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Crónica luminosa de la vida

Flores de la inocencia de José Luis Vidal Carreras es una guía de la vida del poeta, que utiliza sus versos como un diario del acontecer cotidiano

José Luis Vidal Carreras

Conocí a José Luis Vidal Carreras gracias al buen consejo de la gran amiga y poeta Esther Abellán Rodes. Mis prejuicios a veces me llevan a no ver más allá. Siempre he visto Alicante como un erial, pero gracias a gente como Esther, Javier Cebrián o tantos otros, estoy descubriendo otros mundos, otras visiones. La poética de Vidal Carreras nos muestra al poeta como el buscador del hallazgo. No juzga, ni valora, solo resalta las virtudes de lo que ve. La poesía, para el poeta que nos ocupa, es un mero instrumento para crear una crónica íntima del acontecimiento, como un periodismo poético de lo cotidiano.

Flores de la inocencia de José Luis Vidal Carreras es un viaje hacia el todo. El primer poema, que yo lo percibo como un prólogo, es un pórtico a lo que vendrá después: Contigo en este asombro/y tu estupor. Tú también vienes/de un largo sueño como el mío, /que te halagaba; y sus alegres/ramos de ayer hoy te atormentan… El sueño como símbolo del letargo, del deseo dormido. Vidal Carreras es un cronista de ese deseo dormido y cómo se acaba despertando del mismo. El sueño no deja de ser una extensión de sí mismo. Flores de la inocencia es además una crónica del lento pasar de la naturaleza y cómo se compara con ella hasta ser uno: Creí ser flor de almendro/una mañana: alegre sol/ que pingües nubes/arrullan/como abuelas absortas. Como podrá comprobar el lector, Vidal Carreras se camufla en el poema como un elemento más de la naturaleza, como una sujeción a la misma. A veces usa esa misma naturaleza como escudo ante sus sentimientos: Soy una queja silenciosa/entre los álamos. Si miro,/ alrededor, los inquietantes/bucles de la sombra, donde el mirlo/se apaga, siento dolor. 

Flores de la inocencia es un canto al amor que trasciende más allá del propio amor. A veces, de una simple mirada, surge un sentimiento antiguo que hace rememorar una emoción del pasado, la propia visión del padre ausente: Me ha mirado alguien/como tú harías. Surcos/de conciencia en su rostro/te recordaban. Hubo/un tiempo en que jamás morías. Porque no es el solo el amor carnal el que trasciende, existe algo más allá entre la infancia y la adolescencia, el que nos acuna cuando lo echamos de menos, como es la ausencia el padre. Vidal Carreras también es cronista de lo carnal, de lo terreno: Mi cáliz se abre a ti/encaramada a un hilo/. No existe un canto más bello al amor.

Flores de la inocencia es una guía de la vida del poeta. Utiliza sus versos como un diario del acontecer cotidiano. El poemario dividido en seis partes como si de la propia vida se tratase, es un tratado de vida. La última parte, titulada Despedidas, es un canto último, como una propia elegía a sí mismo. El adiós de alguien que es consciente que no va a volver y que, a pesar de todo, algo de huella quiere dejar. Vidal Carreras es un poeta de la contemplación. Como los filósofos griegos, se sienta a observar. Lo real está en este mundo y se capta por los sentidos, dijo Aristóteles. El autor de Flores de la inocencia lo lleva hasta las últimas consecuencias. 

Él ha visto el mundo y nos trae sus conclusiones. Lo hace sin nostalgia, se va con la conciencia que su paso es efímero como el de todos. Lo anuncia en su último poema: Mi hija calla de estupor/y yo la veo sin volverme/a mis recuerdos y a su adiós/cansado.

Flores de la inocencia de  Vidal Carreras, editado por Olé Libros, es un ejemplar extenso para tratarse de poesía. La obra asentada de un poeta con una larga y trabajada trayectoria. Un poemario de madurez que se asienta como el poemario de un gran poeta. Vidal Carreras es un gran cantor de la vida. Celebremos su obra, esperemos que lleguen más versos a darnos el abrazo.

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