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Eusebio Sempere, un francés en Madrid

El artista de Onil se marchó a París en los 50 en busca del diálogo y la proyección que aquí no tenía y encontró la amistad de Abel Martín, que le acompañó en el éxito y en las dificultades

Eusebio Sempere y Abel Martín.

Pude tratar a Eusebio Sempere desde el año 1969, cuando le conocí, hasta su muerte en 1985, siendo mi relación con este gran artista una de mis mejores experiencias tanto humanas como de arte, disfrutando ambos de nuestras diferentes etapas vitales y artísticas. Mis viajes a Madrid, durante años a sus diferentes casas, fue algo que se estableció como una norma no escrita, pero que los dos, los tres, incluyendo a Abel Martín, o cuatro, cuando se sumó Elena, mi compañera, fue deseado por ambas partes.

Nuestra historia en común se cuenta a partir de una serie de encuentros sucedidos a lo largo de dieciséis años. Imaginaos la multitud de recuerdos y anécdotas que me gustaría referir para dar una dimensión del artista distinta a la establecida, la visión de un artista por otro artista, a través de lo que fue un largo y emocionante diálogo durante nuestros encuentros en Madrid o en los veranos, cuando Eusebio volvía a su pueblo natal, Onil, y yo estaba en Sax, el pueblo de mis ancestros, con la suficiente cercanía como para vernos, comer y disfrutar de días de convivencia con él y otros amigos comunes, como Ernesto Contreras o Cerdán Tato. Así tuve el privilegio de promover el encuentro de Eusebio con José María Soler, otro de los grandes hombres de nuestro territorio, otro de mis referentes, el descubridor del inigualable Tesoro de Villena, del que hablaré otro día.

Obras de Sempere en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante. Información

Pero centrémonos en un tema que compete a todo artista, en este caso a Sempere. ¿Cómo surge un artista? Esta pregunta es fundamental para entender su trayectoria y al mismo tiempo lo que es común a todos los artistas: la necesidad de buscar en nuestro entorno las referencias, los modelos, que nos impliquen en un diálogo con nosotros mismos, para encontrar los caminos por los que desarrollar un pensamiento propio, y su manifestación a través del estilo, los temas, la técnica… Si estos protagonistas no existen en el entorno cercano, o no interesan, entonces el viaje, el traslado, se hace imprescindible. La búsqueda de referentes es algo que se impone sobre cualquier otro impulso. Así, Eusebio, en cuanto pudo, gracias a una beca del SEU, marchó a París para realizar sus sueños.

Los estudios de Bellas Artes en San Carlos, Valencia, el mismo Eusebio lo dijo en multitud de ocasiones, poco o nada le habían interesado. Apenas existía un mínimo debate sobre sorollismo y antisorollismo, que se puede interpretar como la asunción de la tradición plástica heredera del XIX, o el cuestionamiento de sus convenciones obsoletas, en el reclamo de una modernidad que en España era difícil encontrar. En algunos círculos se vivía cierto inconformismo sin superar ante lo que ocurría en el resto de Europa, solo entrevisto por ciertas revistas y ediciones extranjeras, que apenas llegaban a nuestro país. Esto indujo a Sempere a buscar en París el diálogo y la proyección que aquí no encontraba. París era todavía en ese momento la cuna del arte. Eusebio pudo enfrentarse directamente a la visión de la obra del Kandinsky más geométrico en su última etapa, también a la de Paul Klee y Mondrian. Otra cosa fue su amistad con Vasarely, que indujo al joven Eusebio hacia una aventura que más que felicidad le produjo sentimientos encontrados. Su precaria situación económica y lo difícil que era introducirse en el exclusivo mundo de las galerías -me lo confesó no sin cierta tristeza- conformaron momentos difíciles de superar. Pero allí encontró el apoyo que toda persona necesita para realizarse, encontró la amistad de Abel Martín, que le acompañaría en los momentos más difíciles y en los de más éxito, incluso en su enfermedad en la que Abel fue soporte y respaldo hasta el final.

Óleo sobre lienzo de 1955 en el Museo Reina Sofía de Madrid. J.Cortés / R.Lores

Mas el artista busca siempre la complicidad con el referente, con el deseo de contrastarse con él, de superarlo, aunque siempre sea parte de su realidad. La historia del arte se basa en estas relaciones entre artistas, motivaciones, influencias, superaciones, para mostrarnos la evolución del arte hacia diferentes caminos. Goya, admirador de la pintura de Velázquez, dedica varios años a dibujar, grabar, casi toda la obra velazqueña, en un deseo de encontrar las claves de su arte. Hasta llegar a la conclusión que le dirigía hacia su propio camino. Sempere, salido de las influencias de la tradición de Sorolla, renuncia en un acto de sorprendente fortaleza a la figuración, a la representación figurativa. Pero esto dónde lo sitúa. Qué conoce de la abstracción, para tomar esta decisión. En principio, solo algunos ejemplos de la obra de Matisse, Mondrian, conocimiento favorecido por su profesor de religión y experto en arte, Alfonso Roig, con el que mantendría una comunicación escrita desde París, y que le llevará ya en esta capital del arte a estudiar a sus contemporáneos, los autores más importantes del momento artístico europeo.

