Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De Nueva York a Alicante

La crítica Isabel Tejeda celebra el altruismo de Michael Jenkins y Javier Romero al donar al Museo de Arte Contemporáneo de Alicante su impactante y relevante colección

The Creepy, obra de Aurelio Ayela. i.T.

Cuando en el año 1977 el artista Eusebio Sempere donó a la ciudad de Alicante su colección de obras de arte, algo cambió de forma profunda para varias generaciones futuras de artistas, comisarios y gestores culturales alicantinos que entonces aún estudiábamos. Muchas de nosotras la EGB. Me voy a permitir recordar cómo fue mi primer contacto con el museo. Sería allá por 1980, cuando mi padre, Manuel Tejeda Caballero, nos llevó a los séptimos del Colegio Público San Fernando al museo proponiéndonos participar en una convocatoria que se había lanzado para escolares. Había que escribir una redacción libre a partir de obras de la colección. Recuerdo haber escrito –quizá el primer texto sobre arte de mi vida- sobre la Kiki de Montparnasse de Pablo Gargallo, entre otras piezas. Desde aquel instante tuve claro que quería dedicarme a la historia y teoría del arte. Hasta hoy. El pintor Jesús Zuazo, recuerda de manera ilustrativa cómo se sentía cuando se escapaba al museo cuando era adolescente: «Cuando entraba en la Asegurada me parecía que entraba en otra ciudad, en otro país, en otro mundo». Podría seguir con experiencias personales similares de muchos ciudadanos y ciudadanas de esta ciudad. 

AIDS Stamps, de General Ideas.

Eusebio Sempere tenía claro lo que podía suponer el museo para Alicante; sin duda, estaba muy presente su experiencia personal: París le había volado la cabeza tras huir de una Academia de San Carlos profundamente conservadora. El artista subrayaba en 1977 que lo que él donaba era una colección; en la responsabilidad de la ciudad quedaba convertirla en un museo. Por otro lado, expresaba lo duro y a la vez satisfactorio que podía suponer la despedida de unas piezas con las que había convivido, con las que tenía una relación tanto intelectual como afectiva. Así lo trasladaba a la prensa: «Este es el maravilloso ejercicio espiritual que la renuncia significa. A mí me ha costado mucho deshacerme de todo lo que tenía, me ha costado empeñarme, pero creo que hoy por hoy vamos a contar en Alicante con una gran colección… no digas museo, de verdad». 

The Gardener, de Cindy Sherman.

Años después llegaba un segundo legado, el de Juana Francés. Durante décadas estuvo guardado a cal y canto por falta de espacio, pero también debido a la concreción museográfica que la primera donación había marcado. Como escribí hace unas semanas en sendos artículos en ARTE y LETRAS de INFORMACIÓN y en el ABC Cultural, sin duda ya va siendo hora que se cumpla con la memoria de la pintora alicantina desde las cuatro colecciones públicas españolas que aceptaron el legado. Otras pequeñas donaciones y depósitos han entrado en estos años en el Museo, siendo el caso más reseñable respecto a los depósitos el de la colección que hoy pertenece a la Fundación Mediterráneo y que se conformó por la desaparecida CAM. Se trata de unos fondos centrados en el arte contemporáneo español de las últimas décadas. Una foto fija de algunos de los discursos generados en nuestro país por varias generaciones de artistas.

Albatera, de Ana Teresa Ortega.

