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Arte y letras

Volverás a Sarrión

El escritor Rafael Soler.

El sueño de Torba se publicó en 1983, y casi cuarenta años después la editorial Olé Libros, en su cuidada colección Vuelta de Tuerca Narrativa, se ha decidido a relanzar esta novela del valenciano Rafael Soler, autor de intensa producción literaria y de gran consideración debido a la frescura y particularidad de su estilo. Esta que nos ocupa es la tercera de sus seis novelas, aunque también ha publicado libros de relatos y cinco poemarios, uno de los cuales, Ácido almíbar, le reportó el premio de la Crítica Literaria Valenciana en 2014.

Entrando directamente en materia, El sueño de Torba va lanzando, a modo de destellos en una prosa cargada de imágenes e historias cruzadas, retazos de la vida de Jaime Sarduy, errático protagonista que se dedica a la enseñanza, aquejado de una enfermedad, y su relación con un buen amigo, el librero Jose Radek, judío nacido en Gdansk, pero sobre todo con diferentes mujeres: su madre, siempre quejumbrosa por su salud y al acecho de su amado hijo en su pueblo, Sarrión; la dulce Clara, hastiada por un matrimonio aparentemente sin tacha con el tan inane como recomendable Vicente; su amor de juventud, Berta, que partió finalmente a Estados Unidos donde rehizo su vida con un labrador americano, y el encuentro con Berta O’Sullivan, la hija veinteañera de esta. Al fin, personajes todos ellos insatisfechos que confluyen o confluyeron en el pasado a modo de peces en un acuario, que se bordean pero no llegan a colisionar del todo, en una ciudad provinciana y asfixiante. Insatisfacción en las relaciones que desembocará en episodios clandestinos de desahogo sentimental en forma de traiciones amorosas. Jaime, gran carácter, ejercerá fascinación en todos ellos al tiempo que sortea la molestia de su enfermedad en desarrollo. Hombre solitario y extraño, resignado a esta decadencia de salud sobrevenida, y que disfruta de raras aficiones como coleccionar y clasificar objetos variopintos a los que dota de nombre. Jaime, tal vez confrontando lo endeble de su existencia, se recrea en el recuerdo: el del hermano que falleció y que parece vivir en los retratos que pueblan la casa de Sarrión, el de su truncado amor de juventud con Berta, y el del fatídico y añorado Rolls Royce Silver Wright que recibió como regalo y que un día descuartizó y guardó en cajas apiladas y que se afanará en recomponer como si de un puzle compuesto de bujías y demás piezas se tratara.

A todo esto, ¿qué puedo decir de El sueño de Torba? Su lectura me ha sobrecogido enormemente. Me ha devuelto la sensación sublime, tantas veces anhelada cuando nos enfrentamos a una manifestación artística cualesquiera, de trascendencia. Por eso y solo por eso noto un suave palpitar en el pecho mientras escribo estas líneas. He paladeado a lo largo de sus páginas la sensación reverencial de que me encontraba frente a una obra grande, especial, pergeñada con pasión, de la manera como nos estremecen y admiran las obras valientes y brillantes, de un disfrute muy lento, pero que sabemos van a estallar en algo muy fructuoso y placentero que nos hará recordar por siempre su lectura con una ternura interna y un halo de nostalgia en los ojos, que seguro evocarán imágenes de pasajes cuya lectura nos removió y cambió por dentro.

Pero vaya por delante, para que nadie se llame a engaño, que es esta una lectura profundamente inteligente pero difícil en la misma medida, exigente para los neófitos: una prosa impresionista y visceral escupida a borbotones que va derramando imágenes como metáforas cuyos cabos debemos tener la paciencia de atar, con un lenguaje propio y autocontenido construido de referencias intraliterarias, y cuyos trazos, a llamaradas, van entretejiendo una realidad vista de una manera especial, peculiar, única, como sucede con los grandes escritores. Como se menciona en la novela: «todo escritor que se precie tiene voz, úlcera propia». Considero que es precisamente eso lo que los hace grandes. Como la realidad pintoresca en extremo que envolvía a Ignatius J. Reilly, curioso protagonista de La conjura de los necios de John Kennedy Toole. Todo ello regado con el uso del monólogo interior y de la disposición libre de la prosa con escasa puntuación en determinados pasajes y con destellos de gran calado lírico, hermética en inicio y de paladeo moroso pero que reporta, sin duda, la sensación final de grandiosidad.

El sueño de Torba posee además una estructura en la que se alterna la mirada de varios narradores, porque en esta polifonía vemos, por ejemplo, tomar las riendas a Jose Radek que quiere escribir sobre su amigo Jaime y entonces aparecen insertos de novela en ciernes dentro de novela, con lo que conlleva de reflexión metaliteraria, llevando a los lectores a degustar el propio proceso de la escritura al que se enfrenta el librero y escritor aficionado José Radek con su selección de léxico y expresiones. Todo ello me ha traído sin duda recuerdos de mis incursiones en la lectura de la novela experimental española de los años sesenta —lo más cercano que se me ocurre es Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos—. Quizá solo necesitemos una especial disposición de ánimo y no exigir un goce inmediato que seguro llegará con paciencia. Os puedo asegurar que esta aventura, para aquellos que la sepan degustar, merecerá la pena. Abrir estas páginas es internarse en un mundo nuevo, inexplorado, íntimo y cuajado de misterio. Ahora mismo no puedo estar más segura de ninguna otra cosa.

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