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Sigourney Weaver: «Vaya donde vaya, siento que soy la persona más vieja»

Sigourney Weaver. efe

Su carrera está llena de personajes icónicos: en Cazafantasmas (1984) fue Dana Barrett, chelista poseída por un semidiós maligno; en Armas de mujer (1988) fue Katherine Parker, ejecutiva arpía; en Avatar (2009) fue Grace Augustine, leyenda de la botánica; y en las cuatro primeras películas de la saga Alien fue Ellen Ripley, tal vez la heroína más famosa de la historia del cine. Su nueva película, Sueños de una escritora en Nueva York, la trae de regreso a la cartelera en la piel de una versión ficcionada de Dorothy Olding, agente literaria del legendario autor de El guardián entre el centeno, J.D. Salinger.

No existen muchas novelas que tengan tantos fans, y tan increíblemente devotos, como El guardián entre el centeno. ¿Se cuenta usted entre ellos?

Leí el libro en la adolescencia y, aunque me encantó, sentí que quizá era demasiado joven para entender la grandeza y la singularidad de Salinger como escritor. Así que no comparto esa adoración colectiva, pero la entiendo, y me encanta haber participado en una película que habla del poder que un libro puede llegar a ejercer sobre personas de distintas edades y distintas procedencias, y que celebra la importancia de los fans.

Como recuerda la película, Salinger recibía a diario montones de cartas de sus seguidores. Seguro que usted también ha recibido miles de los fans de la saga Alien.

Y las sigo recibiendo. Todo el mundo sabe que la ciencia ficción es el género que cuenta con los fans más apasionados. Hace un tiempo que dejé de leerlas, porque en algunas me decían cosas algo perturbadoras, que por supuesto no voy a reproducir.

¿Ha sido una fan alguna vez?

Muchas. De niña estaba totalmente enamorada de John Lennon. De algún modo, descubrí cuál era el restaurante al que solía ir cuando visitaba Nueva York, así que le escribí una larguísima carta, que rocié de perfume, y se la di al gerente del local para que se la entregara a Lennon en cuanto tuviera ocasión. Incluso ahora, cuando me topo en la alfombra roja con un actor o una actriz a quien admiro, no puedo evitar ponerme nerviosa como una adolescente.

¿Qué relación mantiene con la literatura?

Durante mucho tiempo quise ser escritora. De niña siempre tenía el hocico pegado a las páginas de uno, y en la universidad cursé estudios de Literatura Inglesa. Los libros siempre han sido mi vía de escape y mi refugio. De hecho, cuando decidí adoptar Sigourney como nombre de pila, lo hice inspirándome en un personaje de El Gran Gatsby.S

Su nombre es Susan. ¿Pensó que le beneficiaría el cambio?

¡Oh, no, lo hice con solo 14 años, mucho antes de ser actriz! Por entonces ya medía alrededor de 1,80, y no me sentía a gusto cuando la gente se refería a mí usando diminutivos como Susie. En todo caso, no era consciente de estar tomando una decisión importante; no podía imaginar lo conocido que llegaría a ser mi nombre. Lo irónico del asunto es que durante el resto de mi vida mucha gente me ha llamado Siggy, que se parece a Susie.

¿Le costó decidir que iba a dedicarse a la interpretación?

Si no me resultó fácil es, en buena medida, por culpa de mis profesores de Arte Dramático en Yale. Ellos me aconsejaron que me olvidara de la interpretación porque, a su juicio, yo no tenía talento y jamás lograría abrirme camino como actriz. Debería haber comprendido que quizá eran un par de fracasados y mandarlos al carajo. Pero, por entonces, yo tenía la autoestima muy baja, me sentía como una araña gigante a causa de mi estatura. Así que sus palabras me afectaron.

Poco tiempo después consiguió el papel que le cambió la vida.

Cuando me escogieron para interpretar a Ripley en Alien, el octavo pasajero (1979) pensé que se trataría de una película pequeña; no podía imaginar cuánto éxito llegaría a tener. Ni siquiera estaba convencida de querer hacerla, porque no tenía previsto trabajar en el cine. Pensaba que para ser una actriz respetable y prestigiosa tenía que centrarme en el teatro, como había hecho mi madre. Y durante el rodaje me olvidé de estar protagonizando una película de monstruos. Para mí era como una tragedia shakespeariana.

¿Por qué cree que Ripley tuvo tanto impacto?

No era habitual que un personaje femenino fuera protagonista de una película de acción y heroísmo. En aquella época, se suponía que las mujeres que aparecían en pantalla debían ser femeninas, y para ello debían llevar faldas muy cortas o bien pasar parte de la película rompiendo a llorar. Yo fui muy afortunada, pude esquivar ese estereotipo porque originariamente Ripley iba a ser un personaje masculino. Sea como sea, me sorprendió todo lo que sucedió después. Me vi en las portadas de las revistas, y me asusté un poco. Era joven e inexperta. Ahora, en cambio, siento que vaya adonde vaya siempre soy la persona más vieja.

Cuando rueda, ¿siente que su presencia resulta intimidante para el resto del equipo?

No me considero una persona intimidante. De vez en cuando sí noto que los directores ahora no me dirigen tanto como antes. Quizá piensen que a estas alturas ya no necesito que se me dé instrucciones, o que me ofenderé si me las dan; ambas presunciones son erróneas. Siento que un actor siempre necesita que lo guíen, al menos yo lo necesito.

A lo largo de los años, ¿ha cambiado su criterio a la hora de tomar decisiones artísticas?

No. Mi prioridad es contribuir a que las buenas historias sean contadas. A diferencia de lo que sucede con otros actores, no me preocupa lo más mínimo si mi personaje es grande o pequeño. Me importa que las películas de las que formo parte sean vistas por el mayor número posible de gente, y que afecten sus vidas.

Usted participa en algunos de los títulos que darán que hablar, como Cazafantasmas, Más allá y las cuatro secuelas de Alien. ¿Pasa uno de sus mejores momentos?

No me puedo quejar. Suele decirse que para las actrices es muy difícil conseguir buenos papeles después de cumplir los 40, y me consta que muchas de mis compañeras de profesión han experimentado esa dificultad, pero mi caso ha sido distinto. Tuve suerte porque, salvo en contadas excepciones, no se me tuvo en cuenta para protagonizar películas románticas o encarnar personajes sexualizados. Y eso no solo hizo que mi carrera fuera más interesante, sino que me ahorró la clase de transición a la que muchas actrices se ven abocadas cuando la industria decide que son demasiado maduras para encarnar a mujeres deseables.

A diferencia de otras estrellas, nunca ha tenido reparos en interpretar personajes antipáticos.

Cierto. Respeto a aquellos actores que solo aceptan encarnar a seres nobles y positivos, pero sospecho que no saben lo que se pierden. Dar vida a gente horrible es algo que me entusiasma.

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