Actualizar las colecciones

Pero un museo de arte contemporáneo, para que sea un ente vivo debe ir refrescándose. No sólo con programas públicos, que el MACA con mucho esfuerzo personal de sus trabajadoras mantiene pese a que vengan mal dadas. Es preciso que se actualicen las colecciones. Por ello, la donación de Michael Jenkins y Javier Romero resulta una noticia sorprendente (por lo inesperado de un altruismo de este calibre), esperanzadora, y aplaudida sin reparos por todos y todas. Yo ya tengo las manos rojas. Significa la vuelta de las colecciones a la internacionalización que marcó Sempere en su legado, pero además, supone la entrada amplificada, realizada con mucho cuidado y cariño (curada) de nuestro contexto creativo, de un par de generaciones de artistas alicantinos y alicantinas que completan con sus discursos esta colección (sin pretender ser exhaustiva podemos dar algunos nombres: Mira Bernabéu, Olga Diego, Cayetano Ferrández, Daniel García Andújar, Susana Guerrero, Ana Teresa Ortega, Massimo Pisani, o el citado Jesús Zuazo). 

Sempere, rodeado de artistas, en el castillo de Santa Bárbara tras la inauguración de La Asegurada, en 1977.

Vayamos por partes. Sin duda la colección está en primer término ligada a la ciudad de Nueva York, donde se ha conformado desde los años 90. La ciudad en la que viven Jenkins y Romero es una de las más importantes capitales del arte contemporáneo desde la Segunda Guerra Mundial. Javier Romero es una persona muy conocida por estos lares, tanto por su faceta creativa como artista conceptual, como gestor y comisario en distintas instituciones alicantinas y madrileñas. No ocurre lo mismo, quizás, respecto a la trayectoria de Jenkins cuya formación también es creativa. Estudió arte y diseño en Atlanta a mediados de los años 80, ciudad desde la cual llega a Nueva York. En la metrópolis estadounidense Jenkins inicia su trayectoria artística y más tarde, en 1997, la de galerista, hasta día de hoy participa de lleno de la vida cultural y mantiene relaciones de amistad y de producción artística con relevantes artistas de su generación, como Félix González Torres, Tim Rollins, Marlene McCarty, Amy Sillman o Julie Ault, etc. De todos ellos atesora la colección desde principios de la década de los 90 interesantes aportaciones. A la colección primigenia se suma con los años la pulsión y acervo intelectual de Javier Romero. Y los afectos: Alicante.

Los 90 y las micropolíticas

Los 90 van a ser fundamentales en la generación de un cambio de paradigma en el arte contemporáneo internacional con la aparición de las llamadas micropolíticas, argumentos en los cuales sin duda se centra esta colección. Los discursos poscoloniales, feministas, queer, identitarios, anti raciales, comprometidos políticamente, conforman su columna vertebral. Una de sus más nutridas líneas de fuerza es sin duda el sida, enfermedad que durante aquella década situó a los colectivos homosexuales en el centro de todas las dianas, convirtiéndose la epidemia en una enfermedad social, como desde Alicante y València ya planteara de manera prístina en aquel momento el artista Pepe Miralles. Con este punto de partida no es de extrañar que la colección cuente con un 40% de obras realizadas por artistas mujeres (algunas de ellas muy connotadas como Guerrilla Girls, Barbara Kruger, Cindy Sherman o Jenny Holzer), con un numerosísimo elenco de creadores y creadoras afroamericanos (como la excelentemente representada Kara Walker, o como Lorna Simpson o Mark Bradford), o la presencia de innumerables artistas cuyo discurso se ha centrado en la homosexualidad y que aportan talla internacional, como Gilbert & George, Félix González-Torres, o colectivos como Act Up, General Idea, Bureau, Group Material, etcétera.

