Acaba de celebrarse en Valencia una semana dedicada al diseño. Durante varios días, los diseñadores y las empresas han abierto sus puertas a los valencianos para mostrarles sus productos, sus novedades. El objetivo de la Valencia Disseny Week era enseñar el diseño al gran público que es, a fin de cuentas, para quien trabaja el diseñador. Valencia, la Comunidad Valenciana, cuenta con un número de profesionales considerable. Varios de ellos han montado despachos de una incuestionable calidad, que han dado un gran impulso a la industria; otros, desarrollan su carrera en el extranjero, especialmente en Italia. El diseñador es un hombre que viaja, muy ligado a la moda, y a las tendencias; debe moverse de un lugar a otro y su trabajo tiene cada día un carácter más internacional.

La abundancia actual de diseñadores es consecuencia del desarrollo experimentado por los estudios de diseño, que han tendido a normalizarse en el país. En unas décadas, el diseñador español, que debía formarse de una manera poco menos que autodidacta, ha pasado a cursar unas enseñanzas regladas. Esto le ha dado solidez a los estudios, ha abierto nuevos campos. Todavía es mucho lo que queda por hacer, claro está. En cualquier caso, el camino recorrido ha sido impresionante: basta pensar en lo que era el diseño español hace cuarenta años, para advertirlo.

Sin embargo, el diseño es todavía poco conocido en nuestro país fuera del ámbito de la profesión. Entre el público se mantiene -quizá de un modo excesivo- la idea de que el diseño es algo exclusivamente estético. Desde luego, el diseño es estética, pero es, sobre todo, un producto industrial que debe funcionar de la mejor manera posible para atraer al comprador y satisfacer sus necesidades. Esta cuestión tan simple se olvida con demasiada frecuencia. El diseñador es un artesano dotado de sentido práctico; un ingeniero obligado a resolver problemas técnicos de una manera estética. Eso es, al menos, lo que hacen los mejores diseñadores.

Entre nosotros -hablo de Alicante, de la provincia de Alicante- el diseño no ha logrado todavía esa presencia activa que percibimos en otras ciudades españolas, cuando viajamos. Es cierto que algunas cosas han mejorado. Por ejemplo, ha mejorado el comercio, las instalaciones comerciales. Basta echar una ojeada a los nuevos restaurantes que se abren cada día -una tendencia que, ahora mismo, parece no tener fin- para advertir un progreso en la decoración de estos locales, que en nada recuerdan a los de años atrás. Pero, en general, la presencia del diseño pasa bastante inadvertida entre nosotros. Nuestro mobiliario urbano, por ejemplo, es desastroso en su mayor parte, como cualquier puede comprobar. Nuestras autoridades, tan preocupadas por sumarse a la moda de la gastronomía, no han tomado al diseño en consideración. Los esfuerzos que realiza la animosa Asociación de Diseñadores aún no han dado los resultados que serían deseables. Habrá que seguir insistiendo, porque es mucho lo que el diseño puede hacer por Alicante. Podría tener, por ejemplo, un efecto dinamizador del que andamos bastante escasos en la ciudad.