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Joan Castejón. El legado artístico de más de medio siglo

El pintor, dibujante y escultor ilicitano, miembro del Grup d'Elx de los años sesenta y setenta, ya cuenta con un espacio permanente en Dénia, la ciudad en la que reside desde 1974

Joan Castejón en su estudio

La adolescencia reservó un momento decisivo a Joan Castejón. Su visita con quince años al Museo del Prado le dejó «deslumbrado» frente a los lienzos del Greco y las pinturas negras de Goya. En cierto modo, su futuro como artista quedaba reforzado ese día. Nacido en Elche en 1945, no tardó después de la visita en trasladarse a València para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, el paso previo a su estreno con una primera exposición en Dénia en 1965. Desde entonces, más de medio siglo de creación avalan su trayectoria como una de las firmas más reconocidas de la Comunidad Valenciana. Pintor, dibujante y escultor, cuenta desde hace unas semanas con un espacio permanente abierto por el ayuntamiento de Dénia en la Casa de Cultura. Treinta y cinco obras invitan, a partir de ahora, a recorrer su evolución.

Joan Castejón se dio a conocer con sus obras ligadas al realismo social de los años sesenta, pero su indagación técnica posterior le llevó a profundizar en territorios estéticos tan característicos en él como la anatomía humana combinada con mutaciones que colocan a sus personajes en escenas irreales. La preocupación medioambiental y los fenómenos atmosféricos han entrado también en su obra de los últimos años. Por eso reivindica que la suya no es una investigación técnica sin más, sino el modo de posicionarse ante los vaivenes del mundo y relatar sus impresiones, dentro de un arte comprometido. «No entiendo la estética separada de la ética», declara como principio. «Me gusta contar historias, metáforas plásticas de la vida, por eso mi principal argumento es la figura humana en todas sus extensiones».

Grabado dedicado a Ausias March incluido en la muestra

El proyecto de disponer de un espacio permanente, abierto al público y visitable, ha sido una idea que ha requerido varios años de maduración. Afincado en Dénia desde 1974, su identificación con la ciudad y la de esta con él es determinante, hasta el punto de que el municipio le nombró Hijo Adoptivo en 1999. «Hubo un momento en que me plateé: tengo que dejar algo en Dénia, y ahora estoy muy satisfecho con este regalo recibido, tras adaptarse un espacio que antes estaba formado por despachos y ventanas», dice.

Porque efectivamente las treinta y cinco obras que se exponen en el denominado «Espai d’art Joan Castejón de participació estètica» son una cesión de piezas propias de su colección particular para este objeto. La iniciativa e implicación de un especialista en su obra como Carlos Arenas, comisario, y el trabajo de coordinación de su hija Arminda y de Maribel Font por parte del ayuntamiento, que ha tenido su motor en la concejalía de Cultura en esta y en la anterior legislatura, han completado el proyecto y definido el itinerario cronológico que ayuda a comprender sus distintas etapas. Visitar la muestra supone adentrarse en el universo artístico de Castejón a través de pinturas, dibujos habitualmente realizados con los dedos y una selección de esculturas con cabezas de su esposa Paca, de Arminda, de Arcadi Blasco, Salvador Soria y Miguel Hernández. El espacio, dotado también con una pantalla para proyecciones audiovisuales, no solo surge como exposición sino como lugar de encuentro de actividades sobre arte.

Resulta curioso que esta muestra tenga por escenario la misma ciudad en la que realizó su primera exposición individual, punto de partida que con tiempo y décadas de creación ha llevado el arte de Castejón por importantes galerías españolas pero también de Suiza y Francia. «Yo había ido a Dénia en 1964 y me ganó el paisaje, pero la primera exposición se debió a que tenía una amiga hija del doctor Serrano, que era propietario de la galería Elia, donde tuvo lugar», recuerda.

Sin embargo, sus orígenes públicos como artista tuvieron su desarrollo inicial como componente en su ciudad natal del Grup d’Elx a partir de mediados de los años sesenta. Un grupo que tuvo en Castejón, Sixto Marco, Albert Agulló y Antoni Coll a sus miembros permanentes, sobre todo desde 1969 a 1975, pero que en años anteriores contó también con la participación de Tomás Almela, Pola Lledó, Andreu Castillejos, Galiana, Sanjuán y Mendiola.

