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Novela

Los mitos de la amistad

Dicen que el Azorín es más que un premio. Arrancó en 1977, con el patrocinio de la Diputación de Alicante, y trescientas mil pesetas de dotación, para recaer ese año en el maestro de Primaria valenciano José Luis Sánchez Cuñat; y entró en una nueva etapa a partir de 1994, cuando se llegó a un acuerdo con la editorial Planeta. Desde entonces, lo han ganado novelistas como Gonzalo Torrente Ballester, Jesús Ferrero, José Luis Ferris, Dulce Chacón, Luisa Castro, Eugenia Rico, Javier García Sánchez, Manuel Mira, Jon Juaristi, Montero Glez, Lola Beccaria y Begoña Aranguren. En 2011, los sesenta y ocho mil euros brutos del galardón irán a los bolsillos de la periodista Pepa Roma.

Si no fuera porque Indian Express está protagonizada por dos sesentañeras, todo el mundo admitiría sin reparos que se trata de una novela de aprendizaje: el de dos mujeres que se descubren la una a la otra y, en ese proceso, se conocen mejor a sí mismas. También se podría hablar de novela generacional: la de quienes buscaron en la India un nuevo modelo de vida. O de un relato de viajes. O de la historia de una amistad. En distintas dosis, combina hábilmente todo eso.

Poco a poco, vamos sabiendo que Lola y Che coincidieron hace cuarenta años en una fiesta, cuando la narradora (Lola) volvía de una estancia en Londres, y planeaba conocer la India. Hija única de una familia burguesa, la protagonista encuentra en Merche (después, Che) la amiga íntima que no ha tenido. Parte de la fascinación se debe al rechazo que esa chica de pueblo suscita en el círculo de Lola: por su cojera, por su escaso gusto al vestir, por pertenecer a otro entorno económico-cultural.

Lo más interesante de Indian Express es cómo fija la mirada en una edad poco explotada por nuestra narrativa; y cómo desmonta los mitos de la amistad. La de estas dos mujeres pasa por diversos acercamientos y ausencias, por viajes y experiencias compartidas; pero se asienta, más que en el cariño y el respeto, en la dependencia y los rencores. Sus ideas, utopías, aspiraciones y compromisos han nacido y cambiado en tiempos distintos, y eso ha generado tensión entre ellas. Así, la estancia juntas en la India, soñada durante cuatro décadas, se transforma en una tormenta que parece no ir a estallar nunca.

El repaso de sus adscripciones al antifranquismo, al catalanismo y al feminismo constituye una radiografía de nuestra historia reciente, pero las virtudes temáticas del relato conviven con algunos defectos lingüísticos, fácilmente perdonables en un artículo, aunque no tanto en una obra literaria: reiteraciones como "cada una por razones diferentes -las diferencias de clase" (pág. 19), "no hicimos tal cosa, hacernos un corte" (pág. 26); frases forzadas como la que empieza con "todo viaje siendo" (pág. 152)É

Está claro que Pepa Roma ha vertido en la novela su fascinación por la India, donde ha estado en múltiples ocasiones desde los dieciocho años: calles, paisajes y gentes palpitan en sus páginas hasta lograr transportarnos. Como la autora, también la narradora conoce bien el país, y quiere compartir su entusiasmo con Che. Esa capacidad de disfrute, unida a su atractivo compendio de experiencias vitales, hacen de Lola un personaje positivo, cercano y creíble. Por el contrario, echamos en falta el contrapunto de la visión de Che, quien queda aplastada por sus inseguridades, su histrionismo, su mezquindad, sus traiciones y, sobre todo, por los juicios que de ella hace su amiga.

Incansable viajera, Pepa Roma (La Sentiu, Lérida, 1955) estudió Filosofía y Letras y Ciencias de la Información. Ha trabajado en diversos diarios, y en Televisión Española. Es autora o editora de obras sobre sus facetas profesionales, como La trastienda del escritor (2003), donde recoge reflexiones propias y ajenas para abordar el mundo de la escritura, y De profesión periodista (2000); sobre temas contemporáneos, como Jaque a la globalización (2001), donde se acerca a los problemas y alternativas de ese proceso; y sobre el papel masculino en la sociedad actual: Hablan ellos (1998) y Ser hombre (2001).

Su dedicación a la narrativa comenzó con los cuentos Adiós, Estambul (accésit al Premio Antonio Machado 1990), y la novela corta Cómo desaparecer sin ser visto (1991). Ganó el Premio Andalucía 1997 con Mandala: ambientada en Madrid y la India, relata un día en la vida de una periodista que está a punto de desmoronarse. Doce años después, Roma abandonó su profesión para escribir Indian Express, que toma su título del nuevo nombre del restaurante Tanjore: ese cambio de denominación simboliza las transformaciones de un subcontinente fascinante que, como la relación entre las dos protagonistas, debe buena parte de su valor mítico a la idealización.

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