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El humanismo de Vasili Grossman

La biografía escrita por Alexandra Popoff del autor de la monumental Vida y destino

El humanismo de Vasili Grossman

De Grossman ya conocemos en español casi todo. El pasado año Galaxia Gutenberg publicó el libro de su hijastro, Fedor Guber, Cartas y recuerdos de Vasili Grossman, ya reseñado en estas páginas. Además, en septiembre, editó Stalingrado, novela reconstruida sin las interferencias y recortes de la censura soviética, que le había cambiado hasta el título: Por una causa justa. Se trata de la primera parte de Vida y destino, obra que el crítico literario británico Francis Spufford describió como «un monumento moral, un informe ficticio, pero genuino, desde el mismo corazón de las tinieblas del siglo XX, un acto asombroso de narración de la verdad». Añado por mi cuenta que quien quiera acercarse por primera vez a Grossman debe empezar justamente por esta obra cumbre de la literatura rusa, frecuentemente comparada, por su estructura de historia y vida privada, y también por su grandeza, con Guerra y paz. Una obra maestra, en suma, desde la primera a la última página, tal como el célebre opus magnum de Tolstói.

En septiembre pasado, igualmente, apareció una excelente biografía escrita por la periodista e historiadora rusa Alexandra Popoff: Vasili Grossman y el siglo soviético. Un título bien escogido, que alude a dos polos opuestos: el escritor y el régimen comunista. Esta oposición marcaría amargamente la trayectoria literaria de un autor que se asfixiaba debido a la falta de libertad de los creadores auténticos en un implacable Estado totalitario.

Dos episodios reflejan muy bien esta radical contradicción. Grossman llevó a Maksim Gorki el manuscrito de una novela sobre la vida de los mineros del Donbás, con quienes Grossman había convivido durante su durísima experiencia como ingeniero químico en la región. Gorki gozaba en la URSS de una enorme autoridad en tanto que prestigioso escritor y una carta suya podía impulsar la carrera de cualquier joven colega. Pero no le gustó el relato de Grossman, cuyo «naturalismo» (a juicio de Gorki) mostraba la influencia de Germinal, de Zola. Gorki era defensor del llamado «realismo socialista», que embellecía la realidad soviética. A su entender, le escribió a Grossman, el naturalismo era «el negocio de los fotógrafos», y no se podía aplicar a la sociedad soviética porque la «distorsionaba». Describir el alcoholismo y las peleas de los mineros era pintar una verdad muy negativa. Pero la «sucia verdad del pasado», sentenciaba Gorki, ha muerto y en su lugar ha nacido una nueva verdad: he ahí la clave del realismo socialista. Grossman intentó seguir esta pauta y aguó el relato, pero si la novela destacó fue por la veracidad de sus descripciones.

El segundo episodio destrozó la existencia de Vasili Grossman. La KGB secuestró el manuscrito de Vida y destino, que, con anterioridad a la implosión de la URSS, sólo pudo publicarse en el extranjero después de la muerte de su autor. Grossman escribió a Nikita Jruschov una carta conmovedora e ingenua en defensa de su libro. Cinco meses más tarde fue citado para una entrevista con Mijail Suslov, que tendría lugar el 23 de julio de 1962. Suslov, «el cardenal gris», era un comunista de la línea más dura, que dirigió la maquinaria ideológica soviética en tiempos de Stalin, de Jruschov y de Brezhnev. La reunión duró tres horas. Según el resumen del propio Grossman, Suslov le dijo: tu novela no se puede publicar. Es un libro político. Te equivocas cuando afirmas que se trata sólo de una obra artística. Ciertamente, estamos restaurando las normas democráticas de Lenin, pero estas normas no son las de la democracia burguesa. Crees que, en tu caso, hemos violado el principio de libertad. Sí, es así, si uno interpreta la libertad en el sentido burgués. Pero nosotros tenemos otra interpretación de la libertad, que no consiste en el derecho a hacer lo que uno quiera, sin tener en consideración los intereses de la sociedad. Únicamente los imperialistas y los millonarios necesitan esa libertad. El escritor soviético sólo debe producir lo que es necesario para el pueblo y útil para la sociedad.

Grossman, que falleció en 1964, tuvo tiempo aún de escribir, entre otros relatos, la novela “Todo fluye” (también editada aquí por Galaxia), cuyo mensaje central es que “no hay en el mundo ningún objetivo por el cual se pueda sacrificar la libertad del hombre”. Sus ideas políticas las resume así su competente biógrafa: toda su vida mantuvo su fe en la democracia y en los ideales de la revolución de febrero de 1917 (la de la alianza entre liberales y socialistas), que había prometido libertad, igualdad y respeto a los derechos humanos.

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