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Antología poética de Rafael Soler

Antología poética de Rafael Soler

La reunión de la poesía de un autor permite seguir todo su desarrollo, analizar los cambios y rumbos de su escritura, descubrir su sistema enunciativo y, cuando la tiene, comprender también su unidad de significación. La poesía de Rafael Soler (València, 1947) la tiene, y tanta y en tan alto grado que su obra poética es en realidad un solo libro articulado en diversas partes, con intertextualidades autorreferenciales entre sus distintas entregas, gravedad metafísica, no exenta de ironía y humor, constantes guiños al lector y a sí mismo, y la delimitación de un territorio que -como uno de sus títulos- podría llamarse sus Sitios interiores, que lo incluyen a él tanto como a nosotros. Si en sus inicios su mundo - como el de una parte de su generación: la del setenta- estaba constituido por referencias a los tebeos, el cómic y la lengua de su infancia, sobre las que hacía memoria de quien él mismo fue y describía cómo la mar pasa de largo siempre, intentando salvar la falsa paloma caída de sus sueños, en su segundo libro, Maneras de volver (2009), lo que abundan son las imágenes fílmicas, las referencias al cine y a la oscuridad de aquellas salas en las que se abrían a la vez algunas faldas y «el pan de la merienda». La metapoesía hace aquí su aparición bajo forma de «tinta perdurable» y el erotismo -que ya lo había hecho antes- ahora se vuelve más preciso y exacto también: «Del cristalino al pubis todo es calma».

Maneras de volver contiene y sintetiza toda la posterior evolución de Rafael Soler, e incluso algunos de sus poemas adelantan los títulos que tendrán luego algunos de sus libros: hasta tal punto es sólida su unidad de mundo y de dicción. La arquitectura del poema encuentra aquí su propio cauce, que, aunque modifique su curso o amplíe su caudal, ya nunca dejará. Las cartas que debía (2011) aporta nuevas claves como en Ensayo general con vestuario e introduce ritmos del jazz, así como un tipo de rima en los finales de poema, un juego con los términos del vestuario femenino, que ya había anticipado antes y que ahora se matiza aún más: «una media celeste / un pezón al que no asuste su abandono / y una falda trágica / izada a más de más de lo más alto». Libro largo, compacto y muy ilustrativo, contiene una etopeya de su autor: inmanejable austero firme honrado. Como Juan Ramón, odia las comas y casi los puntos porque concibe el poema como una unidad total emanada de un instante único y concreto del hablante que, por serlo, también lo es del lector. Ácido almíbar (2014) profundiza, como su oxímoron, en segmentos de la realidad y la cultura cinematográfica en los que ya había insistido antes; mantiene el concepto de poema descubierto por él antes y que sintetiza todavía más, adelgazándolo al máximo; y, sobre todo, focaliza situaciones propias de la novela negra, que parodia.

No eres nadie hasta que te disparan (2016) recoge poemas que son muestran la absoluta singularidad de este autor. En él la madurez ha impuesto también la frase gnómica: «no es más largo el amor cuando perdura / ni más corto el dolor al ofrecerse; abunda la aliteración: un verdugo una viuda y una bala». Por último, Las razones del hombre delgado (2021) parece escrito desde una instancia de discurso en el que la persona poemática se sitúa en el más allá, pasando revista «a lo que duró la vida / sin saberlo», utilizando como recurso para ello la invocación y las conversaciones. La poesía de Rafael Soler es como el rumor del mar y el ruido de las detonaciones: todos asistimos a ella como la herida sinfonía que es.

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