Durante las últimas semanas en La Casa Encendida en Madrid se ha podido contemplar La Caballería Roja, exposición que abarca las manifestaciones artísticas en la Unión Soviética entre los años 1915 a 1945. El título alude a una pintura de Malevich, realizada entre los años 1928 a 1932. Es una obra que corresponde a su tercera, y última, etapa creativa. Está compuesta según bandas horizontales, donde la superior, a la mitad de la superficie, representa la alineación de pequeñas figuras de jinetes cabalgando. El artista en la parte posterior del lienzo escribió "La Caballería rusa galopa desde la Capital de la revolución de Octubre para defender la frontera soviética". Título elocuente del alcance épico de su propuesta. La tela ya formó parte de la exposición que, sobre el autor, se disfrutó el año 1993 en la Fundación Juan March.

El contenido de la muestra es adecuado pretexto para rememorar la actividad artística desplegada durante dos lustros, comprendidos entre1915 y 1925. Desde los inicios del abstraccionismo lírico de Kandinsky, hasta la segunda fecha cuando Maiacovski escribió Lenin, poema dedicado a la figura del líder fallecido durante el año precedente. Constituye la etapa de contenidos teóricos y manifestaciones formales de mayor radicalismo, equiparable a la actividad de los artistas holandeses componentes del grupo de Stilj. Mediada aquella década y durante los años inmediatos posteriores, con propuestas del mayor interés, comenzó su declive bajo la represión estalinista.

Constructivistas y supremacistas, a través de los escritos en diferentes manifiestos, reflejaron y pusieron de manifiestos su compromiso social y político. También la ambición por alcanzar soluciones formales nuevas, abandonando las referencias figurativas al uso -de otra parte siempre latentes en las vanguardias coetáneas- sus polémicas y enfrentamientos internos por lograr una denominación y nuevos resultados, diferencia su expresión artística, conseguida solo en reducidas ocasiones.

El Lissitzki, con sus montajes espaciales, denominados salas o instalaciones Proun, realizó lugares concretos, sin referencias figurativas. Logrando además la tan buscada síntesis entre arquitectura, escultura y pintura. Con aquellas manifestaciones Proun, el artista superaba la paradoja del soporte bidimensional. En definitiva, el apoyo sobre el cuadro convencional aunque autónomo que, durante siglos de utilización desde la Baja Edad Media, había permitido la difusión y divulgación de la pintura entre las burguesías urbanas europeas.

La arquitectura no quedó a la zaga, consiguió realizaciones excelentes, acordes con las aspiraciones ideológicas y las necesidades de la nueva sociedad soviética. Fueron construcción de viviendas colectivas, con tipologías inéditas llevadas a cabo en propuesta urbanas innovadoras.

También resultan seductoras las experiencias utópicas. Inspiradas en la arquitectura de hierro y en el maquinismo, máximo exponente desarrollado por los ingenieros y arquitectos durante el siglo XIX. Fueron atrevidas y desafiantes a las soluciones convencionales. Durante el año 1919 Tatlin, considerado creador del constructivismo, con el proyecto a la Tercera Internacional llevó a cabo la propuesta más programática. La torre Eiffel era su precedente más directo. Tatlin planteaba una construcción en forma de hélice con el eje inclinado, que hubiera alcanzado cuatrocientos metros de altura, otras fuentes se refieren a 303 metros. En su interior quedarían superpuestos cuatro cuerpos realizados mediante otras tantas figuras geométricas elementales. Su trazado denotaba movimiento y pretendía representar la pujanza del proletariado, como clase en ascenso. Los avatares internos, guerra civil incluida y el posterior revisionismo de tendencias académicas, además de las dificultades técnicas, hicieron imposible su construcción. Tan solo se conservan alguna maqueta, inspiradas en la primera y en los dibujos, realizados por el artista y sus colaboradores.