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El bromista más retorcido del rock

El episodio quedó enterrado hasta que en el año 2000 el cantante y batería de Genesis compró la casa del tricampeón mundial de Fórmula 1 Jackie Stewart, amigo de Harrison

El bromista más retorcido del rock

La lectura de I Me Mine aporta pruebas contundentes del retorcido sentido del humor que caracterizó siempre a George Harrison (un ejemplo: el pie de foto «El autor degustando un bocadillo de queso con amigos en Eastbourne, 1967» que acompaña a una imagen del músico, solo, tocando el sitar), pero más allá de las páginas del libro circula una hilarante anécdota que retrata por sí sola al Beatle callado como un bromista particularmente perverso. Y muy sofisticado.

Se trata, tal vez, del bromazo más elaborado de la historia del rock.

La historia se remonta a los días de 1970 en que Harrison grababa con Phil Spector el álbum All things must pass en los estudios de Abbey Road. El ex-Beatle pensó en reclutar a un percusionista que supiera tocar las congas para Art of dying, y a la llamada acudió un jovencísimo Phil Collins que aún no había pasado el examen de ingreso en Genesis. Según relató el propio Collins años después, la excitación de compartir sesión con gigantes del calibre de Harrison, Ringo Starr, Eric Clapton y Billy Preston le llevó a tocar con tanto ímpetu en los ensayos que cuando Spector le dio la orden de grabar su parte tenía las manos cubiertas de ampollas. Después de una sola toma, se le comunicó que ya podía irse a casa. Al cabo de unos meses, cuando el triple álbum se puso a la venta, Collins descubrió con desazón que ni su nombre aparecía en los créditos del disco ni sus congas se oían en Art of dying.

El episodio quedó enterrado hasta que en el año 2000 el cantante y batería de Genesis compró la casa del tricampeón mundial de Fórmula 1 Jackie Stewart, amigo de Harrison. Cuando el expiloto mencionó que este estaba preparando una reedición de All things must pass, Collins le comentó que él había participado en la grabación pero, por alguna razón, había desparecido del disco. Un par de días después, recibió en su casa un paquete con una cinta y una nota firmada por George Harrison que decía: «¿Este podrías ser tú?».

Lo que contenía la cinta era una grabación de Art of dying en la que sí sonaban las congas, aunque tocadas con muy poca destreza y a un volumen del todo inadecuado. Al final de la toma se oía la voz de Harrison diciéndole a Spector: «Hey, Phil, ¿podemos probar otra sin el tío de las congas?». Collins se sintió sumamente avergonzado, y así se lo hizo saber a George cuando este le llamó poco después para saber si había recibido el paquete. «Al menos ahora puedo decir que fui despedido por un Beatle», exclamó.

Las congas de Ray Cooper

La conversación siguió durante un rato girando en torno a otros asuntos hasta que Harrison estalló en carcajadas. «No te preocupes, te he estado tomando el pelo», confesó, antes de desvelar la bufonada. El autor de Something había reservado un estudio de grabación y le había pedido al percusionista Ray Cooper que tocara las congas tan mal como le fuera posible sobre una toma de Art of dying solo para echarse unas risas a costa del atribulado Collins. Hay que decir que este encajó la chanza con deportividad. Al fin y al cabo, un bromazo tan sofisticado no deja de ser, a su manera, una elevada muestra de reconocimiento.

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