de estudios de dicha entidad. «En la ciudad de Alicante, como en el conjunto de España, el gasto con tarjeta ha ido ganando peso como instrumento de pago registrado, experimentando una evolución del 76,9 % en 2024», confirman. El crecimiento se debe, según este estudio, al incremento del gasto turístico en la región —donde los extranjeros tienden a usar más la tarjeta— y, por otro, a un cambio generalizado en los hábitos de consumo, ya que, al igual que en el resto del país, cada vez más personas, especialmente los jóvenes, prefieren utilizar la tarjeta en lugar del efectivo.

Otro de los grandes cambios que perduran del paso de la pandemia en Alicante es la relación con la Administración. En aquella época se instauró la cita previa con el fin de evitar aglomeraciones que pudieran disparar los contagios. Hoy es una práctica asentada en el funcionamiento de las dependencias municipales y muchas gestiones se deben solucionar por este mecanismo. El Ayuntamiento de Alicante presume de sus ciberkioscos, instalados en diferentes puntos de la ciudad a finales de 2023, que han tramitado más de 50.000 gestiones y emitido 27.908 documentos de volantes del padrón. «Hay un antes y un después, no tiene nada que ver la gestión telemática de antes de la pandemia con la de hoy, ha avanzado a pasos agigantados», detalla Antonio Peral, concejal de Innovación y Nuevas Tecnologías.

En este sentido, el consistorio municipal también ha recibido diversos premios por su asistente virtual, ALI, la primera con inteligencia artificial de una entidad local, que resuelve dudas sobre los servicios de la ciudad y facilita la relación con la Administración. Dicho servicio forma parte del proyecto AL21, en cuyo desarrollo se invirtieron en torno a 700.000 euros de fondos europeos, y «aprenderá con el tiempo», por lo que su funcionamiento se irá optimizando a medida que los ciudadanos hagan uso de él.

Una de las dependencias del Ayuntamiento, donde se avisa que sólo se atiende con cita previa.

Una de las dependencias del Ayuntamiento, donde se avisa que sólo se atiende con cita previa. / Jose Navarro

Los colegios e institutos también experimentaron cambios sustanciales en su día a día; tuvieron que acabar aquel curso 19-20 de manera telemática y luego el retorno a las aulas fue gradual, con días alternos, ventanas abiertas y mascarillas. De todas esas novedades visibles ya no queda nada, apenas algún acceso diferente al centro para que cada ciclo entre por una puerta diferente. Sin embargo, todavía hoy muchas de aquellas novedades se han instaurado como instrumentales en los colegios, como la digitalización en las comunicaciones con los padres y madres de los alumnos. «Hasta entonces casi no se utilizaba la web familia, los boletines se daban en papel, se gastaba mucho además, y ahora es todo por la aplicación, incluso hay grupos de Telegram», detalla Isabel Moreno, presidenta de la Asociación de Directores de Infantil y Primaria de la provincia y de la Comunidad.

No sólo la vía telemática se asentó en los colegios, también a nivel metodológico, como explica Moreno, que a su vez es directora del colegio Port de Xàbia. «Como teníamos pocos alumnos mezclamos las edades e hicimos clases multinivel y así se han quedado, al estilo de las escuelas rurales, porque funcionan muy bien», continúa Moreno. Además, los diferentes centros educativos de la provincia han prolongado costumbres asumidas en la pandemia por pura obligación como el uso del entorno. «Se han sacado las clases a los patios, incluso al barrio y a la naturaleza; se necesitó durante el covid y ahora se ha visto que son altamente positivas», explica Moreno. Muchos colegios compraron mesas de picnic para trabajar al aire libre y evitar contagios y hoy son un activo importantes en la enseñanza de los más jóvenes. 

Del ingenio nacieron durante la pandemia las mejores soluciones, también en Educación, y muchos profesores de música, ante la imposibilidad de utilizar la flauta con mascarilla, apostaron por el ukelele, un instumento económico y fácil de aprender. Es uno de los ejemplos que han quedado en las aulas de los colegios de Alicante.

Del mismo modo que con las familias, la relación telemática de los equipos directivos de los centros con Conselleria también se ha asentado. «Los claustros con videollamada no existían hasta la pandemia, ahora son habituales y más prácticos, antes debíamos ir hasta Valencia todos y entrar por turnos», confiesa Moreno.

El uso de las plataformas para trabajar a distancia fue indispensable durante el confinamiento y así continuó en los años sucesivos. Alicante se postuló como uno de los lugares idóneos para teletrabajar por sus condiciones climatológicas; hoy, cinco años después, es la quinta ciudad en contratación de puestos de trabajo flexibles, con un total de 312 a lo largo de 2024.

Los meses que la sociedad tuvo que pasar en casa, con las salidas a la calle racionadas, cambió la manera de ver los hogares y el sector inmobiliario comenzó a percibir el creciente interés por inmuebles con patio o terraza. María García, propietaria de la inmobiliaria Marga Mora, con 30 años de experiencia en la calle del Teatro -donde ahora proliferan agencias internacionales-, confirma el viraje en la búsqueda de propiedades en Alicante. «La gente busca la terraza y si el comprador tiene más poder adquisitivo, un chalet con terreno», explica.

Además, la propietaria desgrana el perfil del comprador que ha aparecido en Alicante desde la pandemia:«Hay un auge continuo de extranjeros que buscan propiedades en la provincia, ahora no paramos de recibir americanos, un tipo de cliente que nunca tuvimos y que ahora compra para instalarse en el centro de la ciudad».

