Ya adelanto que volver a encontrarme en Independencia (Planeta 2021) con el mosso Melchor Marín, héroe de los atentados de Cambrils, ha sido un gusto. Un nuevo caso, tan llamativo como la «sextorsión» a la alcaldesa de Barcelona, da paso a que podamos retomar muchos de los aspectos y asuntos narrativos ya planteados en Terra alta (Planeta 2019), pero con una mayor unidad en lo narrado y con un personaje principal ya completamente constituido y preparado para nuevos casos en el futuro editorial.
Cercas vuelve sobre sus pasos en la primera parte del libro. Sitúa al lector en aquellos aspectos ya acabados o que quedaron pendientes en la novela anterior mediante un buen trabajo de anáforas semánticas. Y lo cuenta muy bien. Todo está al servicio del presente narrativo de la historia; la trama policiaca es ahora el motor principal de la novela; y el andamiaje narrativo resulta perfecto en la distribución de los hechos en la estructura edificada. En cada una de las tres partes de la novela hay un capítulo construido entre el diálogo de dos personajes para mostrar, mediante la técnica de la proyección hacia adelante, un relato que cobrará identidad casi al final de la novela (de ahí que el último capítulo termine con el mismo párrafo con el que comenzaba el capítulo dos de la primera parte). Este hilo argumental se traza paralelamente al del narrador omnisciente que cuenta toda la historia mediante el uso del presente con una progresión temática en continuo ascenso. Ambos convergen en el largo epílogo, en el que Cercas cierra todos los asuntos abiertos, los sentimientos mostrados, las acciones planteadas, las ideas y los pensamientos, tanto en esta novela como en la anterior, y que proyectan al personaje hacia una próspera vida literaria.
El contexto político catalán de los últimos años está presente en la novela como ámbito, no solo contextual, sino propiciatorio de los acontecimientos. Si bien la historia está situada en un tiempo futuro cercano y la alcaldesa de la novela parece ser la sustituta de la actual, los paralelismos entre ambas intentan ser evidentes, tanto en las opiniones y apreciaciones del propio narrador («a juzgar por los resultados electorales que cosecha, oculta con éxito su altivez natural tras un despliegue incansable de sonrisas» p. 93), como en la de otros personajes («Eso es nuestra alcaldesa: una serie de máscaras. La pregunta es qué hay detrás de todas esas máscaras. Y la respuesta es nada» p. 190). A su vez, los personajes de Casas, Vidal, Rosell y Ramírez (marido de la alcaldesa y primer teniente de alcalde; jefe de la seguridad del ayuntamiento; representante del PP; y el aspirante arribista, respectivamente) se convierten en ejemplos tanto de la alta burguesía catalana, en la que se aúna el poder y el dinero, como del arribismo y del servilismo de quienes quieren formar parte de ella. Todo se convierte en metonimia de la creación del Procés como artilugio al servicio de los intereses de sus promotores.
En contraposición a todos esos personajes, la novela se enriquece con otros muchos que dibujan el microcosmos de la vida de Melchor: desde el abogado Vivales, casi como su padre; su hija Cosette, que lo amarra a la ternura; los compañeros de trabajo Puig, Blai y Vázquez, la camaradería; o Rosa Adell o la posibilidad de un nuevo amor y felicidad. Así como también con el empleo de la metaliteratura, tanto en las referencias a la publicación de Terra Alta por algunos personajes (no sin cierto paralelismo con la segunda parte del Quijote) como en las alusiones continuas a Los Miserables.
Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque es una excelente novela de género con un personaje muy rico y con una estructura narrativa muy consistente; y porque cuenta con el trasfondo de una personal concepción ideológica acerca de la sociedad política catalana de estos últimos años (de ahí su título), que pocas veces se ve reflejada en novelas de amplio tirón mediático.
