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Arte y letras

José María Soler: Un luchador por la cultura y el conocimiento

José María Soler muestra unas piezas del Tesoro de Villena en los años sesenta. | INFORMACION porEduardoLastres

Hay veces que la casualidad, si es que esto existe, produce un encuentro tan primordial con algo, con el otro, que nos da la oportunidad de tomar un camino distinto al asumido hasta el momento en nuestra vida. Es importante tener conciencia de este cambio, pues en él reside lo que nos hará diferentes, grandes o pequeños, pero diferentes.

Conocí a José María Soler (Villena, 1905-1996) el verano de1967, en Sax, cuando era alcalde mi tío Joaquín Barceló, bueno, mi tío putativo, pues estaba casado con mi tía Julia. Joaquín me invitó una tarde de agosto a asistir a una conferencia que iba a dar una gran amigo suyo, un tal José María Soler, arqueólogo, historiador, musicólogo…. La conferencia versaría sobre los Reyes Católicos y el Marqués de Villena. «Un tema apasionante», me dijo. José María era un hombre no muy alto pero fornido, con grandes manos y de mirada risueña. Comenzó la plática relacionando una serie de datos sobre esta tempestuosa relación, fechas y cartas con las que revivía los encuentros y desencuentros entre la Corona y uno de los más grandes terratenientes de España. La sensación que me invadió en ese momento fue que el conferenciante había estado tomando un café con ellos el día anterior. Su descripción de estas relaciones palaciegas y territoriales fue tan profusa y detallada que quedé absolutamente fascinado. No es que a mí me interesara el tema en particular, pero José María consiguió transmitirme que todo puede tener transcendencia en la actualidad, si se tiene el conocimiento de las motivaciones y causas de unos hechos, en este caso, históricos. Al terminar la conferencia pude hablar con él y comprobar hasta qué punto este hombre era un auténtico sabio. Tuve el convencimiento de que este personaje debía formar parte, a partir de ese momento, de mi vida. Había encontrado a alguien que no solo conocía y había reflexionado sobre muchos de los resortes que mueven la historia, sino que era un verdadero maestro en muchos campos, la arqueología, la música, una de esas personas que uno desea o sueña con encontrar en su vida pero que son tan escasas.

Me juré que iba a permanecer, si él así lo quería, cerca de él, visitarle, escucharle, saber cómo había adquirido ese conocimiento. Así que, a partir de entonces, le visité hasta el final de sus días en miles de ocasiones. Congeniamos pues él vio en mí al alumno, al fiel seguidor, que podía alimentar su alma, siendo un espíritu amigo y dispuesto a aprender de su inconmensurable experiencia.

José María Soler había hallado el famoso Tesoro de Villena en 1963, uno de los más importantes del mundo, por su calidad y número de piezas de oro y plata: cuencos, brazaletes, botellas, todo un ajuar de algún reyezuelo que, tratando de huir de un percance, ocultó este tesoro, para no volver a recuperarlo. Era evidente que el miedo estaba más que justificado.

José María tenía escritos, en ese momento, varios libros de algunas de sus excavaciones, como la del poblado ibérico del Cabezo Redondo, sobre el Castillo de Villena, la cueva del Lagrimal, y otros libros sobre temas de Villena como el maravilloso Diccionario Villlenero. Su bibliografía es muy extensa.

El Tesoro de Villena. | INFORMACION porEduardoLastres

Debido a mi presencia constante, al menos una o dos veces por semana me desplazaba a Villena y charlábamos de multitud de cosas, él sabía de mi faceta artística que siempre apoyó, y yo correspondí regalándole alguna obra mía que le gustó especialmente. También tuve la oportunidad de realizarle su busto, obra que figura en su museo en el Ayuntamiento de Villena.

Para mí José María significa todo lo que uno puede encontrar en un padre, incluso algo más que eso, era el maestro que te abría la puerta hacia todos tus deseos y sueños de vivir más allá de una realidad perentoria, hablábamos de arte, de poesía, de literatura y sobre todo, de ensayo. Todo tenía relación con su trabajo de investigador sobre el pasado o el presente, sobre cualquier cosa que tuviera interés, centrándose, como es lógico, en su ciudad y en los acontecimientos históricos que hicieron de Villena una ciudad rica en eventos de gran importancia histórica a nivel nacional.

