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Arquitectura frugal, lujo espacial

Casa Latapie (1993), de Lacaton y Vassal . efe

Creo que no son los grandes arquitectos los que hacen que el mundo de la arquitectura cambie. Que Le Corbusier y el funcionalismo fueron determinante tras las guerras, porque la sociedad no se podía permitir seguir haciendo fachadas art nouveau llenas de esculturas. Estos últimos años nos hemos dado cuenta de que la sostenibilidad, el confort térmico, los beneficios que el sol nos da, por ejemplo, con el efecto de las galerías, tenían que incluirse como un deber en el diseño arquitectónico y, además, que el derroche, el generar constantemente residuos, al tirar edificios y construir otros, era ya insostenible. Bien, pues el estudio francés de Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal se ha convertido en ese equipo que, si no lo hubiera, habría que haberlo inventado, y por ello los premios Pritzker, siempre atentos no solo a las corrientes arquitectónicas, sino a la sociedad en que vivimos, decidieron esta edición premiarles.

Estando en París hace muchos años, nos aconsejaron que fuéramos a ver la restauración del Palais de Tokyo. Yo no conocía a los autores, los protagonistas de este artículo, pero quedé impresionado. Ya saben, París, el perfecto Louvre, el perfecto Museo Rodin, la perfecta Gare d’Orsay... Pero este edificio había sido restaurado «mirando por el dinero», dejando partes sin acabar para que el único protagonista fuera la obra de los artistas plásticos. «Todo lo necesario, pero nada más que lo necesario», que decía Heine.

Vi a Vassal en 2016, en uno de los congresos que Patxi Mangado organizaba en Pamplona, y entre tantas estrellas que acudían (muchos Pritzker) él brilló por su austeridad. Apareció de negro, eso sí; con polo de Lacoste y haciendo patria, pero dio su conferencia en inglés.

Frente a tanto espectáculo, comentó que a ellos les preocupaban cuestiones de presupuesto, pero acometidas desde una estrategia elegante, esencial: «La poesía es esencial, la amabilidad, la belleza, la generosidad». Nos gustan los poemas, sentenció. Nos inspira Mies van der Rohe (especialmente los «Lake shore drive apartments», en Chicago, ciudad donde les acaban de dar el mayor galardón al que un arquitecto puede aspirar). También dijo que las «Case study houses» (casas californianas, muchas de arquitectos exiliados de Europa tras la guerra, como Neutra, Schindler, Saarinen...) son un ejemplo para ellos.

Lo que piden para su arquitectura es: hábitat, libertad, confort, generosidad de espacio, placer y lujo para todos. En cuanto al asunto del espacio extra, de esos invernaderos que adosan a edificios sociales, les llevó mucho tiempo, porque tuvieron problemas con la administración, ya que el precio del alquiler de la vivienda pública en Francia venía en función de los metros cuadrados, y ellos hicieron que se cambiara en función del presupuesto de construcción, pues sus casas son más baratas por unidad de superficie. El hecho de abrir los interiores a esas habitaciones-invernadero supone una gran fluidez espacial. Y citó a Emilio Ambasz: «Si la naturaleza fuera perfecta no tendríamos que hacer casas».

También nos comentaba que debemos muchas veces «no construir, o casi no hacerlo», y puso el ejemplo de un pequeño parque a las afueras de Burdeos. Fueron a verlo para hacer el proyecto y les pareció que estaba bien, así que respondieron al Ayuntamiento que su propuesta era no hacer nada, limpiarlo más a menudo...

Una vez más el Pritzker nos invita a pensar hacia dónde va la arquitectura, y en estos momentos de tribulación nos da la prueba de que, sin grandes gastos, guardando lo que tenemos, y sentados al sol en nuestra galería, podemos afrontar, más alegres, la vida.

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