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Poética de la verdad

Yasmina Galán.

Existe una poética de la verdad a lo largo de siglos de literatura. Los poetas, con sus versos, pretenden hacer suya la ley Campoamor, eso de Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira. Pero no siempre es así. A veces debemos dejar de lado objetividades y subjetividades y sumergirnos en la obra de autores que nos alcanzan como las saetas de un perfecto arquero. La literatura cuando está cargada de verdad se nota. Es como si divisáramos, en la lejanía, una ola gigante que nos acaba alcanzando.

Las estancias del ruido de Yasmina Galán es una obra torrencial, es decir, entra con tal virulencia que no te deja indiferente. Un poemario muy bien construido que surge de la oscuridad en la constante búsqueda de la luz. El primer poema titulado Libro de familia, con el que abre fuego, ya nos declara lo que viene después: Alicia es la escriba del espejo/ sobre el cual los muertos/ siguen haciendo ruido./ «Bienvenidos a la trampa/ de un país de huesos/ sin casi maravillas»,/ dijo el conejo. Con este poema Yasmina ya nos muestra sus intenciones.

El mundo de Alicia y su dualidad de espejos, todo tiene varios prismas como decía Campoamor. Galán tiene una potente poética. No es tan importante lo que dice, ni como lo dice, el subtexto alcanza aquí un matiz trascendental. Su poesía se basa en lo que escondemos. Muchas veces callamos lo que nos perturba, lo que no estamos preparados para ver, como nos indica Yasmina Galán en su poema Arañazo en las rodillas: Mi adolescencia fue un atropello en hora punta/ ante la puerta de la escuela,/ un susto disfrazado de examen sorpresa,/ un cíngulo de monaguilla que sisaba de la colecta y disparaba/ arroz con un boli bic en mitad/ de las ceremonias./ Mis adultos, fieros pero cobardes… Yasmina Galán analiza con un bisturí una vida de destello entre las sombras.

Las estancias del ruido no es el poemario de una primeriza, es realmente su regreso. Yasmina Galán, autora nacida en Gandía pero residente en Alicante, no es una recién llegada. Lleva a sus espaldas premios y publicaciones como Alas de mariposa (Primer premio de relato, Ayuntamiento de Camuñas; editorial Mar de Letras, 2002), En dos tiempos (Premio de Poesía Marc Granell; Edicions 96, 2003), Versos de ida y vuelta (Primer Premio de Poesía César Simón; editorial Denes), Segundo premio Eugenio Carvajal de relato de Mieres y quedó finalista en el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (2016). También se encuentra su obra en algunos libros y antologías: Cuentos que curan (Editorial Océano, 2005), Ventanas (Torremozas, 2006), Las mujeres cuentan (Generalitat Valenciana, 2009) y No resignación (Ayuntamiento de Salamanca, 2016).

Las estancias del ruido, publicado en la colección Marte de la editorial valenciana Contrabando, con ilustraciones de José Javier Moreno, el prólogo de Pilar Verdú y el epílogo de Juan Luis Bedins, es un libro de una desnudez inusitada. La poesía fluye en sus páginas como un torrente, como el agua de una presa de la que han levantado el portón. La poética de Yasmina Galán nos va mostrando un sendero entre tinieblas, ella siempre lleva la antorcha. Nos lo muestra en su poema La muerte de Ulises: Sostengo entre las manos/vuestra página descatalogada/de saliva,/la huida de unos pasos impares/que insisten en coserle la jaula/a un labio partido en besos/que aún balbucea/nanas disfrazadas de cuentos/solo para adultos.

Las estancias del ruido no dejan de ser un careo con su pasado y a la vez una vuelta al mundo de la poesía. Esta obra tiene todas las características para convertirse en una referente. Tiene magnetismo, es madura, se percibe un conocimiento de la lengua y de sus mecanismos. Yasmina Galán consigue que transitemos por su camino, sin desviarnos. Estamos ante una poeta verdadera. Celebrémoslo.

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