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La fuerza fatalista del destino

Julia Phillips. información

Las historias de chicas desaparecidas son un caldo común de narraciones y seriales de intriga en televisión; en la actualidad abundan como los hongos. Los escenarios para este tipo de dramas suelen ser rincones olvidados, pueblos pequeños, remansos rurales y suburbios urbanos que se vanaglorian de su tranquilidad. Las hermanas de La desaparición, la asombrosa novela de la debutante Julia Phillips (New Jersey, 1989), traducida a veinte idiomas y finalista del National Book Award, viven en la remota Kamchatka, una península volcánica del lejano oriente ruso, prácticamente inaccesible por tierra y una especie de paraíso perdido para los nativos que observan con nostalgia el aislamiento pasado y con preocupación las inseguridades de la sociedad libre que trajo la apertura tras el colapso soviético. Parecer ser que la autora pasó dos años allí gracias a una beca Fulbright y aprovecha su experiencia para cuidar los detalles y la escenografía: el atuendo típico de los indígenas, el té fuerte mezclado con whisky servido en tazas de porcelana, el humo y el moho de los campamentos de los pastores de renos en las aldeas del norte. Petropavlosk, la capital, se asemeja a una pequeña ciudad del oeste americano, con sus habitantes mayores destilando el recuerdo de cómo eran las cosas en los años dorados antes de que aquello se poblase de turistas e inmigrantes. Los jóvenes sueñan con escapar y poder respirar algún día el glamour de las grandes urbes metropolitanas.

Manuel Ríos. información

En el primer capítulo ocurre la desaparición: dos hermanas jóvenes son atraídas a su coche por un hombre desconocido que les dice que su pierna está herida y necesita ayuda. Si bien Alyona y Sophia Golosovskaya no son completamente olvidadas por la comunidad, lo que sigue revela más sobre Kamchatka que acerca del misterioso paradero de las niñas. La tensión de este sofisticado thriller está en las vidas que transcurren alrededor, no en el secuestro, y eso es lo que distingue a la novela de Phillips de otras ficciones con las que avasallan los guionistas de los seriales televisivos. En unos pocos capítulos, el lector tiene la sensación de que nunca encontrarán a las chicas. Después de todo, como explica más tarde su madre, los niños desaparecidos no regresan. Las jóvenes desaparecidas son jóvenes muertas. Pero el suceso provoca tensiones en la comunidad durante los episodios que transcurren, mes a mes, como las hojas de un calendario. A las chicas de su edad no se les permite salir de casa; se produce una alteración en las relaciones de las parejas, los novios más posesivos exigen a sus novias que se mantengan en contacto constante, y lleva a los vecinos sospechar unos de otros. La historia penetra como un acero afilado en la mentalidad rusa y en su sentido trágico de la predestinación y del sufrimiento. El racismo enseguida surge: los rusos blancos sostienen que el secuestrador de las adolescentes es un extranjero de piel oscura, un inmigrante uzbeko o tayiko. A su vez, los nativos de los pueblos del norte también desconfían de los blancos. Los rostros de las hermanas Golosovskaya están por todos los rincones de una tierra cortada por montañas heladas y tundra, dispuesta a tragarse a cualquiera que no sea capaz de arrancar del hielo un camino que poder surcar. O en una sociedad patriarcal que devora a sus seres con sus viejas costumbres sexistas; las mujeres jóvenes deben pechar en la novela con el escándalo y la vergüenza si, como ocurre frecuentemente, tienen un embarazo juvenil: dan a luz en soledad y crían a sus bebés bajo la mirada crítica de los demás. Las mujeres son protagonistas y, a medida, que avanza la novela sus vínculos se vuelven más estrechos de una forma dramática.

Garantizada la tensión, la escritura en la novela de Phillips se enriquece con el lenguaje brillante con que la autora hilvana las secuencias. Poco a poco va encogiendo el corazón del lector hasta que es capaz de sentirse igual de frágil que la tierra volcánica. O de inseguro que los propios habitantes de Kamchatka que creen en la fuerza inexorable del destino en un mundo construido, según la conciencia fatalista rusa, para que el ser humano jamás deje de sufrir. Una buena novela y una autora decidida a deslumbrarnos desde el primer momento.

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