RETRATOS URBANOS

Siempre dispuesto

El catedrático alicantino Rafael Muñoz Guillena preside la Sociedad Española para el Procesamiento del Lenguaje Natural, dedicada a la inteligencia artificial

Rafael Muñoz Guillena, mochila en hombro, en el campus de la Universidad de Alicante.

Rafael Muñoz Guillena, mochila en hombro, en el campus de la Universidad de Alicante.

Pepe Soto

Pepe Soto

Preside la Sociedad Española para el Procesamiento del Lenguaje Natural, dedicada a la inteligencia artificial, desde hace un par de años. Ingeniero Informático y catedrático, parte de su trabajo se centra en las tecnologías del lenguaje para que los humanos se comuniquen con las máquinas como si de personas se tratase y que ellas, incluso, puedan generar escritos bien estructurados, dinámicos, sin erratas ni faltas de ortografía. «La inteligencia artificial debe ser un instrumento al servicio de la humanidad y no un fin en sí mismo». Estudió en la Universidad de Alicante. Fue vicerrector y algunos cargos más. Ahí anda. Siempre dispuesto.

Rafael Muñoz Guillena (Alicante, 1967) dio sus primeras patadas a la pelota en el popular barrio de Carolinas. Su familia, de origen andaluz, emigró desde la localidad sevillana de El Arahal, tierra aceitunera, a Alicante en 1964, donde uno de sus tíos, Pedro, dirigía el Hotel Playa, ya desaparecido, que se alzaba en la Avenida de Niza, con vistas al mar. Ahí fue a parar el padre, también Rafael de nombre, que siempre había trabajado en el sector del transporte. Del camión a la hostelería.

Rafa siempre fue listo, estudioso, amable y sencillo. Estudió de chiquillo en un colegio público entonces llamado Víctor Pradera. Pero en 1975 el hotel se vino abajo; fue condenado a la demolición por la cadena británica Thopmson, su propietaria. Frente al edificio estaba el Mediterráneo más claro y azul. Y la familia montó un chiringuito de madera sobre la arena. Ahí estuvieron cinco lustros sirviendo comidas, refrescos y cenas: el padre ante el público; la madre, María, al frente de fogones y despensas. Tanto Rafa como su hermana, María José, ayudaron más de lo que pudieron en el negocio familiar, entre recados por tiendas y, sobre todo, en el fregadero.

El protagonista de este retrato urbano pasaba más tiempo en el kiosco de madera y en sus cuentas que en el piso familiar de la calle Foguerer. Estudiante avispado, se hizo bachiller en el instituto Jaime II, mientras jugaba con una pelota para meterla en la cesta en una cancha urbana de un patio enrejado de su barrio, Carolinas.

Apostó por la informática. Cada día se montaba a un autobús con destino a la Universidad de Alicante o a cualquier parte. 1985. Rafa alternaba los estudios con profesores jovencitos entonces -como su amigo Manuel Palomar- con la faena en el restaurante de los Muñoz Guillena cubierto de leño sobre el arenal. Empezó la carrera con una mochila repleta de suspensos, pero la acabó con buenas notas, tal vez por su esfuerzo, por su generosidad: sobre todo, parece, por ser una persona entrañable, según cuentan algunos compañeros de la ingeniería pegados al ordenador.

Título con mérito y orla colgada en su habitación, Rafa encontró su primer empleo como informático en una agencia de seguros; mientras seguía ayudando a sus padres en el comedor y en las entrañas del negocio playero. La hostelería no era lo suyo. Unos ratos más tarde, regresó al campus universitario como profesor ayudante, con contrato eventual, en su oficio de entender los procesos informáticos en una pantalla. Compartió despacho de investigación y risas con Fernando Llopis, Ernesto Pérez y Fernando Ortuño. En los primeros suspiros del nuevo milenio, en 2000, Rafa superó todos los obstáculos y superó las pruebas de doctorado, al tiempo que las excavadoras aniquilaron los maderos, enseres y la memoria del kiosco familiar de Playa de San Juan en cumplimiento de la Ley de Costas. En ese espacio se levantó años más tarde el restaurante Costablanca. Los padres se jubilaron en paz.

Entramos en lo más complicado de esta crónica, en su trabajo. Rafa Muñoz sigue en el espacio de la enseñanza superior, transmite sus conocimientos al alumnado como en su primer día en cualquier aula. «En las primeras clases me temblaban las piernas; más las palabras», recuerda.

Ha ocupado cargos de dedicación en la administración universitaria, hasta vicerrector. Es catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos. Y bastante sabe sobre el nuevo reto de la humanidad: la inteligencia artificial, dice que generativa, que no es poco. «Las tecnologías del lenguaje están marcando la diferencia de poder comunicarnos con las máquinas como podemos hablar con nuestros seres queridos, amigos o compañeros» y, en definitiva, están facilitando que podamos sacar más productividad a toda la tecnología que existe». Rafa explica que la inteligencia artificial generativa se refiere a sistemas capaces de crear contenidos que no existían, imitando patrones aprendidos a partir de grandes volúmenes de datos. Esta metodología, según el catedrático Muñoz, pueden generar textos, imágenes, audios, vídeos, códigos, etcétera. «Técnicamente, se basa en modelos de aprendizaje profundo, especialmente modelos de lenguajes, entrenados con muchos datos».

Rafa, además, preside desde hace un par de calendarios la Sociedad Española para el Procesamiento del Lenguaje Natural, dedicada a una rama de la inteligencia artificial centrada en la interacción entre las computadoras y las palabras de las personas. Su objetivo es permitir que las máquinas comprendan, interpreten, generen y respondan en lenguaje natural, ya sea escrito o hablado: que calculen como el cerebro humano.

La inteligencia artificial puede resolver algunas cosas en nuestras vidas. Pero siempre habrá una persona tocando sus teclas y al mando de las operaciones. Los robots son sencillos, aunque difíciles de comprender: obedecen órdenes. La inteligencia de los humanos es otra historia, con sus desmemorias y rabietas incluidas, que oscilan en los límites del aprobado: pero, de vez en cuando, puede hacernos sonreír o llorar.

Rafa Muñoz también es secretario general del Centro de Inteligencia Digital de la UA (CENID) desde enero de 2021, estancia científica dedicada a impulsar los procesos de innovación y transformación digital de las administraciones públicas.

Por tradición familiar es aficionado al fútbol, al Real Betis Balompié. También al baloncesto. Cuando la ocasión lo requiere se enfunda una camisola verdiblanca, con el número 9 pegado a la espalda, que le regaló el delantero alcoyano Jorge Molina cuando defendía los colores béticos. La entrevista transcurrió cerca del campus universitario. Rafa es buen conversador. Siempre dispuesto a trabajar por los demás. Su pareja se llama Irene.

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