Las colecciones arrancan de una pieza de Josef Albers de 1966, y encuentran precisamente su engarce con Sempere y su colección en este artista alemán. Pocas entrecruzamientos más se dan, salvo, por ejemplo, el que tiene como centro a Claes Oldenburg. Y es que el MACA, con la colección de Jenkins y Romero abre una nueva línea de trabajo para el museo, una línea que sin duda ensanchará su ya nutrido diálogo con las audiencias. Sin poder de nuevo ofrecerles el listado completo de artistas y obras en este pequeño artículo, puedo darles una primera cata que va de la obra de Artschwager (con tres espléndidas piezas), a Joseph Beuys (con cinco), Boltanski, Louise Bourgeois, Nicole Eissenman, Katharina Fristch, Brice Marden, Mariko Mori, Agnes Martin, Bruce Nauman, Gabriel Orozco, Sigmar Polke, Richard Serra, Sugimoto, Richard Tuttle, Andy Warhol, o Rachel Whiteread. Gran presencia también de artistas latinoamericanos de trayectoria internacional en estos fondos, foco de muchas de las colecciones públicas creadas o fortalecidas desde principios del milenio, como Tania Bruguera, Fernando Bryce, Eugenio Dittborn, Rosângela Rennó o Anna Bella Geiger, además de los ya citados más arriba. Si estos nombres no fueran suficientemente impactantes, debemos sumar la feliz circunstancia que algunos de estos creadores y creadoras no se encuentran representados en las colecciones públicas españolas. 

Una oportunidad para Alicante

Por ello, la noticia de esta donación no puede haber llegado en mejor momento. Si bien cualquier momento es bueno para un regalazo de estas características, lo cierto es que la conformación de la antigua Asegurada (más como museo que como colección) está en un proceso imparable de crecimiento que, recordemos, precisa ser apoyado desde todos los flancos y sin fisuras políticas. Así se hizo con el pacto parlamentario que afectó al Museo del Prado, institución centenaria que dejó de ser la pelota que tirios y troyanos se lanzaban de un campo a otro. Su crecimiento desde entonces resulta imparable. Lo mismo debería suceder aquí. Es preciso comprender que el MACA –para mí siempre seguirá siendo La Asegurada- es el más relevante patrimonio mueble que conserva la ciudad de Alicante. Un patrimonio que, de ser mimado, puede ofrecernos una potente retorno simbólico («marca» lo llaman ahora) para nuestra ciudad; una imagen que vaya más allá de las fiestas o de las playas que, por supuesto, hay que seguir defendiendo. 

Pero no sólo esto. El crecimiento de este centro, la casa de todos y todas, debe seguir siendo el espacio en el que la cultura contemporánea plantee preguntas y ayude a construir ciudadanos y ciudadanas más libres, comprometidos y consecuentes. Para ello, la colección de Jenkins y Romero, la cual como he explicado está asaetada por cuestiones punzantes y problemáticas que nos han afectado de manera profunda en las últimas décadas, va a ser un excepcional punto de partida. Las nuevas generaciones de creadores, historiadores y gestores, de curators de arte contemporáneo, tendrán un nuevo referente desde el que crecer a partir de esta colección. Como pasó con la mía: Sempere, siempre. Por ello, para que el museo permanezca vivo es imprescindible la aportación de todos, la constante presencia de lo público. Que el Ayuntamiento incluya entre sus políticas las adquisiciones que vayan refrescando las colecciones a partir de una comisión que valore su interés y se engarce con los fondos ya existentes; crear una junta rectora que analice y discuta las propuestas y el perfil de la institución; o que la anomalía de que tengamos un museo sin dirección y que la conservadora asuma ese papel –que a mi entender ejerce con sobrada holgura intelectual y gestora– se disipe con la convocatoria de la plaza. 

En una entrevista a María Rosa Mirasierras en INFORMACIÓN en 1977, Sempere declaraba que a partir de su donación tendría que viajar más a la ciudad, «porque mi casa se ha quedado vacía». 

Sólo aquellos que coleccionan con pulsión y aman los artefactos artísticos podrían entender la frase con la que el pintor de Onil remataba la entrevista: «He muerto un poquito en mi casa y he resucitado en Alicante». Y es que, para hacer una donación de estas características, además de entender el papel social, conformador de conciencias y liberador que puede tener la creación artística contemporánea para la ciudadanía, se tiene que entender el museo como tu propia casa. Respondamos a estos generosos donantes como merecen. 

Michael Jenkins y Javier Romero, gracias.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats