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Ascensión González Lorenzo

«No creo en la obra que es puro virtuosismo técnico»

El trabajo más característico de la ilicitana son figuras humanas blancas, metáforas escultóricas

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Es muy curioso cómo tus multitudes identifican al individuo, ¿lo colectivo puede representar lo particular? Y al revés, claro.

No se crea al margen de nada. Se refleja la sociedad donde se vive, la experiencia personal, la cultura, todo lo que sucede a nuestro alrededor y hemos vivido. Exploro el poder del colectivo y cuestiono la identidad del individuo en la sociedad global de hoy. A través de mis propias vivencias y sensaciones formulo cuestiones relacionadas fundamentalmente con lo colectivo.

Tus huestes, grupos, coros, ¿son un aviso ante lo gregario?

Sin duda alguna, son una llamada de atención. El individuo se presenta a una escala mucho menor que la real. Blanco, inmaculado, puro. A causa de esa pureza, se ve arrastrado a diluirse en el grupo, dejándose llevar por la sociedad y encaminándose hacia donde todos lo hacen. No trato de relatar o denunciar estereotipadamente, no son descripciones o historias reales, reflejo la parte compleja de representar.

¿Dónde está el límite o la frontera de la individualidad?

Mis personajes buscan sus límites, los de su propia idiosincrasia, sus sueños, sus ansias de volar, sus angustias, lo que les oprime. A veces aislados, enfrentándose a la realidad solos, o como mucho por parejas. En otras exploro su comportamiento colectivo, en sociedad, donde los personajes se plantan, se rebelan, desafían a la colectividad, a sí mismos. Mi obra gira alrededor de la impotencia, la frustración, la injusticia, la opresión, el estatus social, la dependencia, el miedo... y factores que ayudan a delimitar las fronteras de la individualidad, siempre desde un punto de vista irónico y con sentido del humor.

Tus buzos son un buen símil, y funcionan muy bien como imagen. ¿Imposible poder respirar en nuestro medio? ¿O es que andamos sumergidos?

El casco de un buzo es pesado, opaco... un escondite perfecto para ocultar nuestro interior, nuestras intenciones. Tan pesado y opaco que incluso frente a frente no permite la comunicación libre y fluida entre los individuos. Además nos proporciona aire para respirar en ambientes donde en principio no podríamos hacerlo sin él. Pero ese aire está «purificado», controlado en definitiva, como la información, las opiniones e incluso los sentimientos que percibimos.

Tu pieza Con pies de oro, ¿no sería más bien «pies de barro» o «zapatos de cemento»? Fragilidad contra pesadez.

Cuando trabajé en ella estaba pensando más en la codicia, la avaricia, el abuso y cómo se pierde la lucidez, la coherencia y el sentido común ante la ambición. Sí juega un papel muy importante la fragilidad de estos personajes, y a la vez la pesadez del grupo, en su sentido figurado y en el literal.

Ves esta sociedad impasible ante el silencio imperante. ¿Es fundamental el grito crítico y ensordecedor?

No juzgo a los personajes, no intento dirigir al espectador sobre lo que tiene que pensar. Presento escenas donde lo importante es cómo y por qué están haciendo. Planteo preguntas. Dilemas éticos. Invito a ponerse en la piel del personaje. Temas que parten de la observación del mundo y de nuestro comportamiento en sociedad. El ser humano con sus contradicciones, autoengaños, ambiciones, silencios, culpas? No son relatos o denuncias estereotipadas. No son simples descripciones de escenas. Intento penetrar en lo difícil de representar o exponer, los sentimientos, explorar cómo nos comportamos nosotros, cómo somos los seres humanos. Este ser no es frío, agresivo o crítico sino más bien pasivo.

Tus piezas, sus títulos, sus temas, son tus preocupaciones. ¿Es una manera de exorcizarlas y mostrarlas? ¿Es lo que nos proponen?

Me formulo preguntas y conflictos que traduzco a un lenguaje poético. Reviso las relaciones sociales, el cómo se relaciona el individuo con sus congéneres, explorando su papel individual. La técnica sin concepto no es arte. El arte es comunicación, abre la mente, es transmisión de emociones y sentimientos. Eso es el concepto, y no se debe confundir con que el artista o la obra deben hacer llegar un mensaje claro e inequívoco al espectador. Más bien todo lo contrario, tiene que abrir paso hacia nuevas lecturas e interpretaciones, abriendo de este modo la mente y el interior del espectador. No creo en la obra que es puro esteticismo o puro virtuosismo técnico.

Tus pequeños formatos, pese a representar multitud, por su escala, nos transfieren intimidad, nos identificamos curiosamente.

Juego con elementos cotidianos que, manipulados, cambian su significado de forma sutil, introduciendo posibles lecturas más emotivas y ambiguas que nos hablan de nuestra percepción subjetiva. Veo con ojos críticos la realidad, sin dejar de percibir el lado lúdico e irónico de las cosas. Mezclo de este modo lo literal con lo metafórico, lo irónico con lo trágico, lo familiar con lo enigmático. Emociones y sentimientos contrarios convergen. Presento individuos aislados o por parejas en una actividad absurda o solitaria. La exageración ayuda a entender, facilita el proceso de comprensión. El detalle, lo pequeño, lo sutil, donde tu vista se fija y se detiene; donde paras a reflexionar, a mirar y observar. La ironía, la metáfora, el juego, la poesía visual. Los materiales, ligeros o pesados, tienen connotaciones, son muy importantes: expresan, transmiten.

Un instrumento recurrente, las pistolas, al paso que vamos ¿se van a hacer necesarias, como estamos viendo en el Tercer Mundo?

Son metáforas de lo que en esta sociedad está establecido, impuesto o aceptado sin más. En El herido, irónicamente una pistola dispara letras y palabras de sangre del poema de Miguel Hernández, de sus ideas, que son las mismas que desencadenan el trágico final. Letras y palabras ingeridas por el personaje, ahogado por su propio fluido sanguinolento. Palabras que nos tragamos sin rechistar. Las oímos, las registramos y nos las creemos. Las absorbemos y nos habituamos a ellas. ¿Nos manipulan, nos mienten? No importa, lo engullimos todo y acabamos ahogados en nuestra propia sangre. Lo digerimos, lo aceptamos todo sin más, entramos en el juego de lo que nos han disparado, lo hacemos propio, y luego nos quejamos de que nos arrastra, nos ahoga.

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