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Un paseo por el arte y la vida

La escritoraEmi Zanón. información

Emi Zanón tiene en su haber dos novelas anteriores a esta que nos ocupa: Su último viaje (Araña Editorial, 2009) y Yámana, Tierra del Fuego (Editorial Sargantana, 2019); además de una incursión en la novela juvenil con La hierba azul de Calíope. Si en su primera novela ya demostró ciertamente habilidad para ambientar la acción, en su caso a mediados del siglo XVII, ahora vuelve a desplegar de nuevo esa destreza en Las cinco estaciones de Vivaldi, con la que opta al Premio de la Crítica Literaria Valenciana. Y ambas, al igual que esta, traslucen decididamente el vitalismo e ímpetu de su autora, interesada en recrear historias de personajes marcados por sucesos de gran calado sentimental que sirven de ejemplo para sutiles enseñanzas, siempre esperanzadoras y rebosantes de una sabiduría atemperada por el paso del tiempo, como la que manifiestan algunos de sus personajes.

Las cinco estaciones de Vivaldi nos sumerge sin aspavientos en la esplendorosa vida cultural en ebullición de la Venecia floreciente del Barroco tardío, con los canales surcados por góndolas serpenteantes y flanqueados por edificios grandiosos, con el horizonte de apertura del mar Adriático, todo ello de una belleza apabullante. En este contexto, la novela despliega como telón de fondo las fiestas fastuosas a las que asisten familias cortesanas en ambientes de un refinamiento exquisito, siempre acompañados de música y suculentas viandas y licores, como las que ofrece la familia protagonista, los Ghezzi, por las que desfilarán personajes históricos, de viso real, relacionados con las artes: músicos como Arcangelo Corelli, pintores como Pier Leone Ghezzi —única conexión entre los personajes de calado histórico real y la familia protagonista, de recreación ficcional— y arquitectos como Giorgio Massari, entre otros, y sobre los que sobresaldrá imponente la presencia de Antonio Vivaldi, cuyo papel en la novela será determinante. El ritmo del relato vendrá marcado por las estaciones del año y las festividades del calendario aparejadas, que tomarán forma en los cuatro conciertos de Antonio Vivaldi dedicados a las cuatro estaciones, presididos por la lectura de un soneto explicativo, y que tendrán lugar en escenarios espléndidos, tanto en Venecia como en Mantua y París, a requerimiento de nobles, príncipes y reyes, tal y como sucedió en realidad.

Un paseo por el arte y la vida

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Suntuosidad y drama

Una novela luminosa que nos envuelve en la suntuosidad de esos ambientes, sin embargo no desprovistos del drama más lacerante, como la muerte por envenenamiento en un banquete, o el asfixiante peso de la reputación en sociedad de las familias aristocráticas, siempre a merced de maledicencias, así como los conflictos derivados de la religión que lacera las libertades individuales y que encarna el temor a la Inquisición.

La novela, por su parte, pone el foco por un lado en la vida de una muchacha que cuenta con quince años al comienzo de la narración, Anna Isabella, decidida y llena de arrojo, y por otro en la figura del prete rosso —cura rojo; sobrenombre de Vivaldi en la síntesis de su condición de abate y su cabellera de tonalidad llameante—, maestro de virtuosismo inusitado que aparece como un personaje más y que guiará a Anna Isabella en el manejo del violín en el Ospedale della Pietà, orfanato y convento, pero también escuela de música, tal y como atestiguan datos históricos. La novela, con pasajes bien imbricados que confluirán, relata en primer lugar la sacudida del primer amor que experimenta Anna Isabella; amor truncado debido a su desigual estatus social y la oposición familiar consiguiente, similar al archiconocido caso de Romeo y Julieta. Esta separación dejará en ella un inconmensurable poso de tristeza que pervivirá al tiempo de contraer compromiso con un joven más acorde a su posición, Constantine.

Finalmente la muchacha decidirá resolver esa punzante cuita y saldrá a buscar a su antiguo amor y ello devendrá por extensión en una búsqueda de sí misma. Contará en todo momento con la ayuda del consejo de sor Consolata, novicia en el Ospedale della Pietà que preserva la sabiduría de sus antepasados toltecas, y con el refugio de sus lecciones de violín en las que conocerá a su mejor amiga Anna Maddalena —de nombre artístico Anna Giraud, «La Mantovana»; de existencia real—, que acompañará a Vivaldi en sus giras y por el que ella se sentirá terriblemente atraída, siendo objeto ambos de habladurías que desembocarán, por cuenta de las autoridades religiosas, en un final aciago para Vivaldi, que falleció sumido en la pobreza.

Al fin, unas vidas llevadas al extremo, sacudidas al tiempo por desgracias y alegrías, que podríamos palpar y sentir tan solo cerrando los ojos y dejándonos conducir en volandas a la Venecia de la época.

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