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Dos sustanciales aniversarios

La compañía valenciana Bambalina Teatre Practicable ya es cuarentona, pues sopla las velas de sus cuatro décadas de vida en los escenarios

Fernando Fernán Gómez.

Vayamos por partes. La compañía valenciana Bambalina Teatre Practicable ya es cuarentona, pues sopla las velas de sus cuatro décadas de vida en los escenarios. Numerosas veces ha visitado el Teatre Arniches de Alicante con sus espectáculos donde se asocian los títeres, de diferentes tamaños y diverso tipo, y los comediantes-manipuladores que juegan dirigiéndose a un público adulto o familiar. Depende.

Precisamente, esta clase de teatro tiene su protagonismo especial en Festitíteres, el festival internacional que se celebra aquí en diciembre. Bambalina, por cierto, creó la Mostra de Titelles a la Vall d’Albaida y el Museo Internacional de Títeres de Albaida, dos puntos de importante referencia cultural.

Jaume Policarpo es el motor esencial de esta compañía, el director artístico desde su creación, pero ya está pensando en el relevo generacional para que la inconfundible marca de la casa continúe su trayecto y se pueda ver enriquecida con nuevos matices. Han pasado por muchas etapas, y siempre es necesario un soplo de aire fresco sin tirar sus peculiaridades por el balcón. Llevan cuarenta espectáculos realizados con interdisciplinar lenguaje y variadas técnicas. Objetos, fantoches y materiales de uso común en un proceso de búsqueda y dignificación de esta modalidad artística.

Recordemos los títeres de don Quijote, la Pasionaria, García Lorca, la Celestina, Edipo o Hamlet, el príncipe que pasó por el 4º Festival Internacional de Teatro Clásico de Alicante. Y un buen número de galardones logrados. Ahora representan la obra familiar Cu-Cu, que estimula la imaginación. Cómo aprender y gestionar las diferencias.

En segundo lugar, la conmemoración de un centenario. El del nacimiento de Fernando Fernán Gómez, escritor, actor, dramaturgo y director de cine y de teatro. Contador de historias y uno de los imprescindibles de la cultura del siglo XX, que vino al mundo en Perú, durante la gira teatral de su madre. Así, solo podía ejercer lo que ejerció. El papel de cómico. Las cámaras, el público y los lectores fueron sus compañeros. El personal no le olvida y continúa siguiéndole. Hoy seguiría mandando «a la mierda» al que se pusiera por delante y rechazaría cualquier signo de admiración hacia él.

La censura acosó con sus garras al sainete y el esperpento cinematográficos de Fernán Gómez. Pero él se sostuvo y fue dejando algunas perlas de su amplísima cosecha. Cuestiones universales como director de cine en la línea del neorrealismo italiano. Y ello pese a que muchos productores, por temor a ver peligrar su dinero, no apostaban por determinadas películas.

Ahora bien, en su faceta de actor hubo de todo. También las típicas españoladas de nivel muy inferior. Brilló como disidente con sus formas críticas, en busca de un cine más alternativo. Recuérdense El mundo sigue, ese filme maldito sobre la precariedad o el maltrato a la mujer en la España franquista, y El extraño viaje, que retrata las miserias de los pueblos españoles en los años 60.

Dentro de las actividades programadas por el centenario de Fernando Fernán Gómez se está representando El viaje a ninguna parte, basada en la novela y posterior película suya. Un emotivo homenaje a este oficio partiendo de una compañía ambulante. De su producción como autor dramático cabe destacar Las bicicletas son para el verano, estrenada en 1982 y que luego se llevó a la pantalla grande. La pieza se vio en el Principal de Alicante y se ubica en el estallido de la guerra civil española.

Fue un hombre de cine fundamentalmente, si bien en las tablas interpretó algunas de las comedias inverosímiles de Jardiel Poncela. También representó a Miguel Mihura o a Juan José Alonso Millán. Hizo El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, uno de esos dramas de honor, dirigido por el propio Fernán Gómez, que pude ver en diciembre de 1979, en el Centro Cultural de la Villa de Madrid.

Eso de trabajar es escena dejó de interesarle. «No me gusta que me miren mientras trabajo», decía. Lo que más le interesaba del Brujo era el intermedio, refiriéndose a las anécdotas personales que suele introducir en sus escenificaciones. Este es el recordado, agudo, tímido e iracundo actor, escritor y director. No le gustaba nada ser polifacético. «Por desgracia, soy un mal educado». O por suerte. Sigue y seguirá en pie de guerra.

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