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Arte y Letras

Petros Márkaris, el último superviviente

Petros Márkaris, el último superviviente

Petros Márkaris (Estambul, 1937), además de creador de la saga del comisario Kostas Jaritos, es dramaturgo y traductor. En esta última faceta ha cosechado importantes elogios con las traducciones de Bertolt Brecht y Goethe, cuyo Fausto le valió la Medalla Goethe en 2013. La influencia de Brecht también se deja ver en su personaje Kostas Jaritos, del que llegó a decir que este desengañado policía ateniense era la clave para un análisis breachtiano de la sociedad actual. Incluso vemos la influencia de Pier Paolo Passolini en ese protagonista, ya que, ante los movimientos estudiantiles de finales de los sesenta, a Passolini no le seducía la posición de los estudiantes, pues los consideraba una subcultura pequeño burguesa, al igual que para los representantes de la Beat Generation norteamericana de los cincuenta, y se alineaba con los policías porque eran hijos de obreros. A Márkaris le ocurrió algo parecido, pues, partiendo de posiciones de izquierda, su protagonista nació porque comenzó a pensar que los policías también soñaban con ver a sus hijos convertidos en abogados, médicos o ingenieros. De ahí que en sus tramas, la investigación policial y la vida familiar viajaran en paralelo.

A esto podemos añadir que Márkaris formaba junto a Andrea Camilleri (1925-2019) y Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003) el trío que reivindicaba la existencia de una novela negra mediterránea. Sin embargo, Márkaris siempre añade un cuarto componente, Jean-Claude Izzo (1945-2000), el creador del investigador Fabio Montale en una grandiosa trilogía ambientada en Marsella. Márkaris es el último superviviente porque las nuevas generaciones no parecen identificadas con este tipo de literatura negra que subordina el enigma policial a lo social y preocupan más las relaciones sociales, desde el folklore a la gastronomía, pasando por la explotación laboral, y el submundo que se esconde bajo las apariencias. De ahí que en cada novela se nos dé alguna receta de cocina. O, como explicaba Truman Capote en A sangre fría: las divisiones sociales también se pueden mostrar en la gastronomía, por lo que para él existían dos Estados Unidos, el de las tartas de manzana recién horneadas y el de la fritanga.

De esta forma, Márkaris, después de escribir la trilogía sobre la crisis griega, se aventuró a reflejar las diferentes etapas por las que ha pasado Grecia y las relaciones con sus vecinos o con sus políticos y empresarios. Ética para inversores es su última novela, en la nos presentará otro caso a resolver del comisario Jaritos y de radiación de fondo nos mostrará las inversiones extranjeras en Grecia y el resultado de cuatro años de gobierno de Syriza, de 2015-2019, con Alexis Tsipras de presidente. Ésa es la razón por la que la novela comienza con una manifestación no autorizada por la avenida Ionía de Atenas, en la que trasladan un ataúd, simbolizando un cortejo fúnebre para enterrar a la izquierda griega, que se ha suicidado. El organizador es el viejo amigo del comisario Jaritos, Lambros Ziris, un militante del KKE (Partido Comunista de Grecia), que había combatido en la guerra civil y conocía el hambre. Muy lejos de la izquierda posmoderna, que, en un acto de prestidigitación, ha desperdiciado años de largas luchas en un adanismo suicida y ha sustituido al proletariado por el pobre y la lucha de clases por la limosna y la justicia social de la Compañía de Jesús. A esto unirá las peripecias de la familia Jaritos, con el nieto de siete meses y los ratos en la cocina preparando platos mediterráneos, como el guiso de alcachofas a la polita. En medio de esta tranquilidad, un médico que atiende a inmigrantes localizará el cadáver de un saudí cerca del centro de refugiados. El muerto era un acaudalado ciudadano árabe que pretendía invertir en la industria hotelera griega.

Las versiones de los diferentes testigos coinciden en que escucharon cánticos después del asesinato. El escenario será de nuevo Atenas, desde el barrio residencial de Tatoi a los barrios obreros de Menidi y Avlena. Y la intensidad del tráfico en las avenidas, para su protagonista, parece seguir siendo el termómetro que mide los flujos de la crisis económica.

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