Sempere se desplaza a París y con el tiempo expone colectivamente en las galerías francesas, ya en un plano de igualdad con otros autores considerados en el ámbito europeo. En estos círculos establece una gran amistad con Roberta González, hija del escultor y pintor Julio González, que será uno de sus pilares emocionales en París. Pero la situación económica de Sempere seguía siendo bastante precaria. «En ocasiones tuve que trabajar para comer empaquetando magdalenas» nos cuenta.

Regresa a España en varias ocasiones hasta que decide quedarse definitivamente en Madrid, en el año 60, ya con Abel, junto con él atesora un gran bagaje sobre el trabajo de la serigrafía. Aquí entronca con uno de los artistas que más le protegerá, Lucio Muñoz, quien le presenta a Juana Mordó, la galerista de la modernidad en España, que lo acoge entre sus artistas. Pero, ¿quién era Sempere dentro del arte que se consumía y se producía en esta galería?

Sempere es formalmente un pintor francés, su mente está sobre la línea de trabajo del arte cinético y óptico, algo que en esos momentos en España lo lleva a ser considerado como una rara avis. Tendrán que pasar algunos años para que más artistas se interesen por esta tendencia. Sin embargo, Sempere sigue con obstinación en estos trabajos que poco a poco el arte español va entendiendo. Es admitido por los artistas más punteros, como los integrantes de El Paso y los del círculo de Cuenca, con los que mantiene una relación de amistad y de connivencia.

El artista de Onil a finales de los años 60. Información

Pero nuestro pintor afrancesado, como Picasso, Miró, Dalí, entra en el circuito del arte español con fuerza después de abandonar la galería de Juana Mordó, liberado ya de sus condicionantes, como me contó: «Mi relación con ella, después de años de trabajo juntos, se resumió haciendo cuentas en la servilleta de un bar, así de triste fue».

Yo había conocido a Eusebio en una visita a Madrid, promovida por Arcadio Blasco para informarnos sobre la asociación libre de artistas españoles, cuyo secretario era Lucio Muñoz, quién nos indicó con gran interés que no nos fuéramos de Madrid sin ver a Eusebio y para ello nos dio su dirección de su casa, un humilde ático en el centro de Madrid. Allí le visité antes de mi viaje a Italia, producto de una beca por lo que iba a estar un año entero, que luego se prorrogó a cuatro, queriendo aprender de él su experiencia que en aquel momento con veintipocos años necesitaba. Este primer encuentro fue muy positivo, y el deseo de vernos, Sempere, Abel y yo, fue algo compartido por todos en lo sucesivo. Así nuestras visitas fueron constantes durante años. Hablábamos del arte más contemporáneo que se podía ver, y de algunas exposiciones institucionales con aire de modernidad, sobre todo de artistas que era muy complicado conocer ya que no existían libros sobre arte, ni monografías, que dieran una información del momento.

En uno de nuestros encuentros Sempere me aconsejó que viera la exposición en la Biblioteca Nacional de Konstant Permeke. «No te vayas a Alicante sin verla», me dijo, y esta visión fue una de las experiencias más positivas que he tenido en mi vida artística. Cambió de golpe mi visión del arte y, por lo tanto, se convirtió en un referente ineludible. El Permeke expresionista estaba muy lejos de una obra como la de Sempere, pero no solo la entendió sino que, dada mi trayectoria pensó, pues era muy generoso y sensible, que sería un buen ejemplo para mí. Y, sin duda, lo fue.

Obra de Eusebio Sempere sin título. Información

España, en los años setenta, estaba en un momento importante de ebullición cultural. Abrieron centros de arte, públicos y privados, que pretendían sacar a la luz lo mejor del arte español y promocionarlo internacionalmente, se crearon nuevas galerías interesadas en no perder el tren de la modernidad, y estos eventos proyectaron a muchos artistas españoles, entre ellos a Eusebio Sempere, lo que por fin daría lugar a una auténtica revalorización de su obra. Encontrando así el merecido reconocimiento a un trabajo excepcional, de fuerte investigación, y al margen de las tendencias mayormente reconocidas.

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