El arte de agarrarse es el último libro de poemas, hasta la fecha, de la escritora y diseñadora gráfica Cristina Morano, que nació en Madrid en 1967 y vive desde hace ya unos años en Murcia, desde donde ha impulsado diversas aventuras editoriales, entre las que destacan la publicación de la revistas Thader (1994-1996) y Hache (2004). Morano ha recibido destacados galardones literarios, como el XI Premio Nacional de Poesía José Hierro, otorgado al libro La insolencia, y ha sido incluida en varias antologías.

En lo que se refiere a El arte de agarrarse, se trata de un poemario relativamente breve pero de estructura bien trabada, ya que, enmarcando a las composiciones líricas, encontramos un prólogo de Julia Otxoa, titulado Escribir bajo el cráneo vacío de un león, y un epílogo de Pablo García Casado, La historia de la chica de la mochila verde. Entre el texto de Otxoa y el de García Casado emerge El arte de agarrarse, una interesante y acertada propuesta poética que se compone de dieciséis piezas, si bien algunas de ellas, concretamente Noches como playas, Próxima estación, desconocida, Bésalo, Aurum y Asideros de verano, se encuentran, a su vez, divididas en diferentes tiempos o partes.

Ya en el prólogo, Julia Otxoa presenta una de las claves fundamentales de lectura de El arte de agarrarse: "la conciencia del ser como caída". En realidad, se trata de una reformulación de la cita inicial de Louise Bourgeois que preside todo el volumen. En el primer poema, Señoras, la autora se posiciona en un lugar concreto de la sociedad, "entre las limpiadoras que se duermen / sobre su propio desayuno. // Al otro lado de la barra / conversan las señoras, / las dueñas de las tiendas de mi barrio"; pero no siempre existe esa división, porque, en ocasiones, "las imito, finjo que soy respetable / en la cola del supermercado". En las diferentes composiciones del libro, lo más cotidiano convive con el arte y lo más inesperado de la existencia. Algunos de los poemas de El arte de agarrarse están fechados en 2001, 2003 y 2005, lo que da cuenta de un largo proceso de gestación y maduración por parte de la autora, que ha ido acumulando en estos versos lecturas, experiencias, imágenes y, sobre todo, muy buena poesía.

Así, por ejemplo, en Noches como playas, la estancia de una pareja en un hotel se convierte en un estupendo poema en tres tiempos: "En la terraza de un hotel de playa / una pareja pasa la tarde sin hablarse; / él le ha pedido a ese silencio este libro, / aunque no pueda salvarle / siquiera en el recuerdo de los hombres"; un poco más tarde, llega la noche: "Todo es negro, / desde la costa a la habitación del hotel. / La pareja ha vuelto de la fiesta, / se ha desvestido y ella se ha lavado la cara". A veces, es la propia ciudad de Murcia la que se abre paso a través de los versos, como ocurre en Leones de bolsillo-"Antes de que derriben las antiguas / últimas tiendas de la calle Platería, / los gatos y los perros las ocupan"-, donde los animales se convierten en protagonistas, algo que no debe extrañar, ya que su presencia es una constante a lo largo de todo el libro. Los felinos aparecen nuevamente en El animal radiante-"Un gato duerme sobre mí, / su corazón golpea mi rodilla, / sueña con que persigue un pájaro / de pluma azul del parque de La Pólvora / que sólo canta en el estío"- y Dibujo del mundo -"Todas las mañanas hay un gato / desde el amanecer recorriendo la casa / paso a paso, invisible a mis oídos, / apurando el borde de los muebles, / oliendo atentamente suelo y ropa".

Pero esto son sólo algunas muestras de todo cuanto se esconde entre las páginas de El arte de agarrarse. Como dice Pablo García Casado en el epílogo, Cristina "está dentro, participa de las miserias y las alegrías, desde la habitación del hotel, observando las botellas que cruzan el Mediterráneo, en el cuarto de baño compartiendo el secreto mejor guardado de las madres". Y vale la pena conocer a Cristina Morano, o, lo que es lo mismo, leer sus versos.