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La mesa del arquitecto

Me atrevo a decir que las dos o tres decenas de personas que asistimos a la charla del escultor Isidro Blasco en el MACA, semanas atrás, salimos del museo muy complacidas. Lo hicimos con la sensación de haber participado en un acto donde se había discutido de la manera más viva y -¿por qué no?- más agradable, sobre el arte actual. No es algo que suceda con frecuencia entre nosotros. Blasco, que trabaja en Nueva York, trajo a La Asegurada ese soplo de aire fresco que suele acompañar al arte más nuevo y que a tantas personas desconcierta. Con la charla del escultor se iniciaba el sexto ciclo de La mesa del arquitecto, que hoy continuará con una conferencia de Enrique Rovira-Beleta: Museos y museografía para las personas: accesibilidad desapercibida.

Nunca pensé que La mesa del arquitecto alcanzaría una vida tan dilatada. ¡Seis años ya! Habituado a que los proyectos tengan un vuelo corto en nuestra ciudad, y se vengan abajo en un par de temporadas, supuse que al ciclo le aguardaba un futuro semejante. Me alegro de haberme equivocado. Lo que comenzó como una idea modesta, unas charlas sobre arte y arquitectura alrededor de una mesa de arquitecto -una mesa de 1912, que Alfonso Navarro depositó generosamente en el MACA- se ha convertido en uno de los ciclos culturales más interesantes de la ciudad.

Una de las grandes carencias de nuestra vida cultural es su falta de conexión con el arte y el pensamiento más actual. Es cierto que en los últimos tiempos el defecto parece atenuarse y quizá estemos camino de solucionarlo. Entre las causas de esta mejoría, yo citaría la programación de la Sede de la Universidad y esta mesa del arquitecto. Gracias a ella, hemos conocido la obra y las ideas de algunos de los mejores profesionales del país. En sus sesiones se ha podido entrar en contacto con la arquitectura, la museografía o el arte más actual. No es poca cosa en una ciudad como Alicante.

A lo largo de estos años, La mesa del arquitecto ha creado su propio público. Se trata -no creo que pudiera ser de otra manera- de un público poco numeroso, atento, fiel, que muestra una gran curiosidad por cuanto allí se expone. Con el tiempo, se ha logrado, además, algo que me parece muy importante: crear un clima de confianza, de comodidad, entre los asistentes y el arquitecto invitado. Cuando acude, uno percibe un aire amable, de charla de café, que invita a sentirse cómodo a los pocos minutos. A ello contribuye, sin duda, el propio edificio: se está muy bien en el MACA.

Tres elementos pueden explicar, a mi juicio, el éxito de La mesa del arquitecto. El primero, su organizador, Santiago Varela. Hacer un programa cultural que no se limite a seguir la moda y los nombres del momento no es sencillo; el conocimiento que Varela posee de su materia y su perseverancia han sido fundamentales para el ciclo. Junto a él, yo destacaría el trabajo de Rosa Castells quien entendió la importancia del proyecto y lo ha mantenido a lo largo de los años. Por último, algo que me resulta sorprendente y positivo: que el ciclo se haya mantenido tras el paso de diferentes partidos políticos por la concejalía de Cultura.

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