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Gallardía

Al dibujante Miguel Gallardo le diagnosticaron un glioma cerebral a principios de este año pandémico, lo que cuenta en Algo me extrañó camino de casa

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Dice el diccionario de la RAE que la palabra «gallardo» es un galicismo con varias acepciones. Quizás la más conocida es la de bizarro o valiente, pero también curioso, se puede usar como desembarazado y airoso. Y remarco lo de la curiosidad, porque todas pueden aplicarse al difícil trayecto vital que ha vivido el dibujante Miguel Gallardo durante este 2020. Cierto es que prácticamente todos los habitantes de este planeta identifican esta doble veintena como el año más extraño de sus vidas, pero el dibujante de Makoki tiene todavía más razones: a principios de año, una serie de problemas de equilibrio y unos pequeños dolores de cabeza terminaron en el diagnóstico de un glioma cerebral. Afortunadamente, la medicina ha conseguido que se desembarazase de un tumor al que designaba como particular boniato y que salga airoso de tan complejo trance. Pero Gallardo decidió que el inédito trauma sufrido, en el que unían los indudables problemas del cáncer con los de la terrible pandemia que padecemos, tenía que ser plasmado en papel. No era algo nuevo: ya había dado muestras de su valentía con María y yo (Astiberri), donde abría el camino de la medicina gráfica en España hablando sin prejuicios del autismo de su hija; o en Un largo silencio (Astiberri), recuperando la voz de su padre para ser pionero en la reflexión sobre la guerra civil española desde el cómic.

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El que fuera uno de los máximos exponentes del underground en los años 70, demostraba que su rebeldía se había transformado en incesante exploración de nuevos caminos, tanto en la ilustración como en el cómic, siempre desde un compromiso ético inalterable. Demasiados atrevimientos como para dejar que un puñado de células cancerosas le ganase la partida ante el papel en blanco: armado de sus lápices, comenzó un diario particular, en el que iba dibujando sus sensaciones, sus miedos, sus emociones, todo lo que le pasó desde que una resonancia mostrara un atemorizante bulto en su cabeza, pero también la pandemia, el confinamiento de alguien que de repente teme que su tratamiento se vea frenado ante el avance de la enfermedad coronavírica. ‘Algo extraño me pasó camino de casa’ (Astiberri) es honestidad dibujada, sinceridad a borbotones de un dibujante que se abre literalmente el cerebro para que veamos un interior de vísceras y sentimientos, de temores y esperanzas. Y solo un gallardo dibujante podía hacer un relato en el que lo didáctico y lo emotivo se llevaran de la mano, en el que se hablara de las sesiones de quimioterapia y de radioterapia con la misma naturalidad que se reivindica la sanidad pública o se hace denuncia de las luchas políticas, expresando sus perplejidades, sus cabreos y sus decepciones, pero sin perder en ningún momento el horizonte de esa ambición íntima de conseguir vencer a la enfermedad. Mirando a un futuro que a ratos parece perderse, donde la muerte aparece como algo más que una figura poética, como una escalofriante realidad palpable de la que hay que escapar, pero siempre contagiando entusiasmo y optimismo.

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Un Gallardo que termina el año con portazo, porque a la publicación de esta sensacional obra, hay que añadir la recuperación ya comentada de su extraordinario Los casos de Perro Nick (La Cúpula) y su curioso acercamiento al universo de Patricia Highsmith en Un extraño asesinato y otras historias (distribuido en exclusiva por FNAC), que a través de la adaptación de dos cuentos de la escritora, El hombre que escribía libros en su cabeza y Un extraño suicidio conecta paradójicamente el pasado de ese género negro postunderground con la realidad que ha vivido durante todo este 2020.

Tres obras sensacionales, no se las pierdan.

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