En el espacio de arte

La actitud de apertura y libertad cultural enfrentada al régimen franquista marcó, en buena parte, a este colectivo. «Existía una unión más ideológica que de criterios estéticos», precisa. «Organizábamos exposiciones conjuntas que llamábamos de campaña popular porque junto a cada obra informábamos de su precio, de los materiales utilizados y de las horas de trabajo que había supuesto; todo eso hacía ver que el precio era muy barato y se vendían bastantes». El ideario artístico del grupo quedó resumido incluso en un manifiesto redactado por el escritor alicantino Ernesto Contreras en 1969, donde se entendía como función del artista la de «manifestar, a través de la obra, la verdad del hombre» sin ambigüedad. Por ello reclamaban que el valor de sus obras fuese medido «teniendo en cuenta sus contenidos estéticos y su eficacia social», rehuyendo de su valor monetario.

Pero entretanto el artista ilicitano pasaba por avatares biográficos convulsos por su oposición al régimen. Su implicación política le convirtió en preso en Teruel (1967-1969) y en Canarias (1971). A las islas había llegado curiosamente como miembro del grupo teatral La Carátula para interpretar a Cristóbal Colón en una obra crítica con la monarquía, censurada tras algunas representaciones.

De sus etapas como preso salieron más de dos mil dibujos carcelarios en cera, cuatrocientos de ellos retratos de compañeros de prisión. Su estancia en Gran Canaria le trajo, por otra parte, un episodio fundamental en su vida personal al conocer a Paca en 1970, con quien se casaría poco después. También fue relevante la serie de bocetos inspirada en Cien años de soledad de García Márquez, concebidos durante siete meses en la cárcel canaria. Al salir libre se lo comentó a un joven periodista que resultó ser Juan Jesús Armas Marcelo, relacionado con Carlos Barral, Vargas Llosa y el propio García Márquez, que se ofreció a ser puente con el autor colombiano.

Pero Castejón supo después que a Gabo no le gustaron los dibujos. «En realidad no eran ilustraciones de la novela sino obras que partían de ella y se convertían en mundos paralelos; cuando las expuse en Barcelona no asistió y envió a su mujer para que le excusara», evoca. Lo que no evitó la ausencia del escritor es que la colección de dibujos tuviera un efecto positivo: «Como vendí bastantes gané un dinero con el que pude adquirir una parcela en Dénia para construirme una casa en la falda del Montgó; mi mujer Paca, como canaria, se identificó con el paisaje de Dénia porque tenía enfrente el mar».

Así empezó un nuevo ciclo que le arraigaría a la ciudad definitivamente, desde la cual siguió evolucionando su obra. En los años ochenta su arte se depuraba, siguiendo con la combinación de pintura, dibujo y esculturas. «Me gusta transitar; dibujando es cuando más figurativo soy y pintando soy más abstracto, y como también soy escultor me gustan las formas volumétricas». En los ochenta además comenzaron a compartir protagonismo en sus obras los huesos, una presencia no solo consentida sino consciente: «Los huesos tienen mucha magia, es como desvelarnos».

El espacio permanente de Dénia acoge en la muestra cedida todo ese mundo que define a Castejón como artista: es la representación de un legado que no bebe de nadie en concreto pero que se abastece de todo el bagaje que ha dado el arte en su historia. Su originalidad la subraya el comisario Carlos Arenas en su texto firmado en el catálogo. En el repertorio de anatomías, metamorfosis, retratos, paisajes fantásticos y héroes mitológicos sostiene este que «su huella artística se advierte fácilmente y reconocemos un estilo personal y singular». Arenas, que sitúa a Castejón como autor de una de las más interesantes actividades artísticas del panorama nacional, pondera que en él «destaca su virtuosa técnica del dibujo, el carácter crítico con el ser humano y un fuerte espíritu reivindicativo frente a injusticias políticas y sociales, así como el amplio abanico temático que trata desde el amor, el miedo y a guerra, a la paz o la soledad».

Castejón, por su lado, defiende su personalidad estética como ajena a influencias determinadas con nombre y apellido, pero al mismo tiempo acepta que su universo creativo se sirve de todo: «Desde el arte de las cavernas al actual», afirma sin ocultar su admiración por Velázquez, Rembrandt o Goya, y también por Picasso, Jackson Pollock o Francis Bacon. «Tampoco he huido de ellos, algo habrá de ahí».

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