Hice que José María conociera a Baltasar Lobo y Eusebio Sempere, ya citados en estas páginas, y ambos pudieron comprobar la generosidad y humildad del arqueólogo y cómo, mostrando el vivir de otras generaciones del pasado en su museo, se podía contar todo tipo de experiencias humanas. José María siempre decía a sus visitantes «ya se qué comían, cómo vivían, qué herramientas usaban, solo me falta saber cómo cantaban».

Las circunstancias de la Guerra Civil hicieron que José María no se casara, vivió con su hermana y su madre en una austera casa en el centro de Villena. Allí le visitaba con frecuencia, en una pequeña sala donde habitaba un piano, pues también era músico y conocía todos los recursos musicales. Cuando veíamos conciertos por la televisión, comentaba cualquier fallo en la ejecución y podía seguirlos con una partitura.

Uno de sus trabajos de investigación más interesantes fue sobre el polifonista Ambrosio Cotes de Villena, que marchó a ejercer a Sevilla en su catedral, donde también ejerció con demasiada viveza su inclinación hacia las mujeres, teniendo serios problemas con algunos de los maridos, con juicios por adulterios. José María tuvo gran interés por dejar constancia de la vida de estos personajes de cierta importancia del pueblo.

En el año 1981 fue galardonado con el Premio Montaigne (Hamburgo) una de las más prestigiadas instituciones europeas. Entre otros premiados nos encontramos con Pedro Laín Entralgo. Su disposición a investigar los hechos de la antigüedad o de cualquier época pasada, con cierta visión de contrastar su relación con la actualidad, le hizo poseedor de una cultura amplísima de la que poder opinar con certeza e inteligencia. Sus publicaciones sobre temas de arqueología, le dieron una gran popularidad fuera de nuestras fronteras, lo que propició el análisis de sus obras en algunas universidades europeas, donde se valoró la importancia de sus hallazgos.

Dado que, en el momento que comenzó con la arqueología, no existían muchos textos sobre esta disciplina, aprendió alemán para así estudiar métodos y técnicas de excavaciones. José María no tuvo la oportunidad de estudiar a fondo todas sus implicaciones, pero lo sustituyó con un gran interés y rigor científico y, sobre todo, con responsabilidad con la sociedad.

En algún momento, al final de un extenso trabajo de investigación en multitud de campos, se le concedió el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Alicante, acto, cómo no, en el que estuve presente para acompañarle. En su discurso en el hotel Palas, al final de la comida, José María nos contó con gran sentido de humor una anécdota que desearía relatar. « Volvía de una excavación en el campo, cuando una ráfaga de viento me cubrió la ropa de polvo. Así que decidí volver a casa evadiendo las calles más céntricas. Y en una de esas calles una anciana al verme comentó, no sin cierta mala baba, ya sabía yo que acabaría mal».

En sus últimos años, nunca dejé de visitarle, trabajaba con el ordenador con un entusiasmo, yo diría, juvenil. Le oí decir «si hubiera tenido esta arma de trabajo, los libros que podría haber escrito».

Con casi noventa años perdió la vista, lo que le frenó en su actividad creativa, aunque siempre se mantuvo alerta a cualquier expresión de arte y, para mí, siempre tuvo una palabra de aliento, animándome en todo momento.

Antes de conocer a José María, el ya nombrado alcalde de Sax me propuso que realizara una escultura para una plaza del pueblo cerca del colegio. Así que primero hice una maqueta y, ante el agrado manifiesto, la llevé a tamaño real. Una escultura realizada con material de motores de barco: pistones, bielas…. Pero como mi tío no se fiaba de cómo pudiera ser recibida por los vecinos de Sax, le preguntó a José María, a través de una especie de encuesta que se publicó en el periódico INFORMACIÓN. A la pregunta de ¿qué le parecía la escultura? este dio una de esas frases que son para no olvidar: «si esta escultura se expone en el espacio público, Sax, el pueblo, podría figurar como un pionero de la modernidad». La escultura al final no se puso pues pudo más el temor al que dirán. «La sociedad sajeña no está preparada para tal evento» resaltó el alcalde.

Han pasado muchos años ya de su fallecimiento y no hay día que su recuerdo no me llegue a través de objetos, frases, anécdotas, momentos vividos, que me dan la imagen cercana de un ejemplo a seguir, de un hombre que supo siempre cual era su lugar en el mundo, como dijo Leonardo Da Vinci, «no me canso de ser útil».

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