Retratos urbanos

Detrás del telón

María Dolores Padilla Olba gerencia desde 1991 las cuentas, los servicios y la actividad del Teatro Principal de Alicante

María Dolores Padilla Olba, en el Teatro Principal de Alicante.

María Dolores Padilla Olba, en el Teatro Principal de Alicante. / Pepe Soto

Pepe Soto

Pepe Soto

Iba para boticaria, pero acabó gestionando las escenas, las cuentas y las tramoyas de un viejo, aunque aún adolescente, teatro. En su particular función, entre artistas que aguardan que se alce el telón para salir a la escena y el público silencioso o susurrando sentado en las butacas de patio o en los palcos, lleva casi tres décadas y media. Es la regenta del Teatro Principal de Alicante. Desde 1991. Discreta en su interpretación, siempre ha estado oculta tras una enorme bambalina entre representaciones de comedias, dramas, tragedias, óperas, musicales y tragicomedias sin apuntador. El teatro es su sueño: siempre ha formado parte de su vida.

María Dolores Padilla Olba (Barcelona, 1957) creció cerca de la Basílica de la Sagrada Familia. Tiene dos hermanos menores. Su padre, José María, siempre trabajó en la industria cervecera, en la fábrica de Damm, situada entonces en la calle Rosellón; la madre, María, siempre fue comerciante en colmados, pequeñas tiendas que ofrecían al público un sinfín de alimentos y productos para el hogar. Se hizo bachiller en el colegio privado Fomento Martinense y en instituto Liceo Ramón Llull. Aprobó el COU con buena nota en el centro de Ciencias Económicas y Jurídicas. Estudió Farmacia en la Universidad de Barcelona. Pero lo suyo eran las cuentas y las artes escénicas, pero siempre detrás del telón. El mundo es un teatro.

El primer trabajo de María Dolores fue de administrativa en un laboratorio farmacéutico mientras cursaba la carrera. Algo después superó unas oposiciones y logró un puesto laboral en el Banco Central. Por el destino, o posiblemente por inquietud, llegó a Alicante. Estamos en 1982. Se empleó en una empresa privada dedicada a distribuir por hospitales bombonas para tratamientos de pacientes con oxigenoterapia. Ahí estuvo un lustro. Cambio de trabajo. El interventor del Ayuntamiento de Alicante en la época, Pedro del Nero, en 1989, le encargó supervisar la programación y las publicaciones del V Centenario de la Ciudad de Alicante, tinglado que dirigió con éxito mano a mano con Carlos Mateo. Ahí estuvo María Dolores, en su primer contacto con el universo del arte un par de cursos: «La cultura me ha atraído siempre. La ópera me atrapó cuando era muy joven».

En reconocimiento a su labor, el consistorio le encargó otra misión: administrar y coordinar los servicios del Teatro Principal de Alicante, entonces dirigido por Luis de Castro, ya fallecido. Cinco años más tarde, en 2006, fue designada directora-gerente del coliseo situado en la plaza Ruperto Chapí. Ocupó el cargo hasta 2015. A petición de la candidata del Partido Popular (PP) a la Alcaldía lucentina, Asunción Sánchez Zaplana, Padilla escribió su nombre y apellidos en la lista electoral. Y obtuvo el acta de concejala en un mandato municipal convulso que acabó en moción de censura.

Acabada su experiencia política regresó a su puesto de trabajo en el teatro, en mayo de 2019, como subdirectora de un coliseo para gestionar los intereses de sus tres propietarios: el Ayuntamiento de Alicante, la Generalitat y el Banco Sabadell. Ahí sigue. Al frente del Teatro Principal, un edificio neoclásico que costó casi un millón de reales de la época y que se inauguró el 25 de septiembre de 1847 con la obra Guzmán el Bueno. En su gestión siempre ha ofrecido a sus jefes óptimos balances económicos, números positivos pese al incremento de actividades y otras exigencias arribadas casi del cielo, desde arriba. El pasado año, sobre el escenario se representaron medio centenar de obras teatrales, una docena de espectáculos de danza, una treintena de musicales y tantos otros de humor, lírica, magia y cuentos en lengua inglesa tras el telón. María Dolores forma parte de la Academia de las Artes Escénicas, tal vez por su labor durante 45 años pendiente de que se levante adecuadamente la cortina para que bien empiece el espectáculo.

María Dolores Padilla tiene un hijo, Carlos, que trabaja como técnico en una multinacional suiza. Y un nieto, Leo, que el pasado jueves sopló la primera vela de su vida.

Demasiadas cosas ocurren detrás de la escena y en bares cercanos. Los silencios del público hacen mejor teatro. Pero María Dolores Padilla Olba siempre está lista para templar los temores y silencios entre bambalinas. «Antes de cada función bajo a los camerinos para saludar a los actores y actrices para darles la bienvenida al Teatro Principal. Todos son encantadores; sobre todo por su sencillez y profesionalidad».

Se queda con algunos teatreros y teatreras, con grandes personas con voz y sombras ante la tarima: José Sacristán, Lola Herrera, Concha Velasco y Juan Echanove, entre muchos más; posiblemente por su sencillez o humanidad, por sus trabajadas tablas y humanidad: sin simpatía todo es imposible. También con músicos, payasos, malabaristas, técnicos de luces y sombras y cuentacuentos que se han subido al estrado del coliseo alicantino para contar nuevas cosas. Trayectoria aparte. Dice que la interpretación es aire puro, algo así como personas que nacen cuando se levanta la cortina, cada tarde o noche, para contemplar el espectáculo, tal vez para despertar risas o lágrimas, entre la comedia y obras más trágicas.

María Dolores siempre ha estado pendiente del aforo, de la función, de los trabajadores de un recinto y, sobre todo, del público. Alicante se ha convertido en una ciudad sin ley; nadie manda salvo en destino ocasional, a ratos. Pero esta mujer sabe mucho de lo que sabe, de su negocio, tonterías.

Siempre ha estado en calma detrás del telón, con cifras y letras, que no es poco. «La verdad es que el mundo del teatro, ahora, está entre una odisea para interpretar o un simple sainete para que las personas puedan reírse de sus sombras en tiempos lejanos o simplemente para entender a los demás».

Tablas y oficio. María Dolores sabe de cuentas, de listos y de torpes. De teatreros, de tramoyistas y de políticos: su gestión está garantizada en un mundo fascinante: teatreros, malabaristas, payasos. Y políticos. Pero siempre lo más importante para ella es ver disfrutar a público con sus nalgas posadas en una butaca ante cualquier escena.

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