Ella cogió su fusil
Laird Hunt baja a la trinchera en Neverhome (Ella era más fuerte) para contar las miserias de la guerra y mostrar su cara más amarga

Ella cogió su fusil / INFORMACIÓN
por óscar mora
Todas las naciones necesitan construir su identidad a través de un relato épico que las dote de una fundación mítica. Los nacidos en esta ribera del Mediterráneo contamos con la suerte de tener la Iliada y la Odisea, y cada país posee además su propia íntima tradición: el Mio Cid, las sagas artúricas o la Canción de Rolando son algunos de los más representativos. Una nación tan joven como Estados Unidos ha tenido que construir sus mitos alrededor de hechos modernos, que han sabido exportar y dotar de épica de manera magistral. Es inevitable que todos acaben pareciéndose a los poemas homéricos, ya que se trata de un género con reglas muy claras y sencillas, donde los patrones se repiten desde las sagas islandesas hasta el gaucho Martín Fierro. La Guerra de Troya para ellos es su guerra de secesión, contando con la indudable ventaja del material gráfico y manuscrito disponible para documentarla, y sus protagonistas han sido elevados a la categoría de héroes comparables, siempre según el imaginario americano, a Aquiles, Ulises o Ájax.

Ella cogió su fusil
En este contexto de fabricación de la memoria se sitúa Neverhome (Ella era más fuerte), que parte del hecho de que más de 400 mujeres se travistieron para poder pelear en la guerra. Basada en las cartas y testimonios de varias de ellas, Hunt ha creado el personaje de Constance, una granjera casada con Bartholomew cuando estalla la guerra. Como ella es más fuerte que él, no solo físicamente, decide ir al frente en representación de la granja. Constance se convierte en Ash Thompson, y el relato baja a la trinchera para contarnos los detalles y miserias de una guerra que vuelve a parecerse milimétricamente a todos los conflictos que en el mundo han sido, y es como si Ulises hubiese encontrado una buena excusa para quedarse en casa, y Penélope -esa es la comparación que se establece en la propia novela- hubiese ido a combatir. Ash no está obligada a ir a la guerra, pero las constantes preguntas que le asaltan en la voz de su madre, con la que mantiene inacabados diálogos, le empujan a seguir un poco más, a buscar otra batalla, a descubrir si la guerra puede mostrarle lo que realmente hay en ella. La voz de la madre muerta compone un relato paralelo donde historias ya conocidas mezclan sus principios y finales completando una fábula que bordea los temas que tantas veces hemos visto representados a partir de la guerra de secesión: la abolición de la esclavitud, el conflicto entre la tradición del sur contra la modernidad del norte, o las familias divididas en dos. Laird Hunt intenta centrarse en la intrahistoria del soldado Ash Thompson, en un afán de desmitificar la guerra y mostrar su cara más cruda. Pero fracasa, ya que el relato funciona porque cuenta con los elementos del viaje del héroe clásico, ya saben: llamada a la aventura, encuentro con el mentor, travesía del umbral, enemigos, aliados, pruebas, internamiento en la cueva más profunda, recompensa, lucha final y regreso al hogar. La métrica oral se convierte en un relato visual que inevitablemente saltará a la pantalla, porque incluso para narrar sus epopeyas los norteamericanos necesitan echar mano de Homero.
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