La era del «rider»

La limitación de aforo en los establecimientos obligó a los alicantinos a reservar para comer y cenar, costumbre hoy ampliamente instaurada también por el volumen de turismo que transita por la ciudad. A pesar de que su existencia era cada vez más habitual en la sociedad, la llegada del coronavirus popularizó un oficio, el de los «riders», anteriormente conocidos como repartidores a domicilio. Durante el confinamiento plataformas como Glovo, Uber Eats o Just Eat se erigieron como las mensajeras de la felicidad pasajera, toda vez que el ocio se vio reducido a la mínima expresión. Hoy estos trabajadores son un elemento más del paisaje urbano de la Alicante del siglo XXI, a lomos de una bici o una motocicleta y, en ocasiones, protagonizando manifestaciones por sus derechos ante la enigmática y descentralizada figura de estas empresas. «Nuestra profesión se ha asentado mucho desde la pandemia, ya no somos esos raros con una mochila a cuestas», detalla Gusta Gaviria, rider autónomo que trabaja para Glovo y Uber Eats.

Hoy se ha democratizado el sistema de pedido a domicilio, la gente tiene acceso de manera sencilla a través del móvil y todos los negocios saben que es imprescindible trabajar con alguna de esas plataformas. «Pocos restaurantes tienen su propio servicio de reparto, deben tener suficiente trayectoria en la ciudad para permitirse no aparecer en estas aplicaciones», confirma otro repartidor.

Gestado este sistema como una línea directa a un capricho, el de comer una pizza o una hamburguesa desde el sofá de casa, el servicio de comida a domicilio también ha evolucionado desde la pandemia y en la actualidad las plataformas son capaces de organizar y luego repartir compras de supermercados e incluso sugerir menús semanales. «Pueden ser un antojo para muchos, pero también son útiles e incluso necesarias para personas solas y con algún problema de movilidad», añade Gaviria.

Peor salud mental

Empeoramiento, pero más visibilización. El rastro de la pandemia en la salud mental de los alicantinos es evidente y desde entonces hay más trastornos, pero también mayor naturalización en visitar al psicólogo. Amparo Malea, psicóloga clínica y asesora del Colegio Oficial de laComunidad Valenciana, asegura que existe un antes y un después, principalmente por el aislamiento al que se vio sometida la población y las situaciones límite que se vivieron. «Hay más cuadros de ansiedad y de depresión, sobre todo en personas jóvenes», asegura Malea. Además, confirma el aumento de consumo de cannabis, alcohol y tranquilizantes debido a trastornos como el estrés postraumático, el insomnio o los duelos no resueltos.

Quienes más se han visto afectados han sido los jóvenes, una encuesta de Sanitat desvela que un 10 % de los menores de 15 años de la Comunidad están en riesgo de tener una mala salud mental. «Ha aumentado la ideación suicida y nuestro volumen de trabajo ha aumentado exponencialmente, pero también la visibilización de estos problemas, se ha normalizado ir al psicólogo, como si se fuera a cualquier otro especialista», cuenta Malea.

Otros cambios en la sociedad tras el paso del covid fue el interés por hacer testamento: en la provincia se ha pasado de 32.000 testamentos unipersonales abiertos en 2019 a 37.000 en 2023. El sector turístico también ha experimentado una gran subida, en municipios costeros como El Campello se ha pasado de tener 8.579 plazas turísticas a 13.500 en la actualidad.

La mascarilla fue el objeto por excelencia de la pandemia, hoy su uso obligado está limitado únicamente en áreas específicas de los centros hospitalarios, pero su empleo en entornos cotidianos también se ha normalizado cuando alguien acude con algún resfriado al trabajo o al transporte público.

El lunar: menos vacunación, incluso en el personal sanitario

El jefe de sección deMedicina Preventiva del Hospital de Elche, Juan Francisco Navarro, alerta de los bajos porcentajes en vacunación, cinco años después de la llegada de la pandemia. «Son datos preocupantes, por primera vez encontramos familias enteras donde uno o dos progenitores no se quieren vacunar», lamenta. 

El sanitario señala como culpable la campaña creciente de desinformación, sobre todo en redes, que pretender debilitar a Europa con noticias falsas. «Se difunde intoxicación informativa con el objetivo de debilitar a un continente o a un país, porque una sociedad si no está vacunada ni protegida será más débil ante cualquier amenaza», matiza.

Los datos de vacunación son también bajos entre el personal sanitario: «Se vacuna poquísimo, en torno a un 20 o un 30 % de covid y a un 40 % de gripe». Es decir, no existe concienciación entre los trabajadores de los centros sanitarios, puesto que los datos son similares a los del resto de profesiones. Tampoco son buenos los porcentajes de vacunados entre la población jubilada. «Son muy bajos, ahora hay mucha gente jubilada joven, de unos 60 años, que se siente sana y piensa que no debe vacunarse y eso es un error porque con 80 años es necesario vacunarse, pero con 60 es imprescindible porque generas inmunidad», apunta Navarro.

El jefe de Preventiva de Elche reconoce que la sociedad no ha aprendido del paso de la pandemia en cuestiones de vacunación y alerta, además, de la situación de los país de occidente, que viven repuntes de enfermedades debido a la creciente inmigración. «Estamos peor en gripe, pero también en sarampión e incluso en tuberculosis, por tanto debemos recuperar la vacunación y concienciar a la gente de ello», cuenta, al tiempo que reconoce que los países están mejor preparados ante cualquier pandemia, «con más camas, más respiradores y con laboratorios capaces de hacer vacunas en tres semanas».

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