Análisis
Alicante, donde una librería despertó conciencias frente al turismo masivo
Del "Alicante todo es turismo" a impulsar una segunda suspensión de licencias a los apartamentos, ahora incluyendo bloques turísticos, para proteger a los vecinos. Con retraso, pero la lógica se acaba imponiendo

La librería 80 Mundos de Alicante, obligada a abandonar su local tras la venta del edificio para uso turístico / Pilar Cortés
De presumir que «Alicante es todo turismo» a poner coto, o intentarlo, al turismo de masas y a sus evidentes consecuencias (además de generalizadas) para los vecinos y la convivencia en los barrios. Del «dato mata relato» alardeando del impacto económico del turismo de masas a exhibir números para justificar medidas que, sobre el papel, deben perseguir que el ciudadano, el alicantino de a pie, recupere un espacio que ha ido cediendo por voluntad política, promoviendo ciudades sin personalidad. Y este cambio, de aquellos discursos a estas decisiones, todo del gobierno local, en solo diez meses.
De hecho, fue hace poco más de medio año cuando el pleno del Ayuntamiento de Alicante, por amplia mayoría, aprobaba la suspensión de licencias a viviendas turísticas en bloques residenciales durante dos años. Era la primera medida que tomaba el ejecutivo de Luis Barcala para intentar frenar las consecuencias nocivas (y sabidas por replicarse en medio mundo) del turismo masivo en una ciudad como Alicante en la que, según el mismo ejecutivo, era «todo turismo».
Se trataba, pese a ese alegato de cara al potente sector, de una reacción obligada frente a un malestar creciente en el municipio, donde el precio de la vivienda se disparaba (como en tantos otros lugares turísticos), al mismo ritmo que las quejas vecinales por esa turistificación incontrolada, ese fenómeno que se da cuando se desplaza a los residentes para atender al turista. El turismo, esa bendición para tantas economías (también la alicantina durante los últimos años), se estaba convirtiendo en un problema social. Y eso que el informe «ad hoc» de la Cátedra de Turismo de la UA, impulsada por el propio Ayuntamiento, señalaba a finales de 2024 que había margen para más apartamentos de alquiler turístico, en concreto, para unos 4.000 más.
Ahora, seis meses después de aquella decisión ampliamente avalada por el Pleno local, el mismo ejecutivo ha decidido endurecer ese coto al turismo de masas ampliando la suspensión de licencias a los bloques de apartamentos turísticos. Se da por hecho que la medida superará el trámite plenario a finales de este mes.
La decisión, aunque el gobierno asegure que llevaba tiempo trabajando en ella, se ha conocido ahora, para intentar poner sordina a la polémica suscitada, con réplica nacional, ante la obligada salida de la librería decana de Alicante, 80 Mundos, de su histórica ubicación en General Marvá tras la compra del edificio por una empresa madrileña para habilitar apartamentos turísticos. Un proyecto más en la ciudad para convertir un bloque residencial, con su comercio a pie de calle, en turístico, aunque esta vez con altavoz por su impacto social.
En la ciudad, desde que el Ayuntamiento aprobó a finales de 2024 la primera suspensión de licencias a viviendas turísticas (relativa a edificios residenciales), doce nuevos bloques de apartamentos turísticos se han dado de alta en el registro de la Generalitat, rozando ya los noventa, con casi 3.000 plazas ofertadas. Por contraponer datos, cero bloques de pisos de alquiler asequible se han abierto en Alicante en el mismo periodo. De esos nuevos bloques, 25 iniciaron la actividad en 2024 y 16 en 2023. Y a esos hay que sumar los que cuentan ya con los permisos necesarios y que están, o estarán en breve, en fase de obras.
Por ahora, el gobierno se ha limitado a asegurar que la nueva medida contra los apartamentos turísticos llega para «garantizar el acceso a la vivienda, proteger a residentes y negocios» y en busca de «disponer de tiempo» que les «permita estudiar cada barrio y tomar las decisiones más oportunas en cada caso». No ha concretado, eso sí, por qué las medidas se han tomado en dos fases, con medio año de lapso entre la primera y la segunda. De hecho, todas las explicaciones, pese a la magnitud del problema y a lo drástica de la solución temporal, se han limitado a un «canutazo» del alcalde, tras inaugurar el nombre de una glorieta, y a una nota de prensa. Una «puesta de largo» escasa para una medida de tal envergadura, dando sensación de improvisación, de falta de estrategia.
Sin servicios... ni sombras
Aunque para falta de previsión, la mostrada, sin salir de la gestión turística, en las playas en este arranque de verano, y eso que Barcala fichó a coordinadores y directores generales para mejorar la gestión municipal. Las boyas que delimitan las zonas de baño, las tumbonas, sombrillas, chiringuitos y taquillas en la mayoría de los arenales y la atención a personas con movilidad reducida son servicios con un aspecto en común: haber llegado tarde, y eso que se trata de renovaciones de contratos, sin novedades reseñables.
Aunque para burla lo sucedido en Tabarca, donde el Ayuntamiento promovió un contrato (a pagar con Generalitat y el Gobierno central) para instalar toldos en la calle principal, con un coste de 165.000 euros, que darán sombra veinte días este año frente a los siete meses previstos. Y eso, siendo Alicante todo turismo.
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