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Retratos urbanos

Un filósofo de cabecera

Cecilio Nieto, que de joven iba para sacerdote, es un habilidoso pedagogo, catedrático de Filosofía, escritor, investigador y defensor de los consumidores

Cecilio Nieto posa en un parque de la barriada alicantina de San Blas, cerca de su casa.

Cecilio Nieto posa en un parque de la barriada alicantina de San Blas, cerca de su casa. / Pepe Sotot

Pepe Soto

Pepe Soto

Iba para cura. Pero se quedó a las puertas de cualquier parroquia antes de cantar misa. Se quedó con su familia en momentos de dolor y duelo. Fue expulsado de un seminario por ausentarse durante el trance entre la vida y muerte de su padre, un maestro nacional recordado por los vecinos de Bigastro y de más sitios. Catedrático de Filosofía, escritor, investigador, tertuliano en programas radiofónicos y aún soñador, preside una asociación para defender a los consumidores. Puede ser nuestro filósofo de cabecera. O simplemente un buen vecino.

Cecilio Nieto Cánovas (Portmán, 1943) sólo estuvo tres años en la localidad murciana situada a los pies de la sierra minera que discurre entre de Cartagena y La Unión en una bahía bañada por el mar Mediterráneo. El padre, José Nieto, maestro nacional, fue trasladado a Bigastro, municipio “con habilidad pedagógica: el pueblo de los inteligentes”, dice Cecilio, hijo mayor del matrimonio. La familia creció en la Vega Baja con cuatro criaturas más, aunque dos fallecieron a temprana edad. Hasta los 14 años estuvo en el colegio en el que trabajaba el progenitor.

Superado el bachiller elemental, Cecilio continuó los estudios en la Academia Magistral, regido por hermanas Carmelitas, en Orihuela, a cinco kilómetros de casa, donde arribaba cada día de labor montado en una bicicleta durante un par de cursos. Optó culminar el último curso de bachillerato en el convento de los Padres Carmelitas Calzados, en el seminario de Caudete, como novicio de la religión católica.

Quiso conocer más sobre el pensamiento teológico y filosófico de la iglesia escolástica. Cecilio cambió de destino. Fue a parar en un centro de formación de sacerdotes en el municipio de Onda (Castellón). Tres años cargados de clases de Filosofía, Teología y latín para intentar comprender la fe, el conjunto de creencias de su religión entre oraciones, experiencias parroquiales y partidos de fútbol en el tiempo de recreo junto a sus compañeros internos enfundados de hábitos negros.

De Onda a Salamanca. Siempre bajo la custodia de la misma orden religiosa. El chico de Portmán seguía con su vocación al sacerdocio y a la filosofía de vida. Pero poco más de un año más tarde el padre enfermó. Cecilio se desplazó a Barcelona en 1963 para estar al lado del progenitor ingresado en un hospital para ayudar a su madre, Veni. Regresaron a su casa de Bigastro en ambulancia. El novicio decidió estar junto a su familia en tiempos delicados, difíciles. Semanas después falleció el aún joven profesor. Tenía 52 años. Cecilio hizo el hatillo de regreso el seminario salmantino. No llegó a deshacerlo. Los gerifaltes de la orden lo recibieron a las puertas del convento entregándole un papel que notificaba su expulsión, la tarjeta roja. No llegó a cantar misa.

De nuevo a Bigastro. Los Nieto Cánovas residían en una casa propiedad del Estado para maestros y maestras nacionales y fueron desalojados con cierta urgencia. La madre decidió instalarse en Cartagena, donde vivían algunos familiares. Cargaron los muebles, cacharos y algunos enseres en un camión y volvieron a empezar en una pequeña vivienda. Cecilio se dedicó a la enseñanza impartiendo clases particulares de números y de letras en su casa y también a domicilio. También trabajó en el colegio Maristas casi un lustro.

Acabó en Madrid. “La Complutense era más antigua que la Iglesia”, recuerda. La Universidad Pontificia de Comillas trasladó su sede a Madrid en 1970. Se matriculó por un precio de 5.000 pesetas por curso, que pagó a plazos con lo poco que ganaba dando lecciones a grupos reducidos de estudiantes. Finalizada la carrera de Filosofía, Cecilio consiguió una beca de investigación en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de tres años de duración. En ese tiempo se casó con Manuela Maestre y nació el primer hijo de la pareja, Mario, profesor de Ciencias del Deporte.

Luego superó las oposiciones y durante unos años estuvo con su filosofía y sus palabras a cuestas en institutos de Granada. Muy cerca de La Alambra nació su segundo hijo, Claudio, que se dedica a la misma profesión que su hermano. El siguiente destino de este educador de conocimientos y de valores humanos fue en Alicante, en las aulas del instituto Jaime II. Ahí estuvo hasta su jubilación, en 2010, como catedrático. También fue profesor asociado en la Universidad de Alicante.

Siempre le ha gustado pensar; también contar cosas. Cecilio ha publicado más de treinta libros sobre filosofía y ética, entre ellos el que escribió en su tesis doctoral: Georges Gurvitcht de la filosofía a la sociología del conocimiento, en 1991. Otros de sus trabajos son La reflexión radical, desde su visión de la metafísica como sistema, y un libro sobre el pensamiento de Jean-Paul Sartre centrado en la libertad absoluta del ser humano. Colaborador en medios de comunicación, recordamos algunas de sus frases: “La justicia no juzga, arbitra intereses”. “La política no negocia en público, se enreda en trapicheos de pasillo”. Y "La ciudadanía asiste a una democracia que se degrada a golpe de archivo procesal y voto táctico".

“Los problemas más profundos no son en absoluto problemas. Mi filosofía consiste en una reflexión radical, fruto de una actitud radical ante la compleja realidad”, asegura Cecilio Nieto.

Desde hace diez años preside la Unión de Consumidores de Alicante, dedicada a la defensa de los intereses de los usuarios, bien con carácter general o en productos o servicios determinados. Sustituyó a su amigo y compañero de instituto Pedro Hernández, ya fallecido.

Dice Cecilio que “cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. La filosofía no solo trata de preguntas abstractas, sino que también ayuda a desarrollar habilidades prácticas como el razonamiento lógico, la ética aplicada y la resolución de conflictos. Sigue la teoría de Tales de Mileto: “La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil es hablar mal de los demás”.

Es como un filósofo de cabecera. También cuida de sus nietos en ratos libres.

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