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Pancho Cossío, un innovador en la Albufereta

Su traslado a Alicante en los sesenta ejerció una influencia en artistas como Baeza y Manzanaro y en años posteriores era fácil encontrar su obra en las galerías locales

Una obra de Pancho Cossío. |

No es una casualidad que Alicante haya sido lugar de referencia para artistas de diferentes épocas. Alcoy, escuela de la mejor pintura figurativa de finales del XIX, tuvo su sede en la capital de la provincia, fomentando la investigación pictórica en la obra de la modernidad que significó Emilio Varela. Desde Orihuela y otros relevantes núcleos con inquietudes artísticas y culturales llegaron autores a esta ciudad que buscaron impregnarse de cierto espíritu de innovación. Pero en este texto vamos a centrar nuestra mirada en un pintor de fama internacional, Pancho Cossío, artista de gran importancia en el contexto cultural y pictórico español después de la Guerra Civil. Su establecimiento en Alicante ejerció una innegable influencia sobre artistas como Manolo Baeza y Manolo Manzanaro, artistas de generaciones distintas, unos treinta años de diferencia entre ellos, pero ambos se identificaron con sus medios y su técnica.

La primera vez que yo vi a Pancho Cossío fue en su vivienda estudio, un fantástico ático ubicado en la Albufereta, al que me llevó mi mentor, Paco Seva, un viejo amigo de mi padre, que tenía una gran sensibilidad para conectar con los artistas, colaboraba con casi todos, íntimo de Manolo Baeza. Yo era un joven buscando mi expresión y la verdad es que su obra me impactó por lo diferente y por su independencia de tendencias o modas. Pero también descubrí algo originario en su técnica pictórica, como algo propio del investigador, en cuanto a la elaboración de los colores, lo que condicionaba la composición del color en el cuadro y la factura de la pincelada. No se plegaba a ser condicionado por la utilización de los componentes convencionales del óleo, por supuesto, no comulgaba con los efectos del óleo que cualquiera podía adquirir en las tiendas de bellas artes. Se fabricaba sus materiales con aceite de linaza y tierras de determinados colores que mezclaba para dar consistencia a sus obras, dando preponderancia al blanco, ciertos toque de luz, que construían con gran liviandad diferentes planos y sutiles estructuras en el lienzo. El protagonismo del blanco caracterizaba con tal fuerza su obra que algunos críticos se valieron de esta nota formal para definirla como realismo mágico.

Pancho apareció por Alicante en los años sesenta y se instaló en ese lugar privilegiado de la Albufereta, una de las primeras torres en ese espacio natural, una atalaya que dominaba la visión del mar y de la luz sobre su superficie, desde el amanecer hasta la noche. En este taller vivienda, seguía incesante con su trabajo de pintar y, muchas de las obras que produjo para diferentes galerías de España y del extranjero, se vendieron en nuestra ciudad a coleccionistas alicantinos. Las distintas galerías que entonces se podía encontrar en nuestra ciudad ofertaban, entre otras obras, las pinturas de Cossío.

En muchos autores, la ideología política o el contexto sociopolítico marcan su concepto creativo, incluso las adhesiones a su obra de críticos u otros artistas, pero en el caso de Pancho Cossío, estamos ante una pura investigación plástica, o no tan pura si tenemos en cuenta la personalidad del autor, sus virtudes o carencias. Pancho había sido un ferviente falangista, y su relación con la izquierda plástica, sobre todo, con Picasso, París años 20, fue con el tiempo deteriorándose. Pero al margen de todo esto, su obra en España fue adquiriendo un valor muy importante, por su visión del bodegón con claras influencias de Cezanne y del cubismo de Picasso. Sus pinceladas delimitaban espacios sensibles, las formas creadas de los elementos típicos del bodegón o de las naturalezas muertas cobraban vida por su alta sensibilidad en la disposición de sus elementos y esa extraña luz que proponía en sus obras.

El arte, en aquel momento, situaba sus valores más claros en una línea figurativa, muy apoyada desde el ámbito académico de las escuelas de Bellas artes y en los certámenes oficiales. Lo que dejaba poco espacio para una investigación plástica tan exigente como la abstracción, aunque se pudieran ver algunas muestras en espacios alternativos, consecuencia de la influencia del grupo El Paso, en Madrid, y Dau al Set, en Barcelona. El dominio real de la abstracción llegaría algo más tarde, con su entrada en las galerías más informadas de las tendencias internacionales en la exposición del arte.

Cuando Cossío se establece en Alicante, la creación artística, aunque no se permitía el desapego de esta maltratada tradición figurativa, en algunos casos, ya se reivindicaba mayor libertad en las artes y en la vida. El coleccionismo español seguía anclado en su gusto por las formas reconocibles, y la abstracción era cosa de algunos artistas, pocos, «empeñados en romper los lazos con la tradición de Goya o Velázquez». Sin embargo, Cossío, consciente de esas luchas por la modernidad que se estaba dando en el mundo libre, en su obra, tendía a alejarse cada vez más de una figuración estricta, nunca la contuvo; en sus investigaciones, en muchos de sus bocetos y obras de pequeño formato, se aproximaba a una abstracción que podríamos llamar lírica, ya que sus obras siempre surgían de la figuración. Platos, botellas, y formas que podían recordar a higos, manzanas, y sobre todo algo de cristal, que con sus reflejos contribuía a generar ese aspecto etéreo de transparencias y de aparente fragilidad.

Su obra no pasó desapercibida para los artistas alicantinos. Su técnica personal, le alejaba radicalmente de los brillantes resultados del óleo de tubo comercial, que Cossío aborrecía. Manolo Baeza, estudioso de las técnicas, apreció su manera de enfrentarse al cuadro, tanto desde su técnica como en su composición mediante ligeros toques y pequeños dibujos. Idea que trasladó al bodegón y al paisaje, donde intentaba desarrollar ese carácter de brillos y texturas que le valieron algún premio en certámenes provinciales.

Por otra parte, Manolo Manzanaro, artista que tampoco se plegaba a la tradición técnica de ese momento, investigó en esa manera de hacer de Cossío, siendo la economía de medios empleada por el maestro lo que más le impactó, reconociendo que ampliaba sus registros plásticos y le daba ese carácter diferente a la pintura que todos buscaban.

En aquel tiempo, la CASE (Caja de Ahorros del Sureste de España), poseía un espacio de exposiciones en la calle San Fernando, donde organizó algunas de las exposiciones más punteras que podía verse en España. Ernesto Contreras fue el gestor de esta apertura hacia la modernidad, trayendo entre otros autores a Eusebio Sempere, recién llegado de París. Cossío fue a verla para apoyar, sin duda, a este joven valor y reconocer que el arte, la historia del arte, estaba cambiando. Sempere correspondió a este gesto con una reverencia y el saludo: «Cuánto honor maestro». De ello queda una imagen en la prensa donde los dos artistas ríen ante la cámara dando valor a un acto meramente artístico. Solo pintura, creación, investigación.

Alicante pudo disfrutar durante años de un artista singular que siempre recibía a los jóvenes con sensibilidad y alegría y que, fueran las que fueran sus ideas políticas, fue un innovador en su planteamiento pictórico y un gran investigador de los materiales y de las técnicas de expresión en el espacio con colores y formas.

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